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Los cederistas villaclareños eligieron a Raúl y a Díaz Canel como delegados de honor al IX Congreso de esa organización, cita que se desarrollará del 26 al 28 de septiembre próximo.
“Esa elección no es casual. Siempre se escoge una provincia con resultados positivos para que sea la que tiene el honor de proponer a los jefes”, explica Dulce María, una santaclareña que por 9 años estuvo dirigiendo un comité del reparto Escambray.
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Luego, apuntando con su mano derecha al edificio donde radica la coordinación provincial de los CDR, se pregunta: “¿cómo estará el resto del país, si la provincia que propuso a Raúl luce así? ¡Tienen un basurero en la misma puerta, chica! ¡Eso da pena!”, se queja con evidente resabio.
La vieja organización fundada por Fidel en de 1960, como un cuerpo de vigilancia barrial para enfrentar todo acto que atentara contra el sistema político cubano, ha sufrido un desgaste evidente en las últimas décadas, y ya no desarrolla muchas de las actividades que en sus inicios le dieron sentido, como es el caso de las recogidas de materia prima o “las guardias cederistas”.
“No es que hayan sacado las guardias del guion, sino que francamente ya nadie las hace, porque vivimos con mucho estrés y hay otras cosas más importantes. Los tiempos cambian”, reconoce Dulce.
De hecho, hace unos meses en Villa Clara se propagó una broma según la cual una funcionaria provincial de los CDR la habían destituido del cargo luego de que le robaran el carro la misma noche en que se encontraba de guardia.
“Nadie va a creer en ti porque asignes cuatro pedazos de ternilla, y una botella de ron cada 27 de septiembre. Yo me entero de que aún existen los CDR cuando me cobran los cuatro pesos de la cotización, o los días de elecciones, porque vienen a la casa a traerle la boleta a papi para que vote. Esto ya no se parece a lo que un día fue”, argumenta Dulce.
En la propia asamblea donde fueron elegidos Raúl y Díaz-Canel como delegados de honor al IX Congreso, se hizo referencia a los graves problemas que ahora mismo enfrenta esa organización de masas. Según reseñó la corresponsalía villaclareña de la Agencia Cubana de Noticias (ACN), la coordinadora municipal de la organización en Santa Clara, Katiuska Mildestein, reconoció entre las principales deficiencias de los 2852 CDR de la ciudad, el deficiente enfrentamiento barrial al mosquito aedes aegypti, la escasa vigilancia popular y, sobre todo, la inestabilidad en los cargos de dirección.
Hoy, a pesar de los esfuerzos por integrar a mayor cantidad de jóvenes a puestos directivos, la edad promedio de los presidentes y coordinadores barriales supera los 50 años.
Con excepción de las donaciones voluntarias de sangre, un programa apuntalado desde los CDR para garantizar la disponibilidad de hemoderivados en los centros asistenciales de la salud pública, la vieja organización celadora ha perdido toda su fuerza y legitimidad dentro del pueblo cubano; solo vive dentro de la retórica gubernamental.
Demonizados por muchos como “brazo delator del régimen” y reverenciados por otros como un logro indiscutible de Fidel, los CDR han debido librar su más difícil batalla en los últimos tiempos: aparentarse vivos cuando hasta sus propios creadores los saben extintos.
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