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Una artista norteamericana que viajó a Cuba en junio para disfrutar de la Fiesta de Fuego en Santiago de Cuba, fue interrogada y maltratada durante horas por miembros del Ministerio del Interior debido a un “peligroso” GPS que llevaba.
Shannon Rose Riley, artista, profesora y Jefa del Departamento de Humanidades en la Universidad de California, había viajado a la Isla hasta en siete ocasiones anteriores.
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Siempre la había pasado bien, por eso no dudó en volver para participar del evento y recuperarse de un accidente de tránsito sufrido recientemente.
Fue precisamente este hecho el que motivó a su esposo a entregarle un dispositivo que le permitiría conocer por dónde andaba su pareja cuando la cobertura del roaming telefónico no funcionara.
Se trataba de un InReach, un dispositivo de comunicación por satélite que permite enviar y recibe mensajes de texto desde cualquier lugar, con independencia de la cobertura móvil estándar.
El aparato levantó sospechas en el aeropuerto de Santiago, donde según narra el sitio web Cubanet, le registraron su equipaje hasta el más mínimo detalle.
Pero ese fue solo el primer mal rato.
Cuando le quedaban 36 horas para dejar el país, fue al hostal donde se hospedaba un oficial de Inmigración para “que fuera esa misma tarde a su oficina en el Reparto Vista Alegre”.
El agente le preguntó “si poseía visa profesional para participar en el evento”. Intrigada por el motivo de aquella citación, el hombre solo respondió: “No me pregunte, porque yo no sé”.
En la sede del MININT fue interrogada durante ocho horas acerca del “aparato de gran alcance” que llevaba días usando para comunicarse con su esposo.
Según los oficiales, había transgredido la misma ley que su coterráneo Alan Gross en 2009.
A medianoche la dejaron ir, con la amenaza de que “si comprobamos que has trasmitido información sensible sobre nuestra ‘seguridad nacional’ a tu gobierno con esta cosa que examinaremos mañana, serás procesada por infiltración… ya sabes”.
Fue una verdadera tortura. Solo pudo irse de allí después de firmar tres pliegos caligrafiados que no sabía que decían, pues nunca le dieron el servicio del traductor que solicitó al llegar.
Al salir de allí solo atinó a encerrarse en su habitación donde estaba alojada, segura de que vendrían a detenerla en cualquier momento. Al otro día, como tenía previsto, marchó hacia el aeropuerto.
Cuando llegó, otra mala noticia: su vuelo que debía salir a las 8:30 de la mañana había sido pospuesto para las 9:00 de la noche.
De nuevo en el hostal, llamaron de Inmigración para anunciarle que “le devolverían el artefacto con la condición de no usarlo nunca más ni volverlo a traer en un próximo viaje.” Eran más de las 8:30, en ese momento ya debía estar viajando de regreso a su país.
Le desearon un “feliz regreso”. Nadie pidió perdón por el maltrato ni por el tiempo que le quitaron.
Lo que pudo haber sido una feliz estancia de diez días en la Isla, tuvo para esta artista que “ama a Cuba y a su gente” un final de pesadilla. Hoy Shannon duda de si habrá un noveno viaje a la Isla alguna vez.
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