La historia del cubano que se salvó ‘por los pelos’ de la tragedia de Chernóbil

Rodríguez Mas ni siquiera se encontraba en la zona del desastre por cuestiones de estudio, sino que había asistido a la boda de un compañero de clases.

Ciudad Nuclear de Cienfuegos y Fidel Alejandro Rodríguez Mas © 5 de Septiembre/ Magalys Chaviano
Ciudad Nuclear de Cienfuegos y Fidel Alejandro Rodríguez Mas Foto © 5 de Septiembre/ Magalys Chaviano

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Este artículo es de hace 6 años

A 32 años del accidente nuclear que más conmocionó al mundo, el ingeniero cubano Fidel Alejandro Rodríguez Mas recuerda vívidamente su corta estancia en Prípiat, días antes de que una implacable ola radiactiva la convirtiera en una ciudad fantasma.

En abril de 1986, Rodríguez Mas había viajado al poblado que acogía la llamada Ciudad Nuclear, distante a más de 100 kilómetros de Kiev. En la capital soviética, el cubano se encontraba cursando estudios en energía electronuclear para implementarlos en la planta que se estaba levantando entonces en Juraguá, Cienfuegos, su provincia natal.


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Rodríguez Mas ni siquiera se encontraba en la zona del desastre por cuestiones de estudio, sino que había asistido a la boda de un compañero de clases. “La fama bien ganada de las bodas ucranianas, donde folklor, comida y bebida abundaban, nos motivó a los nacionales que extrañábamos la casa y aceptamos la invitación”.

“El pueblo quedaba más cerca de Bielorrusia, sobre los 16 kilómetros, y aquello sería una gran fiesta, como en efecto. Fue un día inolvidable”, relató en entrevista con el diario cienfueguero 5 de Septiembre.

La alegría de los jóvenes estudiantes duró poco. Unos días más tarde, el 26 de abril de 1986, ya era noticia la explosión del reactor No. 4 de Chernóbil y la evacuación total de Prípiat llevada a cabo por el Ejército Rojo.

La cantidad de dióxido de uranio, carburo de boro, óxido de europio y otros compuestos fue de unas 500 veces mayor que el liberado por la bomba atómica de Hiroshima en 1945.

Zona del reactor accidentado en Chernóbil/ Wikimedia

El accidente causó directamente la muerte de 31 personas y forzó al gobierno soviético a la evacuación repentina de otras 116 000, así como a lanzar una alarma internacional tras detectarse radioactividad en al menos 13 países de Europa central y oriental.

El suceso afectó enormemente al cubano y a sus compañeros “porque conocíamos sobre el tema, teníamos noción del peligro y habíamos estado muy cerca del ‘epicentro’”, recordó Rodríguez.

“Nos unimos a la convocatoria de hacernos pruebas para donar médula ósea y allá estábamos entre los primeros, muchos resultamos compatibles como posibles donantes, aunque nunca fuimos citados. Quizá por nuestra condición de estudiantes extranjeros”, contó.

Miedo a una tragedia similar en Cuba

Un año después, Rodríguez Mas regresó a Cienfuegos y fue ubicado en la Inversión de la futura Central Electronuclear de Juraguá, cuyo proyecto previó contar con reactores diferentes al accidentado en Chernóbil. Sin embargo, la duda sobre un suceso similar en Cuba seguía sembrada entre los que vivieron de cerca el desastre.

Según recoge el periódico, los trabajadores y jóvenes que recibían capacitación para laborar en la planta cienfueguera se consolaban con que “el reactor nuclear averiado era distinto al que tendíamos acá, el de Chernóbil era de gran potencia, moderado por grafito”.

“No nos tiene que ocurrir a nosotros, estamos bien preparados”, “Allí se cometieron errores que no deben repetirse en Juraguá”, eran algunos de los comentarios más recurrentes entre aquello profesionales, mientras en la planta el trabajo continuaba en aparente normalidad.

Rodríguez Mas, quizá el cubano que más cerca estuvo de aquel lugar, asegura hoy no haber comprendido en aquellos días del desastre “la magnitud que tendía para Cuba y para mí en particular, pero a la altura de los tiempos sabemos que nos cambió la vida”.

“Algunos opinan que para bien, porque no construimos el Central; pero yo puedo afirmar que se trataba de un proyecto seguro, necesario para Cuba, y que quienes nos preparamos para su explotación lo hicimos con toda la profesionalidad necesaria a pesar de nuestra juventud”, sostuvo.

Libre de radiación, pero igual de “fantasma” que Prípiat se ha quedado la Ciudad Nuclear de Cienfuegos. Todavía permanecen allá las ruinas de una megafábrica abandonada, de casas modelo a medio construir; y, peor aún, los sueños de decenas de jóvenes que de la nada debieron ‘borrar’ todo el conocimiento científico adquirido para conformarse con cualquier trabajo útil que apareciese.

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