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En horario privilegiado del canal Cubavisión, a las 8:30 de la noche, durante hora y media, los cubanos pueden sumarse a Bailando en cuba 2, dirigido nuevamente por Manuel Ortega; Roclan en la dirección artística y coreográfica, y los maestros Santiago Alfonso, Lizt Alfonso y Susana Pous, en el papel de jurados. Como en la edición anterior de Bailando en Cuba, también están los presentadores Camila Arteche y Carlos Solar, y al dúo suma el joven Marlon Pijuán, conductor del programa La Colmena TV.
El teatro capitalino Astral acoge las diez galas previstas en esta nueva producción de RTV Comercial, aunque esta segunda temporada comenzó con dos programas destinados a la selección de las parejas entre 50 aspirantes, de los cuales se eligieron solo 16 parejas que concursarán a lo largo de las 12 emisiones, todas ellas resueltas temáticamente respecto a algún tópico relacionado con la cultura nacional, como por ejemplo, la edición de ayer, que reflejó la relación entre la música y el baile con el deporte.
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La obligatoria relación escénica entre el deporte y las coreografías de los competidores resultó en más de una ocasión improcedente, forzada, pues los bailadores incorporaban gestos fuera de lugar relacionados con el béisbol o el boxeo, mientras se recurría a piezas musicales que, aunque estaban dedicadas al deporte, no siempre resultaron las más idóneas para desplegar ritmo y compás.
Por otra parte, se abusó, en desmedro de la competencia, de la constante inserción de explicaciones, elementos teóricos, o historias sobre diversas manifestaciones danzarias localizadas a lo largo y ancho de la Isla. Y en un conjunto bastante recargado, y abigarrado, se incluyeron además otros paréntesis completamente accesorios que afectaron la dramaturgia y el suspenso imprescindible.
Tales pausas o interrupciones de la competencia pueden ser aportadoras, cuando resultan equilibradas, controladas, en ilustración aportadora, pero por ejemplo muy pocos televidentes pueden interesarse en el sorteo de los coreógrafos (que se relaciona con el funcionamiento interno del programa pero carece de atractivo para el público general), o en una entrevista grupal donde nada nuevo se dice. Además de la demasía en cuanto a las compañías invitadas que distraen la atención del sentido principal: la competencia.
De este modo, hubo demasiado “relleno” que muy bien pudo sustituirse con mayor cantidad de evoluciones de los competidores para que los jurados y los televidentes pudieran verlos y juzgarlos en plenitud.
Precisamente, la selección de algunas parejas evidenció a veces, cierta falta concordancia entre los criterios vocalizados por el jurado, y la puntuación que luego se les confería. No debieran regalar tantos elogios, y luego puntuar con solo seis o siete tantos a esta o aquella pareja.
De todos modos, Bailando en Cuba 2 sigue siendo un programa espectacular y atractivo, que ha conseguido naturalizar, y adaptar a nuestras condiciones e idiosincrasia, los rigores y parámetros del reality show de competencia de talentos. Es una buena continuación, pero tampoco suficientemente atractiva como para naturalizar el slogan de que "segundas partes siempre fueron buenas".
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