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Los días pasan, se acerca el 19 de abril, y el Gobierno cubano da los últimos pasos para asegurar ―no solo el traspaso de la presidencia en Cuba― sino también el futuro del engranaje político, y ello pasa por llevar a cabo una reforma constitucional que buscaría “atornillar”, todavía más, el poder del Partido Comunista en la Isla, y hacerlo bajo la apariencia de reflejar en la Carta Magna “las principales transformaciones económicas, políticas y sociales derivadas de los acuerdos aprobados" en los dos últimos congresos del PCC.
Tras dos recientes jornadas presididas por Raúl Castro, su Buró Político avanza en la prometida reforma constitucional en la que "el socialismo seguirá siendo irrevocable y el PCC mantendrá con los nuevos gobiernos su papel dirigente en la sociedad".
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Hay que recordar que, aunque el vicepresidente Miguel Díaz-Canel se convertirá ―presumiblemente― en el nuevo presidente del país, en realidad lo hará bajo la estrecha supervisión del propio Raúl, quien se mantendrá al frente del partido durante tres años más.
Castro asumió en el reciente pleno del PCC una actitud autocomplaciente y recalcó que “a pesar de los errores e insuficiencias reconocidas en este pleno, la situación es más favorable que hace algunos años". Asimismo reiteró la “total confianza en el futuro", siempre a la sombra de un "espíritu de resistencia y combatividad".
La pregunta, según destaca el diario español El Mundo, es si los cubanos comparten realmente esa misma confianza que Raúl Castro.
"Las expectativas económicas siguen sin ser favorables, principalmente por la crisis venezolana. Hasta el momento el turismo y el sector privado han amortiguado parcialmente los impactos del shock venezolano, pero faltan más reformas para que el país logre sostener una tasa de crecimiento decente y logre una nueva forma de inserción internacional", destacó al citado diario, Pavel Videl, antiguo funcionario del Banco Central de Cuba.
Cuba vive no solo en dos monedas distintas sino también bajo dos percepciones diferentes del día a día: la del Gobierno (mayormente triunfalista) y la de la sociedad (ahogada por restricciones de todo tipo), a la que le urge cambios importantes.
En este sentido, la unificación monetaria continúa siendo la principal prioridad y varios expertos reclaman la necesidad ―devenida a estas alturas ya en "urgencia"― de la unificación monetaria entre el peso cubano y el peso convertible (CUC), que impide el avance del país, y que divide a los cubanos en dos clases sociales con marcadas diferencias en lo que respecta a calidad de vida.
La construcción de viviendas también se han convertido en otro de los caballos de batalla en la Isla, ante la enorme crisis habitacional, aumentada por los huracanes, pero cuyos males principales nacen fundamentalmente del mal estado de conservación y de la carencia de nuevas construcciones.
El propio Gobierno de Cuba reconoció en julio de 2017 que en el país había un déficit de 880.000 viviendas, situación que empeoró notablemente tras el paso del huracán Irma, que causó daños en otras 158.554 casas, de ellas, 14.657 fueron derrumbes totales.
Por último, entre los grandes proyectos de revitalización económica emprendidos por Raúl Castro se encuentra el incremento en la apertura al capital extranjero y la ampliación del sector privado, aunque siempre de la mano de una elevada carga de regulaciones.
Cuba se prepara para un traspaso de presidente y para asegurar en la Constitución de la República, el engranaje que garantice la continuidad, sin embargo, no son pocos los medios de prensa internacionales que se preguntan, por estos días, en qué momento los cubanos verdaderamente podrán mudar de realidad y avanzar.
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