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Nadie podía imaginar, cuando surgió en los años setenta, primero en Panamá y luego en Puerto Rico, que el reguetón llegaría generar algunos de los números más populares del mundo, incluido Despacito, de Luis Fonsi y Daddy Yankee (Gasolina, Lo que pasó pasó) la canción más escuchada del 2017, que rompió todos los récords con cuatro mil millones de vistas.
Debe decirse que Despacito, y otras muchas canciones reguetoneras de moda, han cambiado la extrema sexualización de los números anteriores, por la apelación a elementos sensuales, pero no inciviles, mientras intentan dejar a un lado la chapucería dominante en el ochenta por ciento del género.
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Ante un éxito arrasador e inexplicable, muchos han decidido rendirse a la evidencia: el reguetón conquistó el mundo, y no hay nada que hacer. La solución jamás será la censura y la prohibición, pero siempre habrá que volver a enumerar diez de los más fuertes argumentos contra este tipo de música:
1. Sexo explícito: No hay lugar para el doble sentido, todo se dice, y por lo tanto, promueve la grosería y obscenidad, protagonizada, casi siempre, por un machazo capaz de satisfacer a muchas mujeres, de tener sexo en grupo, o de recibir dinero a cambio de su poderosa libido. De este modo, el reguetón provoca un proceso de transferencia de excitación que incita al comportamiento hipersexualizado.
2. Son machistas, misóginos o portadores de violencia de género: Según estas letras, la mujer es siempre fácil, perra o puta, por llamar las cosas por su nombre. Es domesticada, maltratada, sometida, fácilmente seducida para el adulterio o el sexo en grupo. Además se sugiere que todas son masoquistas y adoran el ultraje, sugerido tácitamente mediante el perreo.
3. Provoca enormes perjuicios en los niños: Incapaces de comprender las alusiones sexuales, los niños impostan el baile, el lenguaje, la actitud, y a la larga se crían machistas consumados, prostitutas adictas al maltrato, y cuando menos, acceden a situaciones evidentemente sexuales antes de tiempo, y así crece el embarazo en la adolescencia, o se favorecen los modales reguetoneros en tanto sinónimos de hombre de éxito.
4. Propone conductas materialistas, consumistas: los modelos de éxito se basan en atributos físicos, en un modo de vestirse y de vivir que, muchas veces, son inalcanzables: carrazos, mansiones, lujo estridente… Porque además, se impone una valoración de las mujeres, y hasta de los hombres, a partir solo de su capacidad para relucir, para llevar muchos adornos dorados y brillantes, y vivir una vida loca, de constante placer y comodidad.
5. Crea adicción fácil, a veces irreversible: Es el equivalente musical de las drogas o la pornografía, de modo que resta tiempo y mengua la inteligencia, cuando el joven se dedica, horas y horas, a través de tablets y smartphones, a buscar listas interminables de los reguetones más escuchados, un vídeo detrás del otro, todos adormecedores e idénticos.
6. Repetición que hipnotiza y embobece: La fórmula, la base rítmica e instrumental es la misma en la inmensa mayoría de las canciones, donde cambia más o menos la letra que se coloca sobre un background preconcebido.
7. Autoriza la desafinación e impone las voces mal timbradas: estimula la existencia de cantantes que no lo son, de compositores sin educación musical ni talento, y de música mecánica, sin alma.
8. Propaga, como si fueran virtudes, el tartamudeo, la gangosidad, las elocuciones circulares y repetitivas, las limitaciones de vocabulario y de “ideas” musicales, temáticas, coreográficas.
9. Promueve actitudes delictivas, marginales: el comportamiento de los reguetoneros, en la constante autopromoción de su privacidad, incentiva la paternidad irresponsable, el maltrato y la grosería, la prostitución masculina y femenina, el intercambio de insultos a cuál más grosero, el sexo con adolescentes inexpertas… y otros episodios que inundan ciertas páginas de internet.
10. Arrincona y suplanta géneros musicales mucho mejores: En Cuba los jóvenes están dejando de bailar y disfrutar el son y la rumba, la timba y el bolero. Todo se lo traga el reguetón con su irrelevancia machacona e inculta. Y que me perdonen los pocos artistas que cultivan el género. Ellos ni siquiera tienen que darse por aludidos.
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