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El proyecto de Reanimación Urbana Callejón del Carmen inició en 2007 y terminó en 2009, en la ciudad de Santiago de Cuba, con el objetivo de conectar el Corredor Patrimonial Las Enramadas con la calle San Tomás –ambas en el Centro Histórico y consideradas entre las arterias más comerciales de la urbe– a partir de un trazo vial con condiciones dignas para acoger el trabajo de artesanos y la venta de sus producciones.
Básicamente la idea fue esa, además de reverdecer una calle bastante sucia y desatendida. Sin embargo, el resultado final fue muy diferente al que pensaron los urbanistas y especialistas de la Oficina del Conservador de la Ciudad de Santiago de Cuba.
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Lo que sucedió, concretamente, fue que luego de rehabilitado el espacio, este debía ser ocupado por los artesanos que se encontraban en la calle Heredia, solucionando así la descualificada imagen urbana que ellos daban a la famosa arteria, localizada también en el Centro Histórico, y donde el apiñamiento y el ir y venir de personas podían llegar a provocar hasta accidentes.
Quienes ya tenían montado su venduta en la también llamada «calle cultural de Santiago de Cuba» se negaron a partir, y argumentaban que el Callejón del Carmen era un lugar completamente descomercializado en la urbe. Razón que convence, cuando uno comprende sus temores de ver afectados el sustento familiar.
Coincidió que por esas fechas se comenzaban a autorizar la actividad privada en Cuba, y muchos de los nuevos cuentapropistas de Santiago avizoraron esta zona recién reanimada como un escenario ideal y virgen, listo para ser colonizado.
A esa misma conclusión llegaron las personas que tenían sus moradas en el Callejón del Carmen quienes vieron resueltos sus problemas económicos primero al guardar las pertenencias de los vendedores y recibir un dinero a cambio, y luego al poder acceder a la modalidad de alquiler de espacios.
Eso pensó todo el mundo, y en parte fue así, pero con algunos matices grises.
No obstante, el Callejón del Carmen devino primer proyecto novedoso en reanimación urbana y fue el primero que en Santiago de Cuba se realizó para acoger el quehacer del sector privado, un hecho que marcó un antes y un después en la manera en que se apreció a estas personas y en especial su inserción en el ámbito urbano, al concentrarlos en un espacio. De aquí nacieron experiencias buenas y malas.
El gran bazar de Santiago de Cuba
Hay quienes dicen que cuando se atraviesa el Callejón del Carmen, desde Santo Tomás hasta Carnicería, o viceversa, uno llega la final del recorrido desnudo, sin prendas y sin celular. La afirmación lo mismo sirve para referirse al ambiente que se ha creado en ese lugar, no siempre el mejor, como a los precios de las ofertas que casi «te encueran». En ambos casos les queda bien el mismo traje.
En el famoso sitio también ha nacido un mito urbano alrededor de los numerosos talleres de arreglo de equipos electrodomésticos, que en la práctica es casi exclusivamente de dispositivos móviles, y es que quien no encuentra ahí la solución a su problema o la pieza que requiere, mejor que ni insista. Hasta los trabajadores de ETECSA lo recomiendan… y por algo será.
En el gran bazar de Santiago de Cuba se vende todo y todos, hasta las propias personas, así lo afirma un amigo que buscando una mica de cristal para un móvil encontró a alguien ofreciendo sus favores sexuales y asegura que la proposición no era una broma: “se venden memorias y disco duros, pero si quieres te puedes llevar al vendedor, y con nosotros puedes hacer lo que quieras”.
Los talleres, haciendo equilibrio en la fina cuerda de la legalidad, venden piezas de dispositivos móviles y laptops, equipos nuevos y un larguísimo etcétera, y en gran medida fueron los principales responsables que la calle, de ser zona para artesanías, evolucionara en un gran bazar.
No faltan esos dulces que evocan las «santiaguerías» en el corazón, esos sentimientos que viven dentro de todos: turrón de maní en grano y molido, una versión cubana del turrón de alicante…; mientras que en los numerosos puestos hay obras de arte, artesanías, bisutería, zapatos, carteras y mucho más.
