Los cubanos de a pie se han enterado recientemente de una mala nueva: para intentar viajar a USA, primero deberán hacerlo a Guyana, donde les aguarda la embajada norteamericana para tramitar sus visados, a partir de junio próximo, por decisión de la Casa Blanca, que sigue empeñada en su miopía política respecto a la isla.
¿Qué sentido tiene tener abierta una embajada en La Habana sin personal necesario para atender a los cubanos y, sobre todo, seguir la actualidad política insular, como hacen las embajadas extranjeras en cualquier territorio que las acoge?
La llamada “generación histórica” está en víspera de prejubilarse y aunque Raúl Castro conserve –si no se va antes- dos años más el cargo de Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, serán los cincuentones los encargados de lidiar con la pobreza, la burocracia y el desencanto.
La crisis de los espías sordos privó a USA de tener agentes sobre el terreno para ir evaluando la gradual construcción del capitalismo que emprenderán los relevistas; una labor complicada porque se trata de compaginar sus intereses personales de futuro con el sistema aparencial que rige Cuba en los últimos años.
El embullo Obama, desaprovechado por Cuba por los miedos que suscitó en sus ancianos dirigentes, y en la creencia errónea que Hillary Clinton ganaba, han retrasado la transición cubana y afectado la vida de los cubanos, al margen de su latitud geopolítica.
Y ahora Guyana, un país remoto, del que apenas pocos saben en Cuba; pero que se pondrá de actualidad pues habrá que viajar hasta allí para tramitar un visado, con el consiguiente sobre coste para los cubanos y sus familiares y amigos en el exilio. Castigar a los ciudadanos de a pie, solo genera más antiyankismo pasional en las destrozadas casas y almas cubanas.
Todo gesto de cerrazón y obstáculos, será aprovechado por el gobierno cubano para culpar a USA de un problema migratorio mantenido durante medio siglo, alternando explosiones como Mariel (1980), Balseros (1994) con procesos más o menos ordenados hasta las recientes reformas migratorias, que despolitizaron los viajes y los capitalizaron a favor del régimen que provoca la emigración de sus ciudadanos.
Marco Rubio, al que confieren una notable influencia sobre el presidente Trump; debía usar su capacidad para persuadir a la Casa Blanca que cuanto más ágil y barata sea la emigración cubana, mejor será para los cubanos y los norteamericanos, al tiempo que se priva a La Habana de un argumento de propaganda permanente
Ya bastante jodido es tener que irte de tu país, ayudado por familiares y amigos, para que encima te castiguen con norias absurdas que en abril te llevan a Bogotá y a partir de junio a Georgetown.
Y luego hay quienes se sorprenden en el Departamento de Estado porque un grupo de cubanos fue sorprendido mientras intentaba cruzar de Kamchatka a Alaska para llegar a territorio norteamericano.
Mientras los cubanos sean pobres y discriminados en su propio país, seguirán intentando llegar a USA y otros países por aire, mar y tierra; aunque sea sorteando las minas que circunvalan la Base Naval de Guantánamo o a lomos de reno por el Polo Norte.
Guyana, que no exige visado a los cubanos, pero sí mostrar solvencia económica, no es más que otro trampolín absurdo en el deseo cubano de irse de Cuba.
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