Tras el suicido de cualquier figura importante casi siempre se oculta mucho. Las circunstancias que rodean la muerte de Fidel Castro Diaz-Balart dará para múltiples intrigas y especulaciones.
Se comenzará por cuestionar la demora en dar a conocer el hecho. Nada nuevo en un régimen especializado en ocultar, tergiversar y demorar la información, en especial la que la da a su pueblo.
Se hablará de desacuerdos con los cambios que se avecinan en la dirección del país donde todo hace indicar que ningún “Castro” ocupará cargo de importancia en el nuevo Gobierno.
Castro Díaz-Balart nunca fue una figura política. Oficialmente sus intervenciones han sido muy limitadas y todas en el entorno de la ciencia y la tecnología. Los cargos que ocupó así lo demuestran.
Se esgrimirá que su depresión tuvo como causa el fallecimiento de su padre. Esto, de ser cierto, hubiera podido formar parte de la información brindada a los medios de comunicación para frenar especulaciones al respecto.
Los factores que contribuyeron a que el científico estuviera atravesando por la grave crisis que lo impulsó a tomar tamaña decisión deben ser múltiples. Cuánto secreto, cuánta intriga, cuánta mentira debió conocer a lo largo de estos sesenta y nueve años. No se puede obviar que su mundo estaba conformado por dos concepciones muy diferentes de ver la vida y la sociedad, los Castro y los Díaz-Balart.
Su suicidio irá a formar parte de los tantos misterios que acompañan al Gobierno de los Castro. La verdad saldrá a relucir, pero considero que en estos momentos todo lo relativo a su muerte será pura especulación.
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