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Cada vez es más frecuente en Cuba que los productos cárnicos como jamones, hamburguesas y embutidos ofertados en puntos de venta a la población se encuentren adulterados con agua y otras sustancias desconocidas, denunció esta semana el diario Juventud Rebelde.
El llamado ‘jamón agüita’ prolifera en los mercados estatales porque no lo secan bien a conveniencia, ya que a mayor cantidad de agua más peso y más ganancia a costa del consumidor, expuso el periódico.
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“También existe la posibilidad de que, aunque le den una desecación correcta, le inyecten agua, lo que perjudica su solidez”, añadió la nota, que alude al proceso productivo llevado a cabo en las unidades cárnicas estatales.
Sobre este proceso, el artículo explica que se ha expandido ya en todo el país. “En Villa Clara hay en el sector estatal 32 centros de elaboración, repartidos en los 13 municipios, y 38 cuentapropistas debidamente autorizados con licencia sanitaria de Salud Pública”, indicó.
De acuerdo con la publicación, los embutidos se evalúan a través de un programa de vigilancia que implica el análisis en laboratorios para determinar si contiene la adecuada la cantidad de sal de nitro, un determinante en la conservación.
Extrañamente, el muestreo se realiza después y no antes de que el producto salga a la venta. Si le detectan alguna incorrección en la norma, explica el reporte, se hace un análisis con el centro de elaboración que lo produjo y se le aplica una sanción a los responsables al amparo en las disposiciones legales.
Además de la evidente textura aguada, los embutidos mal elaborados nunca poseen el color rosado a rojizo característico de la sal de nitro, sino un rosado pálido o blanquecino, afirma.
Según autoridades del sector, los embutidos producidos por los cuentapropistas están por lo regular en el límite inferior de la norma de sal de nitro, algo que afecta el sabor, la conservación y el color.
En relación a este ingrediente, Alberto Martínez Torres, jefe del Departamento de Higiene de los Alimentos de Salud Pública en Villa Clara, explicó que mal empleado, puede ocasionar una intoxicación inmediata o hacer un daño a largo plazo sin síntomas visibles.
Igualmente, muchas veces las entidades que no tienen los recursos materiales asignados para cumplir su encargo, “elaboran una mercancía de escasas cualidades y reciben una remuneración como si fuera de primera”.
En tal sentido, una industria con producciones regulares o malas logra resultados económicos satisfactorios, sin que el comportamiento de ese importante índice influya en su gestión.
“¿Hasta cuándo va estar vigente esa práctica dañina que fomenta el desorden, amparada en el desatino de que un producto adulterado o de mala calidad se comercialice a sus precios originales?”, se pregunta la publicación.
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