Lo de la empresa láctea de Villa Clara no tiene para cuándo acabar. En los últimos 10 años ha producido más malestares que leche, y ahora, cuando la provincia registra significativos volúmenes en el acopio del alimento las plantas pasteurizadoras se han venido al piso. No pueden con tanto.
Cobró sentido aquella absurda advertencia de una funcionaria del comercio provincial que dijo en junio pasado: “Tenemos un serio problema, las vacas están dando demasiada leche”.
Luego de que el presidente cubano Miguel Díaz-Canel visitara la empresa láctea de Santa Clara, hace una semana, nadie descarta que una gran inversión esté en camino, pues el cubano ha aprendido que así funcionan las cosas: “De lo contrario el presidente no se hubiera portado por allí”, asegura optimista uno de esos bodegueros que tiene la difícil tarea de darle la cara al pueblo cuando la leche no llega en tiempo y forma.
¿Pero cuándo tendrá lugar esa inversión? ¿Cuánto más tendrán que sufrir los villaclareños?
En este minuto están paralizadas dos de las tres plantas pasteurizadoras de la provincia, y la tercera, la santaclareña, tiene en ascuas a cientos de familias.
“Es duro. Hay hasta doctoras que se pasan la mañana esperando a que entre la leche para luego poderse ir para el trabajo. Y lo peor es que a veces no entra, y aunque luego te dan juntas todas las bolsas atrasadas, la gente se lo siente”, explica el dependiente del barrio América Latina, al sur de la ciudad.
Hay hasta doctoras que se pasan la mañana esperando a que entre la leche para luego poderse ir para el trabajo. Y lo peor es que a veces no entra, y aunque luego te dan juntas todas las bolsas atrasadas, la gente se lo siente
Sin embargo, durante la última semana, el gran problema ha sido la caducidad del líquido.
“Llegas a la casa con tu bolsa de leche, y cuando la metes en el jarro para hervirla se te hace un queso. Lo más jodido es que a veces no es solo una, sino tres o cuatro, porque te las dan atrasadas”, explica una abuela que compra en la misma bodega.
A los calores del verano se suma el hecho de la falta de higiene en la propia empacadora, pues en algunas ocasiones las bolsas selladas han traído en su interior objetos extraños y hasta moscas, según ha denunciado la radio de Santa Clara.
“¿No has visto las cajas en que vienen las bolsas? Como la leche se derrama y se pudre en esos contenedores el mal olor es terrible y crea hasta gusanos, si lo miras te vomitas”, añade la señora.
Aun así, el tiro directo, —o sea de la vaca a las bodegas— puede ser la alternativa más adecuada ante el inminente cierre de la empresa láctea de Santa Clara.
Se trata de un procedimiento cuestionado por el pueblo, como quiera que le da margen a los acarreadores e intermediarios para que mezclen el líquido con agua, independientemente del riesgo alimentario que entraña la distribución de leche sin pasteurizar.
Ante el inicio del curso docente la merienda escolar también se ha visto afectada. Los niños de la educación especial iniciaron la semana sin yogurt de soya, por incumplimientos de la empresa láctea en los planes de distribución, hecho que fue denunciado por Andrés Cordero, al frente de la cocina especializada, centro donde se elabora un volumen considerable del alimento escolar.
Cada vez está más lejana aquella aspiración de Raúl Castro cuando dijo, en Camagüey hace una década ya, que tenía que dejar de ser un lujo para el cubano tomarse un vaso de leche.
Si bien se han instalado algunas fábricas en el país, hoy se importa más leche en polvo que hace un lustro, y toda la que se expende sigue teniendo el mismo destino normado de siempre: ancianos, dietas médicas, y niños menores de 7 años de edad.
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