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Lissette Calveiro acumuló una deuda de 10 mil dólares porque quería convertirse en una Instagramer famosa. Hizo de todo para aparentar una vida lujosa en esa red social: compró ropa, entradas para conciertos, fue a restaurantes caros y viajó a lugares exóticos, pero no lo consiguió.
Ahora se lamenta porque perdió oportunidades de ahorrar o invertir el dinero en otras cosas. "Nadie habla sobre sus finanzas en Instagram", dijo en una entrevista reciente para New York Post. "Me preocupa lo mucho que veo que a las chicas les importa la imagen".
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Actualmente tiene un trabajo estable y logró pagar sus tarjetas de crédito, cuenta con más de 16 mil seguidores en Instagram, y desea que los jóvenes desarrollen una consciencia mayor en las redes sociales.
Su historia ha sido replicada por varios medios desde que se decidiera a contar la experiencia que tuvo intentado ser famosa. Buscando en su pasado, encontramos que Lissette es una joven cubanoamericana que, entre sus tantos viajes, hizo uno en 2016 que según ella, le cambió la vida.
Calveiro tiene 26 años. Su mamá es ecuatoriana y su papá cubano. Según cuenta, su padre se fue a España huyendo de la Isla. Nació en Estados Unidos y vivía en Miami, hasta que comenzó estudios universitarios en Nueva York. Cuenta que en su niñez visitó varias veces Ecuador pero jamás había ido a Cuba. Ni siquiera conocía a su abuela paterna.
Su padre se fue de Cuba a Madrid huyendo de la dictadura cuando un hermano suyo, Roberto Calveiro, cayó preso. Se había involucrado en la Masacre del Río Canímar de 1980 en la que un grupo de jóvenes intentó secuestrar una lancha de excursión con la intención de escapar a Miami. El Gobierno capturó la embarcación y tuvo que cumplir una condena de 15 años. Entonces su padre no aguantó y de Madrid viajó luego a Miami, donde hizo su vida.
Lissette cuenta que sabía de esas historias en discusiones en su casa en las que su padre contaba por qué nunca quiso regresar. Pero ella tenía una espinita clavada y quería saber más. “Siempre tuve curiosidad. No quería ir a sentarme en la playa. Estaba buscando un camino que me diera una vista de 360 ° de Cuba”.
En 2016 quiso regresar a su raíces y se fue a Cuba en un viaje organizado por CubaOne, una fundación que reúne a jóvenes cubanoamericanos interesados en rencontrarse con su cultura.
El viaje a Cuba
Llegó al Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana. Recorrió durante tres días la capital y Pinar del Río y luego se fue a Alamar, donde vive su abuela.
No sabía cómo era ella, si la quería o si tendrían algún tema de conversación pero “todas las preguntas se fueron en el momento en que vi la cara sonriente de mi abuela desde su balcón. Corrí escaleras arriba y la abracé como si la hubiera conocido toda mi vida”, dijo.
“Compartimos fotos, conversaciones y, por supuesto, una deliciosa comida cubana. Conocerla fue, definitivamente, como encontrar una pieza del rompecabezas que faltaba en la historia de mi padre y, finalmente, poder unirla para completar mi historia”.
Lissette cuenta que no entedía por qué su abuela nunca se había ido de Cuba pero ella le aseguró: que ese era su hogar y "aunque las cosas siempre pueden ser mejores, es mío y aquí es donde quiero permanecer”.
A su regreso se dijo: “Si me preguntan qué pienso sobre Cuba, diría que es un símbolo de resistencia”.
“Los cubanos pueden haber perdido la voz, el trabajo, el hogar y, para algunas personas, a sus familias, pero trabajan arduamente para compensarlo transformando sus comunidades en hermandades. Nunca he visto a vecinos y extraños cuidándose y apoyándose más que el pueblo cubano”.
Lissette dice que esa experiencia cambió su modo de ver las cosas y, especialmente, su visión sobre los cubanos y su historia.
“Durante medio siglo, muchos cubanos, incluido mi padre, se negaron a regresar a la Isla que una vez llamaron hogar. Para mí, Cuba no era solo un lugar al que no había viajado, era una pieza que faltaba en la historia de mi familia”, dijo en una entrevista para Usa Today en aquel entonces.
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