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Puede parecer cosa del destino y de la suerte. De ambas suertes. La mala y la buena. Lo relata el diario Sun Sentinel. Dos miembros de la familia Dean, de la Florida, se han visto envueltos en dos de los sucesos más trágicos que ha vivido el estado y que están relacionados con el uso de armas de fuego contra la población civil: el que tuvo lugar en el aeropuerto de Fort Lauderdale y el ocurrido el pasado miércoles en la Marjory Stoneman Douglas High School.
Annika Dean, la matriarca de la familia, se encontraba en el aeropuerto de Fort Lauderdale el 6 de enero de 2017, cuando Esteban Santiago abrió fuego contra un grupo de desconocidos y mató a cinco personas. Ahora, este miércoles, un episodio similar aconteció justo delante de las narices de su hijo, en la escuela Marjory Stoneman Douglas.
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Annika quien es maestra de Indian Trace Elementary, en Weston, Florida dijo que apenas terminó sus clases su hijo Austin empezó a enviarle mensajes de texto acerca de lo que estaba sucediendo en su escuela.
La mujer relata que sintió cómo se hundía su corazón, porque ella sabía exactamente por lo que él estaba pasando.
Recordó entonces lo sucedido hace un año, cuando se encontraba en la Terminal 2 del aeropuerto de Fort Lauderdale y sintió los disparos del arma de Santiago. Recuerda haberse lanzado al piso y todo el dolor y el miedo que vino después.
Tal vez no estuvo tan cerca de la muerte como su hijo, que fue uno de los tantos jóvenes de la Marjory Stoneman que salió al pasillo de la escuela cuando sintió la alarma de incendio.
Al sentir los disparos, salió corriendo y se escondió en el fondo de un aula, gritando y llorando como muchos otros. La rápidez con la que actuó Austin le permitió salvar su vida, pero no sucedió así con dos de sus compañeros de clase que murieron asesinados por Nikolas Cruz, un joven de 19 años que ha dejado 17 muertos y 15 heridos en el tiroteo de este 14 de febrero en Parkland.
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