Vídeos relacionados:
Me acuerdo como si fuera ahora: cuando el béisbol cubano perdió la corona de los Centroamericanos de 1982, parecía que el mundo se nos vendría encima. Hasta las piedras debatieron la derrota, y hubo días no oficiales de luto nacional. Era una época donde perder sonaba a afrenta.
Sin embargo, este jueves se supo que el team Cuba no podría ganar el oro en los diamantes de Barranquilla 2018, y la gente en lugar de irse a la esquina a armar su controversia como antaño, se limitó a unos hombros encogidos, una frase lapidaria o algún chiste rayano en el sadismo.
Lo más leído hoy:
La fuerza de la costumbre (esto es, de perder en cuanto evento se compite) ha obligado a resignarse. Los fanáticos, engañados otrora con el cuento de que poseíamos el mejor béisbol del planeta, han debido no solo aceptar la superioridad de escuadras como Estados Unidos, Japón o República Dominicana, sino también sufrir humillaciones como la que recientemente nos regaló Alemania en Harlem.
Así, el cubano de a pie ha preferido depositar su orgullo en las muñecas de José Dariel Abreu, los ponches de Aroldis Chapman o los engarces de Candelita Iglesias. La liga del enemigo, ninguneada mientras se pudo hacerlo, es ahora el refugio de las mejores actuaciones insulares, y hacia allá mira –Internet mediante- la afición mayoritaria del país.
Tal es la realidad, y ojalá no aparezcan extremistas que la califiquen de tendencia extranjerizante o le confieran inexistentes visos ideológicos. Los cubanos de ahora se aferran a la MLB porque a todo el que le gusta la música le atrae la Scala de Milán, pero también (y sobre todo) porque allá ve triunfar a sus hombres. En el equipo de las cuatro letras, no.
Entonces, la complacencia es la razón. El deporte es una búsqueda constante de victorias, y reporta infinitas veces más placer celebrar treinta jonrones de Kendrys Morales que presenciar reveses como los que acabamos de vivir ante unas dudosas selecciones de Puerto Rico y Venezuela. Cualquier idea contraria a lo anterior no será más que puro y duro masoquismo.
Parte el alma. Entrenamos a destajo -mes tras mes y provincia tras provincia- de cara a un campeonato de raquítico abolengo, y para colmo de vergüenzas, lo perdemos. Como el papalote nostálgico de Silvio, la credibilidad del equipo más laureado en la pelota internacional del siglo XX va a bolina, y lo peor del caso es que los encargados de salvar al paciente solo quieren recurrir a pastillitas. ¿El bisturí? ¡Muy bien!, ¿y tú?
Pero algún día habrá que irse al quirófano. Alguien más preocupado por el béisbol que por cuidar su puesto propondrá una caravana de reformas, y algún oído receptivo le dará el visto bueno para, entre otros puntos, contratar técnicos foráneos, atraer patrocinadores a la Serie Nacional y fomentar en serio (no a golpe de eslóganes) la masividad.
Ojalá que ese día no demore demasiado.
Archivado en:
Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.