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Cada año se distribuyen en la provincia cubana de Sancti Spíritus 30.000 litros de leche. Casi la mitad de ellos (13.000 litros) se venden en el municipio cabecera, donde los consumidores se quejan de que les dan "más agua que leche", según publica el diario oficialista Escambray.
"Ya no sabemos si alimenta", se queja Dulce Valdivia, una jubilada. Por su parte, Andrés Jiménez, también retirado, explica, que su esposa la hierve pero "ya no se bota". "La leche que no mancha el vaso, no sirve", recalca.
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En sus buenos tiempos (el rotativo no especifica a qué tiempos se refiere) Sancti Spíritus sobrecumplía la producción de leche con más de 62,2 millones de litros al año, era la segunda provincia productora del país, por detrás de Camagüey, y enviaba diariamente 25.000 litros a La Habana. Sin embargo, la cosa ha cambiado. El año pasado la Empresa de Productos Lácteos Río Zaza registró pérdidas que ascienden a 12 millones de pesos y se quedó 10.000 toneladas por debajo de los objetivos que se había marcado.
Los malos números son achacados al sistema de comercialización, la demora en el acopio de leche, las formas incorrectas de ordeño, a la escasez de recursos y los muestreos poco fiables que Agricultura hace a los ganaderos, denuncia el diario local. Hay que sumarle el hecho de que las fábricas están obsoletas y siguen a la espera de piezas de repuesto.
Una de las soluciones para que no le entre agua a la leche en Cuba pasa por envasarla en bolsas, pero esto dejó de hacerse porque los consumidores se quejaban de las roturas, que obligaban a reponer el producto más de lo que se hace en la actualidad. De hecho, se 'perdían' 70 toneladas de leche cuando las bosas salían defectuosas.
El problema no es el vaquero
Los ganaderos se defienden y aseguran que el problema de que la leche llegue aguada a los hogares espirituanos no es suyo porque todas las vacas dan leche buena, recalcan. "Siempre hay gente que da su cabezazo, pero los viejos tienen vergüenza y eso no se da", dice Michel Madrigal, con más de 12 años de experiencia en una vaquería.
Eso sí, se queja de que ya no les dan los filtros que les daban antes para colar las impurezas o que no tienen lactosímetros (mide la densidad de la leche) por lo que no se puede comprobar si los bodegueros le echan agua a la leche.
La Dirección General de la Empresa admite que la leche es muy susceptible de ser adulterada ya que el proceso de producción consta de nueve eslabones y con que uno de ellos la adultere, ya es suficiente.
Para solucionarlo, la Empresa de Productos Lácteos prevé volver a las bolsas, pero no hay fecha de inicio. Aunque los carros que trasladan la leche tienen GPS y se mejoren las tecnologías no se consigue que un producto destinado a niños menores de 7 años y enfermos reciban leche sin pasar por agua.
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