Turismo cubano, un modelo fallido

El turismo nunca fue una opción en la agenda gubernamental cubana hasta que no quedó otro remedio.

Turismo en Cuba © CiberCuba
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Este artículo es de hace 6 años

El turismo cubano sigue renqueante, carece de un modelo claro de desarrollo estratégico y conserva intacta su notable dependencia de turoperadores foráneos y de cubanos residentes en el extranjero y nuevos ricos, y no consigue hacerse con una cuota de mercado estable en los segmentos medio alto y alto de la industria sin chimeneas.

Los problemas crónicos del turismo cubano son: mala calidad y poca variedad de su oferta, un excesivo control estatal y policial, la hostilidad de cinturones de pobreza en el entorno, bajo índice de repetición y carencia de una ocupación anual sostenida, las restricciones del gobierno norteamericano a los viajes de sus ciudadanos a la isla y la crisis económica que afecta a buena parte de sus principales mercados emisores.


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El turismo nunca fue una opción en la agenda gubernamental cubana hasta que no quedó otro remedio. El temor a la “contaminación ideológica” que implicaba el roce entre extranjeros provenientes de sociedades democráticas retrasó la apuesta y, cuando tomaron la decisión, apostaron por llevarse a los turistas a cayos y playas aisladas e intentaron obviar La Habana y otras ciudades en su afán por preservar a los cubanos de los males capitalistas.

Salvo las celebridades que siempre han sentido curiosidad por el museo cubano, y algún ricachón despistado, la mayoría del turismo que recibe Cuba son extranjeros jubilados, trabajadores y cubanos emigrados, además de los turistas revolucionarios de congresos, la brigada Venceremos, la Nórdica y alguno más en busca del toisón antiimperialista.

En paralelo, sus competidores en la zona, como Cancún y República Dominicana, han ido mejorando notablemente su oferta turística y haciéndose con cuotas notables de todos los segmentos de visitantes y combinándolo con desarrollos residenciales donde jubilados de USA y Canadá pueden vivir por la mitad de lo que les cuesta vivir en sus países de origen o donde emigraron en busca de agua y carbón.

¿Qué ofrece Cuba a un turista tipo? Hoteles envejecidos o mal construidos, una oferta gastronómica limitada, zonas de cierto confort acotadas y fronterizas con bolsones oscuros de pobreza, sexo a cambio de dinero o encubierto en un supuesto “proceso de adopción”, cuando el nativo lleva al visitante a su casa, conoce a su familia más cercana, yacen en un colchón desvencijado y al día siguiente comprueba que escasea el agua y que no hay para desayunar, asi que se moviliza y se va a una tienda para volver cargado porque ha sido conmovido.

En los últimos tiempos, las autoridades cubanas insisten en ponderar la seguridad como un elemento a favor del turismo, que existe y es notable en las zonas consagradas al visitante extranjero, pero eso no basta para que un turista se deje dinero porque de la seguridad excesiva al aburrimiento hay una delgada línea.

La mayoría del pueblo cubano es gente formada, con voluntad de romper la maldición del agua por todas partes y amable –pese a la pobreza impuesta- y sería un aliado formidable del turismo, siempre que sus beneficios se reviertan en mejorar la vida de ese cubano paciente y curioso de lo que hay al otro lado.

El jineterismo en sus diferentes manifestaciones es minoritario respecto de la mayoría de la población cubana que se duele de la prostitución sexual de una parte de sus hijos y nietos, y siente asco de los jineteros culturales con discursos mansos y almibarados para garantizarse la supervivencia, y del jinetero político que imposta un discurso para mantener sus migajas.

Estados Unidos, Francia y España son tres potencias turísticas mundiales, naciones seguras y amables con el visitante, que no alardean de sus índices de seguridad, aunque los visitantes siguen yendo porque, además de seguros, su oferta es riquísima y con opciones para todos los bolsillos y edades.

Los turistas que visitan España no buscan restaurantes de 5 tenedores, sino fondas y tabernas castizas, que bordan los guisos, casi siempre negocios familiares con empleados extranjeros.

En menos de un mes, el gobierno cubano ha anunciado un híper campo de golf en la zona de Las Coloradas en Pinar del Río, un proyecto a 25 años, con hoteles y viviendas. El anuncio no aclara cómo va a ser el manejo del agua para unas verdes praderas que se anuncian como el campo de golf más grande de América Latina, ¡faltaría más!

Y también anunció la construcción de un rascacielos en el “hueco” de 23 y K, que será el edificio más alto de La Habana. Un modelo constructivo desechado en la mayoría del mundo por los inconvenientes que generan sus altos costos de mantenimiento y climatización. La foto, facilitada, muestra un edificio feo que parece imitar una gorra.

En La Habana, sitio de paso de huracanes y ciclones, levantar torres de esa magnitud implica una sobre cimentación para aumentar la resistencia de la edificación a los fuertes vientos y el Ministerio de Turismo conoce los problemas del Meliá Cohíba y su hermano Habana, en sus estructuras.

Quizá sería útil que el ministro o algún responsable pida a la Embajada de Cuba en Barbados información sobre las instalaciones turísticas de esa isla caribeña y luego compruebe los niveles de ingresos barbadenses por el turismo y los compare con Cuba, por citar un ejemplo cercano.

La arquitectura cubana –principalmente la surgida durante las dos guerras mundiales por el sentimiento patriótico de la burguesía cubana- son los mejores ejemplos e inspiración de lo que aprecia un turista cuando visita Cuba.

Nadie en su sano juicio viaja a La Habana para ver rascacielos ni edificios racionalistas, sino para ver una Quinta Avenida salpicada de mansiones con la alfombra verde de sus jardines y parterres y, si es primavera, el contraste con el naranja de sus framboyanes. O para extasiarse con los antiguos centros Gallego y Asturiano y el cementerio de Colón.

Eusebio Leal sabe de estas cualidades y los hoteles restaurados en La Habana Vieja respetaron los valores habaneros de medios puntos y su capacidad para esconderse del sol; pero ya el negocio está en manos de militares y habrá que aguardar para apreciar sus instintos estéticos.

Pasado el embullo Obama, el turismo ha caído un 7% y la política de Trump va en la dirección contraria a facilitar la llegada de norteamericanos a Cuba, circunstancia que son un reto –otro más- para la isla y sus gobierno.

Quizá ha llegado la hora de elaborar planes económicos contando con los recursos propios, principalmente con la inteligencia y la bondad de los cubanos, que cuando vean que su esfuerzo es recompensado con dinero real, trabajarán como japoneses o más.

Las fotos con Maduro y Morales están bien, pero con eso, la gente no come y el modelo económico de depender primero de la URSS y luego de Chávez, solo sirvió para consolidar la pobreza, la ausencia de libertad y para que los empresarios cubanos –capaces y preparados- siguieran postergados como segundones de un inversionista extranjero de medio pelo o sin pelo, pero que han amasado verdaderas fortunas con la mendicidad impuesta a millones de cubanos bien formados y deseosos de vivir bien.

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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