Adelina cuenta que antes del 59 los suyos eran gente muy pobre, allá en una finquita cercana a Las Delicias, en el actual municipio espirituano de Fomento; explica que a su familia no le sobraba de nada, pero que a sus padres nunca les faltó un pedazo de carne de puerco para darle de comer a los 11 hijos.
Hoy Adelina tiene 85 años, y lleva casi un mes y medio sin probar lo que, más que un alimento, ella define como “mi delirio”.
Y en sus palabras no falta razón. Para muchos se ha vuelto una quimera comprar carne de cerdo en los tiempos que corren. Incluso en Placetas, el municipio de mayor producción porcina del país, y donde vive esta abuela desde el año 1965.
Según algunos entendidos en la materia, la carne que se produce en La Villa de Los Laureles, alcanzaría para abastecer —sin el sobresalto de la escasez— a una gran provincia como Villa Clara, y otra de menos población como su vecina Cienfuegos. Exagerada o no esta aseveración, lo cierto es que hasta en este, el municipio más central del país, escasea la carne preferida de los cubanos.
“Nosotros producimos, pero no controlamos la venta, por supuesto. Existe algo llamado balance nacional, y otra cosa llamada turismo, por ahí se va cerca del 90% de lo que produce Placetas”, asegura Yosvani, un joven que al terminar la secundaria no quiso seguir en la escuela de oficio y se dedicó a la crianza.
A él no le falta la carne de cerdo, y probablemente su convenio con el estado le garantice los suficientes dividendos como para sostener una familia; pero muchos de sus compatriotas, que hacen malabares para comer cada día del año no aceptan esta paradoja que el refranero cubano recoge claramente: ¡en casa de herrero cuchillo de palo!
Por otra parte, en Santa Clara, la capital de la provincia, cada domingo se desarrolla una feria agropecuaria gigante, para que la familia pueda encontrar en un solo sitio lo que durante toda la semana no encontró por ningún lugar. ¡Incluso cerdo!
En el Mercado del Buen Viaje o en su contiguo Los Pilongos —los mayores de la urbe—, no son pocos los que pasan su noche de sábado haciendo la cola para ser de los primeros en comprar a la mañana siguiente. Entre los que pernoctan te encuentras a los típicos coleros, una red de “colegas de la luchita” que operan en grupos de no menos de cinco personas, y que se ganan la vida vendiendo los turnos de la propia cola a 25 o 30 pesos.
También están los mensajeros, quienes se buscan unos cuantos pesos abasteciendo los paladares y hostales de la ciudad, para garantizar que todo lo que no llegue a los turistas de los hoteles cubanos por las vías de suministro estatal, igualmente les llegue a los hostales particulares por vías alternativas de suministro.
Por último, se ubican los que siguen a coleros y mensajeros en una fila que más bien semeja una carrera con obstáculos. Son los padres, madres o abuelos que prueban suerte “más temprano” porque muy probablemente no alcanzaron carne el domingo anterior. Casi nunca se trata de satisfacer un capricho, o de trasnochar por lo que consideran su “delirio”. Sencillamente hay quienes no tienen otra elección.
El precio de la carne que se comercializa en los mercados estatales está topado, y si bien no todos pueden darse el lujo de pagar 16 pesos por una libra de cerdo, “algunos estamos obligados a hacerlo, pues en los mercados no estatales de oferta y demanda, nos puede costar el doble fácilmente”, explica un señor.
Ese mercado no estatal —dicho sea de paso— muchas veces se abastece con toneladas de carne que, si bien fueron asignadas originalmente a los puntos de venta del estado, se quedaron a medio camino, se desviaron, se esfumaron de los camiones de carga y de los mostradores, aunque luego consten como vendidas en los papeles y registros de venta de las unidades a las que estaban destinadas.
¿Resultado? Más dinero para los administradores, intermediarios y carreros, pero menos, ¡todavía menos!, carne para el pueblo.
En días pasados el noticiero nacional de televisión (NTV) informaba que durante el primer semestre del año se había incumplido en más de 6 mil toneladas los planes de producción porcina, y que en el presente se adoptaban las medidas correspondientes para cumplir con el plan anual en lo que resta de año.
¿Sentirá Adelina que esa balada es para ella? En esas estadísticas macroeconómicas no se menciona, ni por asomo, ese pedacito de cerdo que sigue siendo su delirio.
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