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Si bien llegaría a ser uno de los actores cubanos más reclamados en importantes filmes y obras de teatro, Adolfo Llauradó comenzó su carrera con toda modestia, en radioemisoras de su natal Santiago de Cuba a mediados de los años cincuenta. En 1956 se traslada a la capital, y continuó haciendo radio y televisión, aunque desde entonces se vinculó, para siempre, con el teatro. Primero formó parte del Conjunto Dramático Nacional y posteriormente de la compañía Teatro Estudio, a la que perteneció durante varios años.
En Teatro Estudio se consagró como uno de los mejores actores del país. Se recuerdan sobre todo sus interpretaciones dirigido por Vicente Revuelta (La noche de los asesinos, de José Triana; El alma buena, de Bertold Brecht; Las tres hermanas, de Anton Chejov; La duodécima noche, de William Shakespeare) y Berta Martínez (Santa Juana, de Bernard Shaw; Bodas de sangre, de Federico García Lorca).
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Aunque ya contaba con veinte años de carrera, los grandes premios por sus actuaciones teatrales llegaron en los años ochenta, principalmente en 1984 por Santa Camila de la Habana Vieja y Morir del cuento, y en 1987 por En el Parque. Su amplio currículo teatral concluyó con Dos viejos pánicos, de Virgilio Piñera, en 1996.
Para el cine, sus primeras actuaciones notables fueron para Humberto Solás, quien lo colocó como pareja de la entonces debutante Adela Legrá, primero en el mediometraje Manuela (1966), y luego en el consagratorio papel del tercer cuento de Lucía, donde las actitudes del personaje demostraron la capacidad del actor para interpretar el paradigma del machista nacional.
Diez años después, Adolfo volvió a interpretar como nadie este arquetipo del macho cubano, discriminador y prepotente, en Retrato de Teresa (1978) junto a Daisy Granados, con la cual estableció una entrañable amistad. Ambos tuvieron la suerte de reencontrarse en varios filmes, principalmente de Pastor Vega (Habanera, Amor en campo minado, Las profecías de Amanda) pero también de otros directores: Un señor muy viejo con unas alas enormes y El elefante y la bicicleta.
Entre 1973 y 1976 interpretó tres memorables malvados, que se cuentan entre los mejores del cine cubano: El hombre de Maisinicú, dirigido por Manuel Pérez; El otro Francisco, de Sergio Giral (un papel para el cual tuvo que engordar muchísimo) y Rancheador, de Sergio Giral. También impactaron sus participaciones en La primera carga al machete, Los días del agua, Maluala y Polvo rojo, este último en un memorable personaje positivo.
En sus últimos tiempos actuó en diversos cortometrajes producidos por alumnos de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de Cuba en San Antonio de los Baños, y dirigió tres documentales: Carilda, desaparece el polvo (1994, sobre la famosa poetisa matancera); Divas (1995), y Esmeralda (2000, sobre una mujer de 78 años que fue prostituta).
Falleció el 3 de noviembre de 2001, en la Habana, su cuerpo fue trasladado y enterrado en su ciudad natal Santiago de Cuba. Se preparaba para ser el protagonista de un filme de Pastor Vega, Resurrección. En marzo de 2003 fue inaugurada en La Habana la Sala Teatro Adolfo Llauradó, en reconocimiento a sus aportes a la cultura cubana.
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