Es el Desfile de la Serpiente el momento más bello de la Fiesta del Fuego, cuando el Caribe desanda por las calles de Santiago de Cuba, y convertido en muchedumbre de personas, color, bailes, ritmos, disfraces, evoluciones… deviene enorme pasacalle en el que se imbrican pueblo con artistas.
Por eso es esta, y no otra, la inauguración popular del evento, la que esperan santiagueros y santiagueras de a pie.
Por momentos la conga, con su inconfundible corneta china, a lo lejos el merengue dominicano, más cerca del Parque Céspedes suena los tambores de los cabildos herederos del legado africano, pero más cerca está la bomba puertorriqueña, con su ritmo desenfrenado y contagioso.
Ese género se enseñoreó en esta ocasión, y ni la muy famosa y popular conga pudo mellar su protagónico. Y no es solo que este año se le dedique, por segunda vez y después de casi 30 años, un Festival del Caribe a nación boricua. Es que la bomba sonó, y duro, en la casa del trompo.
El Desfile de la Serpiente demostró, en la 38 edición del Festival del Caribe, que Cuba y Puerto Rico son, al menos en la música, dos alas de un mismo pájaro.
Hay rostros que se hacen habituales en este enorme pasacalle. Los grupos portadores no solo muestran sus tradiciones más raigales, sino que lo hacen en la figura de aquellos que son líderes, muchas veces espirituales, otras culturales, a veces ambos.
Porque si hay algo que se sobra en el desfile son los objetos, adornos y atributos alegóricos a cualquiera de las religiones populares.
El día del Desfile de la Serpiente, lado a lado, caminan artistas con sus trajes más vistosos, que acompañan con sus desempeños de lujos, pero también líderes comunitarios y religiosos, con sus resguardos y protecciones, bailan los orishas, tocan congas los extranjeros, un niño camina con una bandera que no es suya, una enseña puertorriqueña si colores que bien podría ser una cubana en luto, o al contrario, quien sabe, un gladiador romano… aquí todo tiene espacio pues son días del Festival del Caribe.
Es que si algo tiene la Fiesta del Fuego es que las religiones, los idiomas, el lugar de origen… todo deja de tener relevancia, y más en el Desfile del Fuego donde lo único que importa es sentirse caribeño.
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