Vídeos relacionados:
Lo negro lo llevo dentro, lo negro nace conmigo.
(Copia textual del tronco de escándalo, que le oí dar a una calva vieja loca de carroza, con balcón a la calle, garaje, patio trasero y barbacoa crepitante, con capilla ardiente, en un solar habanero, tan destartalado, o más que “ella”, que me cuadra y por eso aquí lo reproduzco)
Lo más leído hoy:
(en tono de chancleta)
¡La mía! ¡Te rectifico!
Desde que yo era chiquitico, de mamey y del mango me chupaba la semilla, me ha gustado mucho, pero mucho con demasiado, la mezcolanza, el mejunje, el huéleme el chorizo, el repello y el roce con los seres humanos de piel mucho más oscura que la mía.
En lenguaje digno, por lo bajito y popular: quemo petróleo desde que tengo uso de razón.
Tuve nanas negras en el Círculo Infantil – o kindergarten a lo teutón - de las que costaba sangre, sudor y lágrimas despegarme.
Maestras a las que besé con todo el amor del mundo, creyéndome así agradecer el universo multicolor que se me abrió con sus cariños y sus correctas y super agradecidas enseñanzas.
Amigos, tengo un montón, un burujón, puñao, compañeros de trabajo, alumnos, profesores, profesionales o simplemente seres, a quienes admiro, respeto y adoro, sin pensar, ni fijarme, para nada, primero, o antes, en su envoltura. No me interesa ni el paquete, ni el cartucho, sino su contenido. Si es que es bueno. Y vale la pena.
Ni en su color, ni en su raza, ni en su sexo, ni por su idioma e, incluso, ni por defender filiaciones políticas, de religiones o costumbres, diferentes a las mías.
Usualmente cuando me fijo en la piel… es para tocarla.
¡Y ni que hablar de la cantidad de amantes morenos - casi rayando en azul oscuro - con los que he recholateao a mares!
Así que es tonto, bajo, sucio, malintencionado e hipócrita – condiciones sine qua non para devenir en troll-meticulosamente-adoctrinado-para-lanzar-podridas - que alguien me acuse, a esta altura, de “racista”, por llamar a lo prieto por su nombre.
Las “personas de color”, ¿de qué color son?
¡Negras!
No generemos falsas alarmas.
Llamar a lo negro, negro, no es ofensa.
En Estados Unidos sé que lo es.
Y, por supuesto, soy respetuoso con lo establecido, conviviendo con esta sociedad que me acoge y según sus reglas – “al país donde fueres haz lo que vieres” - llamándole, en su lugar: “afronorteamericano”.
¡Pero en Cuba!
Desde que yo nací, ya era otra cosa.
Cuando todavía en Norteamérica se bajaba a los negros de las guaguas, o se les hacía sentar separados, hacía rato qué en La Habana se montaban sin problema alguno, entraban a cualquier lado y se mezclaban, todo el tiempo, con todo el mundo. ¡Por no hablar de Santiago! Al menos esa fue la realidad que viví. Dentro de la educación que me inculcaron mis padres – y los pocos buenos profesores que quedaron en la Isla - cuando era niño.
También, a veces, puedo llamar a un blanco, blanconazo.
Como a un chino, mi chino.
O a un mulato, oye, ven pá acá, tú que eres la mejor invención del mundo y hasta: ¿niño, dime una cosa, tú trabajas aquí o en el Departamento de Atención al Hombre?
La discriminación aún existe en la sociedad cubana. Es verdad, real y latente.
Pero, lamentablemente, a los que me tildan de segregacionista, debo advertirles de que se cogieron el culo con la puerta, pues ese no es mi caso.
Y lo aclaro desde el enorme respeto, devoción y admiración que siento, por todos mis amigos discriminados, por cualquier motivo, discapacidad o diferencia.
Tengo claro, desde hace mucho, que todos somos diferentes.
Y nadie es perfecto ni mejor que nadie.
Muchas veces los que acusan de racismo, es porque suelen, en realidad, esconderlo. Sean de la raza que sean.
Lo siento, por ustedes, disparen esos tiros a otra parte. Y no gasten municiones en batallas, de antemano, perdidas.
No oculto a mi abuela esclava, vivo orgulloso de ella.
Es táctica demasiado poco digna vieja - típica de siquitrillado - atacar a los que piensan distinto, tratando de denigrarlos.
No puedo imaginar en que estrado, púlpito, tarima, idea, buró, mentira, puesto de mando, o nube, se alzan con la errónea idea de que son seres completos, inmaculados, impolutos, apolíneos y hasta estatuarios.
Yo soy racista, sí.
Pero contra los intolerantes, contra los que sólo siembran discordia, sinrazones e ignorancias, contra los envidiosos, contra los que se empeñan, en vano, porque los demás piensen, sientan y actúen de la misma manera que ellos. O que ellos creen que lo hacen, para ser más exactos.
Contra los oportunistas, los que tiran mierda sobre otros, silenciando u ocultando sus resquebrajados techos de vidrios.
Discrimino la censura, la estupidez, la arbitrariedad, la hipocresía, la ausencia de moral, el irrespeto por los otros, el empecinamiento absurdo en ralentizar el progreso - sobre todo del pensamiento humano - la insensibilidad, la violencia, la chusmería grosera y sin sentido, servida en bandeja, el egoísmo.
Soy racista contra la mala onda. Que no tiene forma, ni encanto, ni decencia, ni juicio, ni tonalidad.
Me opongo y soy contrario a la oscuridad con que se arropan las malas intenciones.
Por suerte la vida sola responde.
Hoy al regresar, contento, del semestral chequeo de salud, gratuito, que me ofrece este país, tuve que tomar un Uber. El chofer era un cubano respetuoso, decente y tranquilo, que casi al bajarme advirtió:
- Usted se parece mucho a un director de cine de mi país – y mencionó mi nombre.
- Debe ser porque soy yo – le respondí.
El hombre no lo quería creer.
- Yo leo mucho lo que escribe, le sigo, siga así – y por ahí siguió un rosario de loas que, por supuesto, encarecidamente, agradecí.
Al bajarme, respiré profundo y confiado.
He de insistir avanzando con mi negra existencia y mi negro porvenir.
¡Me encanta!
Archivado en:
Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.