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María acaba de cumplir 100 años. La longevidad le viene de familia. Su abuelo Nicasio Fernández murió a los 124 años, calvo y sin dientes. Su padre, Filomeno duró 114 y ella ya es centenaria. Aún así, María achaca su larga vida a que nunca come desordenado y siempre lo hace antes de las 12 del mediodía. También a que tiene dos corazones: uno para reírse y otro para la vida, y a que siempre ha creído en Dios.
Aunque puede parecer una fortuna vivir tantos años, María aclara que no todo son ventajas. Lo peor, en su opinión, es ver morir a los hijos porque sientes como si te murieras tú misma, asegura en declaraciones al diario Guerrillero.
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Esta pinareña acaba de celebrar sus 100 años con toda la familia unida y una mesa llena de dulces. A pesar de su avanzada edad, no se le escapa quién le prestó un plato o de quién es tal pozuelo. Lo controla todo.
Pese a ser centenaria, María no necesita que nadie le ensarte la aguja para coser su poquito. Su orgullo es lo bien organizada que tiene su cómoda con sus toallas y sábanas nuevas.
Cuando mira hacia atrás, recuerda cómo tuvo que hacer frente a la vida, sola con sus tres hijos porque su esposo se enamoró de otra mujer y se fue. Tuvo que trabajar en las escogidas de tabaco y en la fábrica Conchita para darle una carrera a todos.
Al varón lo perdió hace siete meses y esa tristeza le ha empañado el cumpleaños. "La gente coge conformidad cuando fallecen los padres y los hermanos, pero te digo que ver morir a un hijo es como morirse uno mismo".
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