EDITORIAL: No es aceptable

Si Cuba no puede garantizar las seguridad en vuelos subsidiados con pasajes a 275 pesos cubanos, mejor que los quite.

Familiares de las víctimas © Alexandre Meneghini / REUTERS
Familiares de las víctimas Foto © Alexandre Meneghini / REUTERS

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Este artículo es de hace 6 años

Los cubanos tenemos el corazón roto. El accidente aéreo ocurrido el viernes en La Habana es el segundo más grave en la historia reciente de la aviación civil en la Isla.

Tenemos en nuestros pensamientos a todas las familias que hoy están llorando a los suyos. Para ellos la vida nunca volverá a ser como antes de que el vuelo DMJ0972 La Habana-Holguín se estrellara nada más despegar.


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Tampoco será lo mismo para las tres cubanas que han sobrevivido a la tragedia. Rezamos por sus vidas para que puedan salir de este trance tan sumamente difícil que les ha tocado vivir. Pero no nos engañemos. Esas vidas no volverán a ser como antes.

Es pronto y la investigación aún no ha revelado las causas de este trágico accidente. No sabemos qué pasó. Lo que sí sabemos es que el avión siniestrado fue alquilado recientemente a la compañía mexicana Global Air (Damojh), con un largo historial de incidencias en materia de seguridad, sin página web y con una flota de sólo tres naves a sus espaldas. Una de ellas, la que se estrelló en Cuba. Pero no nos preocupan sólo los antecedentes de la compañía mexicana del empresario español Manuel Rodríguez Campos. Su reputación tampoco es solvente. Se ha llegado a cuestionar incluso la pericia de su tripulación.

Es hora de rezar por los muertos, pero también de exigir que lo que le ha pasado a esas familias cubanas que han perdido a sus seres queridos no le ocurra a nadie más, siempre que podamos evitarlo. Cada vez que tenemos una tragedia aérea descubrimos que el avión que se estrella no cumplía con los estándares de seguridad que se exigen en el mundo civilizado. Da igual que pase en Cuba, en Europa o en la conchinchina. Si los cubanos recibimos una educación del primer mundo, queremos también una seguridad aérea del primer mundo.

Si Cuba no puede garantizar las seguridad en vuelos subsidiados con pasajes a 275 pesos cubanos, mejor que los quite.

En este caso, el accidente aéreo ha ocurrido en La Habana y es más de lo mismo. Los aviones tienen una vida útil de 25 años como promedio. El que se estrelló en Boyeros fue construido hace casi 40. Lo normal es que las compañías utilicen aviones de 4 a 10 años de antigüedad en vuelos comerciales. El que se desplomó en Cuba acababa de pasar una inspección técnica, pero era uno de más viejos del mundo.¿Y dónde volaba? En nuestro país.

La pregunta es por qué. ¿Por qué se contrató a una aerolínea que fue suspendida por dos problemas graves de seguridad en 2010? ¿Por qué se eligió a una compañía que en una ocasión se perdió sobrevolando Santa Clara? ¿Por qué utilizar en vuelos nacionales un avión que ha pasado por una decena de operadores comerciales, incluso en África? ¿Quién lo decidió?

Esto no es una cuestión de ideología. De izquierda ni de derecha. De castrismo o de anticastrismo. Esto es una cuestión de justicia y responsabilidad. Lloramos las muertes de nuestros hermanos, sufrimos por sus familias, pero tenemos la posibilidad y el deber de reclamar desde fuera de Cuba por los que no pueden hacerlo desde dentro. Y también tenemos en nuestros pensamientos a los dos saharauis (uno de ellos con nacionalidad española), a la pareja de argentinos y a los seis mexicanos que murieron en el desastre. Que no se nos olvide: han muerto 97 cubanos.

De los cinco accidentes aéreos graves que ha sufrido Cuba, sólo uno fue en un vuelo internacional. El resto (4) en vuelos nacionales. Tres de ellos en rutas a Santiago.

Y sí, es duro decir esto con las víctimas aún sin enterrar y con tres de nuestras hermanas luchando por sus vidas en terapia intensiva. Es duro, pero es verdad. Y tenemos que asumir la verdad. No es la verdad de los gusanos. Es la verdad de los cubanos.

Lo que ha ocurrido con el vuelo La Habana-Holguín de Cubana de Aviación de este viernes, no es ni mucho menos la primera catástrofe de transporte público en Cuba. Holguín, la provincia más afectada por el siniestro aéreo, sufrió un accidente ferroviario en 1996, que dejó otros 60 muertos.

Tenemos la obligación de reclamar al Gobierno de Cuba que mire por la seguridad de los cubanos. Lo barato sale caro. Probablemente esto no habría pasado si el organismo estatal encargado de alquilar este avión de Global Air hubiera hecho bien su trabajo.

Y sí, es duro decir esto con las víctimas aún sin enterrar y con tres de nuestras hermanas luchando por sus vidas en terapia intensiva. Es duro, pero es verdad. Y tenemos que asumir la verdad. No es la verdad de los gusanos. Es la verdad de los cubanos.

Si Cuba no puede garantizar las seguridad en vuelos subsidiados con pasajes a 275 pesos cubanos, mejor que los quite. Ni podemos ni queremos ignorar que el embargo prohíbe comprar aviones con piezas hechas en Estados Unidos, pero la pregunta es ¿se tocó ese tema en las negociaciones con Obama? Sería lamentable que no hubiera estado entre las prioridades.

Cuba tiene un largo camino por delante en materia de seguridad del transporte. Este mismo mes la Aeronáutica Civil cubana anunció que cancelaba la operación de los AN-158 alquilados a Rusia en 2013 con opción a compra porque no eran seguros y habían dado múltiples fallos mecánicos, eléctricos e hidráulicos.

Hoy podemos hacernos una idea de cómo estaban esos aviones, que con todos esos defectos fueron utilizados en vuelos nacionales durante cinco años. Si la mexicana Global Air era una mejor opción que los AN-158 eso significa que hemos estado jugando a la ruleta rusa con la vida de las familias cubanas. No hay derecho.

Si la mexicana Global Air era una mejor opción que los AN-158 eso significa que hemos estado jugando a la ruleta rusa con la vida de las familias cubanas.

Miguel Díaz-Canel tiene ante sí la primera prueba de su mandato. Prometió continuidad. Ahora deberá demostrar si el continuismo incluye seguir haciendo mal las cosas, parcheando y sin incluir reformas de fondo en temas tan elementales como la seguridad del transporte público.

No le estamos pidiendo que aparque su obsesión con la recogida de basura en La Habana. Le estamos pidiendo que haga bien su trabajo. Que exija responsabilidades; que garantice la seguridad y el derecho de las familias cubanas a reclamar indemnizaciones a Cubana de Aviación.

Los accidentes siempre pueden ocurrir, pero no es aceptable que ocurran porque se trabaja mal, se recortan gastos en temas fundamentales y se pone en riesgo la vida de las personas sólo para llenarse la boca diciendo que se ofrecen viajes a precios subsidiados.

Aún consiguiendo todo eso, la vida de las familias cubanas que han perdido a sus seres queridos nunca volverá a ser lo mismo. Nada les devolverá a los suyos, pero no tendrán que mirar con terror al cielo cada vez que escuchen el vuelo de un avión de Cubana por temor a que se caiga.

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