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No hubo sorpresas: Xi Jinping fue reelegido como presidente de China por unanimidad, lo habitual en un país comunista. Su segunda legislatura estará calzada por Wang Qishan, de 69 años, considerado por muchos la gran “eminencia gris” del sistema.
Según el diario español El País, Wang debe continuar al frente de la campaña contra la corrupción que llevó a cabo Xi en su primer mandato, y en la que más de un millón de funcionarios del Partido Comunista fueron sancionados.
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En este sentido, sus poderes aumentarán luego de la creación de una nueva Comisión Nacional de Supervisión, que elevará la vigilancia de Pekín sobre todos los empleados del Estado.
A lo externo, China aprovechará las habilidades diplomáticas de Wang y las relaciones que hizo cuando fue viceprimer ministro de Hu Jintao (desde 2003 a 2013), periodo en el que estuvo al frente de las conversaciones comerciales con Washington.
Por ello se espera de él que ahora encause la relación con Estados Unidos, en un momento en que el gobierno del presidente Donald Trump amenaza al gigante asiático con nuevos impuestos.
A Wang, un experto en política económica, se le reconoce la capacidad que mostró al gestionar la crisis financiera de 2008. Esa experiencia le será útil para ejercer como puente entre el presidente y los poderosos grupos que representan las grandes familias del régimen.
Por el momento, lo único cierto es que el presidente Xi Jinping continuará en el poder mientras quiera. Ello es posible desde el pasado domingo, cuando la Asamblea votó –por abrumadora mayoría, naturalmente– la reforma a la Constitución que le permite estar al mando tantos años como sea posible.
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