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Miami, 3 feb (EFE).- Una obra de la artista cubana Tania Bruguera se muestra desde hoy en el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York, casi dos décadas después de ser suspendida en Cuba.
La instalación, que combina performance en vivo y proyecciones de videos en los que aparece Fidel Castro, fue censurada en Cuba supuestamente por incluir hombres desnudos, junto a un corto que habla de "los fusilados" por la Revolución. Bruguera, no obstante, desmiente que el verdadero motivo de la censura haya sido el desnudo.
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La obra Untitled (Havana, 2000) fue suspendida en la Séptima Bienal de La Habana, celebrada en el año 2000.
"La obra se creó para la Bienal de La Habana del año 2000 cuya divisa era 'Uno más cerca del otro'. Me centré en la diferencia entre los discursos de la vulnerabilidad creados desde el poder, y los creados desde los cuerpos vulnerables de los ciudadanos sin poder y sin derechos", señaló la artista en una entrevista telefónica con Efe.
"La verdadera razón de la censura no son los cuerpos desnudos, que apenas se veían, sino el mensaje de la obra y su connotación en un lugar donde se asesinaron prisioneros de conciencia", explica Bruguera, en referencia a la fortaleza de La Cabaña, donde, en sus primeros años, la Revolución fusiló a algunos detractores sin que mediara un proceso judicial.
La instalación de Bruguera para la bienal de aquel año 2000 se montó precisamente en La Cabaña, ubicada en la entrada del puerto de La Habana, pero fue clausurada por las instituciones culturales cubanas, tal como recordó la creadora, de gran prestigio internacional y que vive en Cuba, donde ha fundado el Instituto de Artivismo Hannah Arendt (INSTAR).
Muy conocida por sus performances a veces extremas y por su activismo social y político, por el que ha sido detenida varias veces en la isla, Bruguera indicó que aunque la pieza Untitled (Havana, 2000) pertenece al MoMa desde 2015, recién desde hoy se exhibe ahí.
Para presenciar esta obra, el público debe hacer fila como "algo que no solo es parte de la cultura del cubano postrevolución, sino también involucra el sentido de la espera, de la desproporción del sacrificio necesario para obtener algo como puede ser el pan de cada día", según explicó la artista.
"Quisiera que la gente pudiera sentir, a través de su experiencia en la obra, el peligro que implica dejar la responsabilidad de nuestras sociedades a políticos carismáticos y las consecuencias de reducir las complejidades sociales a categorías como bueno o malo", añadió Bruguera, creadora del performance El susurro de Tatlin #6, también censurada en Cuba.
"Quisiera que la gente entienda de forma visceral lo que se siente cuando una pierde los derechos humanos, sobretodo ahora que los discursos nacionalistas se están imponiendo. Quisiera que la gente de esos países que se llaman democráticos sepan que no son inmunes al autoritarismo y a las dictaduras", dijo.
La pieza que se exhibe en el museo de Nueva York hasta el 11 de marzo es también un llamado a las instituciones artísticas en EE.UU. "a ser espacios desde donde defender el derecho a disentir, a ser santuarios de la sociedad cívica".
Sobre El susurro de Tatlin #6, con la que aspiraba a que los cubanos se expresaran libremente tras el anuncio en 2014 del restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, y que no se realizó finalmente, la artista tiene la certeza de que la podrá realizar donde estaba previsto, la Plaza de la Revolución.
"Un día podremos llegar a la Plaza de la Revolución, o Plaza Cívica, como cada uno le quiera decir, para que desde la explanada cualquier cubano pueda decir lo que piensa sin miedo. Ese será el monumento vivo a la libertad de expresión y se hará algún día en Cuba", afirmó.
Sobre la situación actual de la isla observa que hay un "vacío de poder que crea mucha confusión" y se ha suscitado "un juego de espejos que se puede virar en cualquier momento".
La exhibición de la instalación en el MoMA va de la mano de un ciclo de cine cubano con filmes censurados en la isla, de diferentes épocas, como los documentales PM (1961), de Orlando Jiménez Leal y Sabá Cabrera; Seres extravagantes (2004), de Manuel Zayas, y Nadie (2017), de Miguel Coyula; además de la ficción Santa y Andrés (2016), de Carlos Lechuga.
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