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Aunque a periodistas del Sistema Informativo de la Televisión Cubana en varias ocasiones se les ha escuchado decir “aquellos duros años del período especial”, como si en algún momento hubiese llegado a su fin esa época que tanto marcó a generaciones de personas –y si pasó, pues miles ni lo han notado–, lo cierto es que la retransmisión hoy de la muy famosa novela japonesa Oshin, revive la década del 90 con todos sus fantasmas.
Devenida ícono de una época y una de las novelas más populares de todos los tiempos en Cuba, Oshin se transmitió en un momento donde no existía el vilipendiado “paquete” y tener en casa un video era uno de los grandes lujos de la familia. Por eso, el famoso “horario de la novela” marcaba una pausa en el estrés de las termoeléctricas y también en la dinámica al interior del hogar.
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Siempre ha sido singular la relación de los cubanos con la telenovela en transmisión. Peinados, vestuarios, frases…, pero con Oshin fue el nombre “Takeshi” el que ganó algunos adeptos, incluso cuando existe en Cuba una norma que regula la manera en que se les pone a los bebés al nacer y dice, algo así, que no pueden ir en contra de la idiosincrasia del cubano… pero hubo, y hay, varios Takeshi caminando entre nosotros…
Pero Oshin venía acompañada, cada noche, de la incertidumbre del “apagón”, posiblemente, junto a la carencia de toda índole, los dos peores fantasmas del período especial, más en los años 94 y 95 del pasado siglo cuando la situación estuvo bien tensa… y que muchos de hoy o no vivieron o prefieren olvidar, aunque para otros es imposible hacerlo.
Oshin venía acompañada, cada noche, de la incertidumbre del “apagón”
“La verdad es que fui de las que lloró cuando transmitieron Oshin, pero eso fue hace años, y la verdad la veo ahora y no sé por qué, posiblemente es que cuando la estrenaron no había más nada que ver y la situación estaba bien pero bien mala, entonces uno como que se veía reflejado o tenía los sentimientos a flor de piel, también en ese momento no había ni “paquete” ni WIFI”, comenta Elena.
La visión de Orestes está más cercana a la ficción: “te ríes, pero es verdad lo que te digo. Oshin la transmitieron en un momento en que era conveniente que las personas fueran más humildes, estuvieran más controladas, que fueran más sumisas… y eso hoy no funciona, la verdad es que la gente hoy no es tan sumisa ni está tan tranquila, y mucho menos quiere ser humilde”.
Comenta Melba que “a mí sí me funciona que la pongan en la actualidad, yo la disfruto de nuevo, porque, aunque me parezca exagerado ese espíritu de sacrificio de la protagonista y no esté a tono con la actualidad, sí transmite valores como el respeto a los mayores, a la familia… y que sí son necesarios que se retomen… no es fácil ver a personas que maltratan a sus padres y abuelos, por eso novelas como estas trasmiten contenido necesario hoy”.
A mí sí me funciona que la pongan en la actualidad, yo la disfruto de nuevo, porque, aunque me parezca exagerado ese espíritu de sacrificio de la protagonista y no esté a tono con la actualidad, sí transmite valores como el respeto
Oshin es un recuerdo de los años más duros del período especial. Mientras hoy algunos niños temen a la oscuridad en la noche cuando la corriente se va por unos pocos minutos pues los apagones no forman parte de su vida diaria, en la memoria de las personas, que ven la retransmisión de la famosa novela, también brotan los recuerdos de las largas jornadas donde la falta de fluido eléctrico tenía horario de inicio y nunca de fin, y se extendían hasta por 14 horas, y más…
En la memoria de las personas, que ven la retransmisión de la famosa novela, también brotan los recuerdos de las largas jornadas donde la falta de fluido eléctrico tenía horario de inicio y nunca de fin, y se extendían hasta por 14 horas, y más
También el del picadillo de cáscara de fongo (plátano burro), el de telas de calendarios, almanaques, convertidos en vestidos, los duros años donde era un sueño que cada persona de la familia pudiera comer un pedazo de carne, de otras que sentían vergüenza de su obesidad, fruto al beneficio de trabajar en algunos lugares, mientras sus propios hijos vivían a base de caldo y sopa, también de puré de azúcar quemada y cuando tener pan suave, de calidad, era una bendición del cielo.
Hoy son una curiosidad del pasado, pero no fueron pocos los que comieron arroz teñido con vitaminas, o usaban una variedad de hongo para hacer una especie de prú que convertían en bebida, y las latas de refresco eran sinónimo de persona pudiente o que trabajaba en uno de esos lugares a los que todos querían pertenecer, las ropas de saco pintado o las famosas zapatillas que de tan malas, les decía «chupa meaos».
“Recuerdo los calentadores de agua de latas de diferentes dimensiones, que había que cambiarlas cada cierto tiempo porque se oxidaban, también los encendedores de cocina bien rústicos, que eran como una resistencia y que metía unos chispazos que asustaban, los tubos de pasta de diente convertidos en mecheros para los apagones, los anafres para cocinar con carbón, las botellas que picábamos para hacer la parte de arriba de los quinqués…”, comenta Elena.
“Te voy a decir algo, no sé si es casualidad o no, pero cuando se trasmitió Oshin la cosa estaba dura, bien dura… pero uno tenía dinero, es que simplemente no aparecían las cosas, pero ahora en 2018 la vuelven a transmitir, y te digo que la cosa también está dura, y es al contrario, hay cosas, pero no hay dinero en el bolsillo… si no tienes un “invento” que te garantice un “diario”, un negocio, pues estás embarcado… entonces, ¿casualidad que ahora te pongan en la televisión una novela que casi te dice que tienes que ser humilde, trabajador y sumiso? Yo creo que no”, añade Orestes.
Cuando se trasmitió Oshin la cosa estaba dura, bien dura… pero uno tenía dinero, es que simplemente no aparecían las cosas, pero ahora en 2018 la vuelven a transmitir, y te digo que la cosa también está dura, y es al contrario, hay cosas, pero no hay dinero en el bolsillo
Nadie duda que lejos está la Cuba actual de los años '94, '95, cuando vivir era más bien una misión de supervivencia. No obstante, la actualidad, el día a día del cubano de a pie, es bastante cruda, cuando un salario (y en realidad ni tres salarios básicos juntos) alcanzan para hacer realidad ni los sueños de la mesa, por no mencionar otros.
Entonces, no es 1994, pero es 2018 con otras problemáticas igual de duras, porque como se dice en ocasiones por estos lares: en Cuba los fantasmas son los mismos, solo se reciclan para mantenernos entretenidos.
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