En la actualidad todo el mundo que vende algo anhela un espacio en el Callejón del Carmen, lugar que se ha consolidado como una importante área de comercio en Santiago de Cuba, en torno a la cual gira el desenvolvimiento de muchas personas, desde quienes alquilan espacio, hasta las que guardan las pertenencias de los vendedores, pasando por aquellos que les venden comida o sirven de medio de transporte, suministradores… Aquí se cumple una antigua regla: el arte de negociar y regatear atrae a cualquier tipo de mercader.
El merolico, esa figura muy cubana que vende hasta su alma y la de sus vecinos, pulula en la arteria cual asechadores y andan tal y como versa una frase muy criolla: como perros por su casa.
Aun cuando existen reglamentos que regulan la actividad comercial en el Callejón del Carmen –por estar en el Centro Histórico, una zona monumental declarada Monumento Nacional– hacerlo cumplir se ha convertido en un cascabel que rueda y no hay quien quiera ponerlo, ni inspectores ni policías… nadie.
Lo que enseñó el proyecto de Reanimación Urbana Callejón del Carmen
Fue la primera vez que se soterró, en el Centro Histórico de la ciudad, el cableado eléctrico y telefónico, también constituyó la primera experiencia de intervención en un área grande. Estas dos luego se repetirían en obras más ambiciosas como los trabajos en el Corredor Patrimonial Las Enramadas, el Paseo Marítimo y en Plaza de Marte.
Otra enseñanza fue el cambio de pavimentación y la nivelación de la acera con la calle, dos iniciativas que luego se retomaron en la reanimación de la calle más importante de la ciudad, varios años después.
Algo novedoso, y a la vez un reto, fue el alumbrado público que se hizo a partir de estructuras que se colocaron de una fachada a la otra, desde las edificaciones, innovación que nunca antes se había usado en Santiago de Cuba y que hasta la fecha ha soportado las embestidas de ciclones y terremotos.
Estas piezas metálicas aguantan, además, un sistema de toldos que mitiga los efectos del sol, y que se hizo pensado en aquellas personas que iban a pasar largas horas comercializando sus mercancías. Estas soluciones nunca más se han replicado.
Callejón del Carmen enseñó que se podían crear áreas en el Centro Histórico de la ciudad desatinadas al comercio, a partir del uso de técnicas y materiales nunca antes empleados, a partir de un diálogo entre lo nuevo con la tradición, sin entrar en contradicción.
Mostró, además, que no bastaba con las ideas y las intenciones, ni con la redacción de los códigos regulatorios y de manejo, sino que a veces era necesario convocar a entidades destinadas específicamente a hacer cumplir lo que se escribía.
Por sus aportes esta iniciativa alcanzó tres premios, dos en el Salón Nacional de Arquitectura y uno por Buenas Prácticas del año 2009.
Al proyecto de Reanimación Urbana del Callejón del Carmen le faltaron cumplir pocos detalles de su concepción original, como fue parte del mobiliario urbano y los toldos del tercer tramo, tampoco se logró buscarle un nuevo local al círculo infantil que se encuentra en sus predios, específicamente en la calle Santo Tomás, y cuyo objeto social no es del todo compatible con el ir y venir constante de personas.
Hoy lo que más le urge a esta arteria comercial, primer proyecto que benefició a la comunidad de trabajadores del sector privado de Santiago de Cuba, es que quienes tiene a cargo la imagen y el normal funcionamiento recuerden que existe este lugar, y que ello se revierta en mejoras que hoy necesita.
Además, si hoy existen las normas y reglamento que median el funcionamiento del proyecto del Callejón del Carmen, solo resta que estas se pongan en práctica, pero es una tarea que le toca a varias entidades para que este lugar, una hermosa idea, no continúe siendo un lugar de asedio.
Por último, también quedó en el éter la idea de extender la iniciativa del Callejón del Carmen a una parte de la calle Santo Tomás, donde se agrupa una buena cantidad de comercio estatal, y donde hoy los «merolicos» se enseñorean.
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