Desde hacía más de 30 años Rodolfo Hernández González, una de las víctimas del trágico accidente aéreo del pasado 18 de mayo en La Habana, trabajaba como mecánico en el sistema aeronáutico de Cuba.
Los aviones eran su pasión. Por eso se hizo ingeniero en motor y fuselaje en la antigua Unión Soviética. Ese día viajaba a Holguín, como tantas veces, para restaurar otros aparatos similares al Boeing donde murió.
Según el periódico oficialista Escambray, aunque vivía en La Habana, era el único espirituano de los pasajeros, pues nació en Cabaiguán.
“Lo avalaba una hoja de servicio que daba fe de su entrenamiento en las flotas Antonov-24, en la Empresa Cubana de Aviación, o de su experiencia como mecánico en el grupo de mantenimiento de las A-320, o de la sapiencia que le valió para certificarse en el trabajo con aparatos de gran porte como los Boeing o Airbus”, añadió la publicación.
Desde 2011 laboraba como técnico en la empresa mixta IBECA S.A., encargada de dar mantenimiento a aeronaves.
Este viernes hubiese cumplido 55 años. Le sobreviven su madre, su esposa y su hijo Alejandro, de 20 años.
El viernes 18 de mayo un Boeing 737-200 que Cubana de Aviación había alquilado a la compañía mexicana Global Air, se estrelló poco después de despegar del Aeropuerto Internacional José Martí, con 113 personas a bordo.
Al principio sobrevivieron tres mujeres, pero una de ellas murió días después. Las otras dos permanecen en estado crítico en el hospital Calixto García, de la capital.
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