El son no se fue de Cuba, pero el reguetón lo madrugó

El dolor de los soneros es comprensible porque, tras muchos años luchando contra las incomprensiones e injusticias y cuando creían que besaban el santo, aparecieron unos chicos que han revolucionado el panorama musical.

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Este artículo es de hace 6 años

Los soneros cubanos están rabiosos con sus compañeros reguetoneros, a los que acusan de vulgares y otras lindezas, pero sus críticas esconden la cuita real de que les ha vuelto a tocar bailar con la más fea, pues cuando comenzaban a hacer dinero, llegaron los jóvenes y los madrugaron a ritmo de reguetón.

El son fue maltratado por el castrismo, con aquella visión de música vieja o rezago del pasado; mientras músicos como Óscar de León, Willy Pacheco, Tito Puente, Rubén Blades, Willie Colón o la propia Celia Cruz se hacían de oro con la música tradicional cubana.


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En la isla, tras años de encontronazos, el gobierno apostó por el Movimiento de la Nueva Trova, pero más como una cantata comprometida que con una visión comercial, pues vendían a dos grandes, Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, por el precio de uno. Tuvieron que pasar varios años, para que ellos mismos se dieran cuenta y jugaran con las reglas de juego del capitalismo.

Celina González, una ídolo en Colombia, que cuidó sus discos como un tesoro. Tuvo que sobrevivir entre Palmas y Cañas y poco más, hasta que la enviaron a un festival del Partido Comunista local y arrasó, cuando muchos colombianos la creían muerta, como Reutilio. Desde entonces, y hasta que enfermó, fue visita anual para gozo de los colombianos y alegría de su cuenta bancaria.

Buena Vista Social Club –gracias al trabajo en equipo de Juan de Marcos González y Ry Cooder, tras el traspiés de unos senegaleses que no llegaron a La Habana- marcó un punto de inflexión, que cambió las vidas de músicos legendarios, pero la biología es inexorable.

Cuando el son cubano comenzaba a despertarse al mundo, llegaron el rap y el reguetón, con muy buenos cultores dentro de la isla, que además tienen una buena formación musical, y arrasaron porque los muchachos olieron la magua dura desde el primer concierto y carecían de los escrúpulos que tenían sus mayores con respecto del dinero y los viajes.

Jóvenes e imbuidos de la estética reguetonera, los jóvenes músicos cubanos se abrieron los caminos del mundo, sin descuidar a su público cubano, al que siempre regresan para retroalimentarse y agradecer aquellos primeros CUC que sus fans depositaban en sus bolsillos en medio de sus conciertos en la isla.

El éxito repentino y fulgurante de los reguetoneros, más sus poses, frenaron la síncopa ascendente del son y las ganancias y giras de magníficos músicos como Adalberto Álvarez, José Luis Cortés, Pachito Alonso y un largo etcétera, etc., que han caído en la tentación de culpar a los jóvenes reguetoneros de su frenazo, aunque enmascaran sus críticas en la “vulgaridad” de algunas letras.

Los reguetoneros cantan como hablan muchos cubanos y jóvenes de cualquier parte del mundo hoy en día, que han hecho de su jerga coloquial un grito de protesta y un modo de expresión que moviliza a millones de fans en todo el mundo, como ocurrió cuando Enrique Iglesias se benefició de ese gran compositor que es Descemer Bueno y se encaramó a lo más alto del hit parade.

El dolor de los soneros es comprensible porque, tras muchos años luchando contra las incomprensiones e injusticias y cuando creían que besaban el santo, aparecieron unos chicos que han revolucionado el panorama musical.

Pero la bronca no resolverá nada, el mercado actual tiene espacios para muchos géneros, siempre que sean de calidad, como son los casos del son y el reguetón; que ganarían más si tendieran puente entre ellos y buscaran incluso fórmulas de cooperación musical que los ayude mutuamente a llegar a sus públicos respectivos.

La actitud de los soneros, al margen de las peculiaridades de Cuba y su mercado musical, no es novedad. Cuando aparecieron los Beatles, las vacas sagradas de entonces anunciaron el fin de la música; cuando Walter Murphy aceleró la 5ta. de Beethoven, los puristas clamaron al cielo; cuando Silvio, Pablo, Noel, Feliú, etcétera aparecieron, algunos cubanos decían: es una pena, que siendo tan buenos muchachos canten canciones tan raras.

Los soneros cuentan con la ventaja de que su ritmo tiene más de cien años y, con diversos timbres, ha perdurado y gustado a varias generaciones de bailadores, lo del rap y el reguetón está por ver en el tiempo; pero descalificándolos no van a conseguir callarlos ni impedir que sigan ganando mucho dinero, porque los muchachos también han estudiado el mercado y buscarán complacerlo el máximo tiempo posible por la cuenta que les trae.

Cuba es una excelente fábrica de música, desde el siglo XIX hasta nuestros días, y ello ha sido posible por la capacidad que han tenido sus músicos de entenderse y apoyarse, por encima de cuitas, desventuras y formas estéticas y sonoras.

Cuando Miguel Matamoros sintió que su voz empezaba a flaquear, pidió que buscaran a una voz nueva y Siro encontró a un joven flaco y mulato cantando en los bares de la Habana Vieja. Siro se llevó al desconocido a casa de Miguel, donde también les esperaba Cueto. Cuando las guitarras dieron la entrada y el mulato pitó. Miguel dijo: ¡coño, este es el hombre! Y vamos que si era, era Benny Moré.

Años más tarde, cuando Benny ya era una estrella, fueron a verlo varios músicos y dos productores para que se sumara al boicot de unos guajiritos recién llegados a La Habana que empezaban a gustar. ¿Cómo yo le voy a hacer eso a mi gente?, les contestó el Bárbaro del Ritmo y, tras despedir a los visitantes, llamó a su compadre Generoso Jiménez, uno de los mejores trombones de Cuba y le dijo: Compadre, a partir de ahora, cuando vayamos a tocar, pongamos en el contrato que primero actúe la Aragón, que son unos guajiritos de mi tierra.

En ambos ejemplos está el camino de respeto mutuo y cooperación deseable entre soneros y reguetoneros; hacer cosa distinta es decadente y desafina porque los jóvenes no son culpables del abandono sufrido por el son ni deben arrepentirse por gustar a muchos y ganar mucho dinero. El son tiene su público fiel incluidos jóvenes. El reguetón es, mayoritariamente, de jóvenes con un lenguaje que se parece más a su tiempo que a sus padres.

Los soneros enrabietados han invertido la fórmula freudiana y parecen querer matar a los hijos; pero las corcheas no llegarán al río, la Cuba de ahora mismo es más plural y con sensibilidad para estremecerse con los ebúrneos senos de Longina y ripiarse con Gente de Zona y demás cultores de un ritmo nuevo que mueve millones.

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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