El estruendo de nacionalismos periféricos, las presiones marroquíes sobre Ceuta y Melilla y la debilidad de los últimos gobiernos centrales de España, tiene en vilo a los principales servicios de Inteligencia del mundo y ha provocado que Cuba mire a Francia para amarrar inversiones y contar con un interlocutor de peso en la Unión Europea, esencial para La Habana durante la época Trump y el tardochavismo.
Empresarios españoles afincados en la isla dejan traslucir su enfado porque están cobrando con pagarés a un año que –en ocasiones- no son atendidos en la fecha acordada por sus clientes cubanos, y en los casos más agudos han tenido que acudir a negociar adelantos de pagos con intereses del 20% o más con la financiera Rafin, el Banco Financiero Internacional (BFI) y la entidad bancaria Republic Bank, de Trinidad Tobago.
La debacle bolivariana, el efecto Trump y la crisis estructural que padece la economía insular, obligó a Cuba, que acaba de hacer un esfuerzo notable en la cancelación de deudas viejas, incluido el Club de París, y había conseguido reestructurar el débito restante con las instituciones financieras internacionales y con Estados extranjeros, a restringir al mínimo los pagos de operaciones de mercadería y a concentrar su volumen inversor en GAESA, enfrascado en un programa de construcción hotelera.
Los empresarios españoles quejosos suelen bromear diciendo que el dinero que les debe Cuba lo tiene GAESA, pero el giro francés de La Habana los ha puesto de los nervios porque el leit motiv de su presencia en Cuba y de resistir dilatados plazos de pagos es hacer una cartera de negocios que puedan, pasado mañana, venderla a empresas norteamericanas, operación que se avivó con el embullo Obama y se desinfló con el frenazo Trump.
AENA, empresa española de Aeropuertos y Navegación Aérea, tenía fundadas esperanzas de hacerse con la ampliación del aeropuerto internacional de La Habana, solo temía por la presencia de un par de empresas norteamericanas que se habían presentado al concurso; pero el gobierno cubano eligió, de un día para otro, a Aeropuertos de París, que se presentó en Unión Temporal de Empresas (UTE) con el grupo Bouygues.
La decisión pilló por sorpresa a España, que había aguantado en silencio una maniobra similar en 1996, cuando habiendo regalado el proyecto de la actual Terminal 3 del aeropuerto capitalino, a cambio de que empresas españolas ejecutaran la obra y suministrara el equipamiento, vio cómo Canadá se llevaba el aeroplano al agua y su entonces Primer Ministro viajaba a La Habana, en 1998, para inaugurar el nuevo edificio.
Cuba y sus aledaños son fuentes constantes de rumores ante la falta de información oficial fluida y constante sobre la mayoría de los asuntos de interés y el enfado español comenzó a propalar el rumor que la elección de empresas francesas se debía a que el gobierno socialista de François Hollande habría concedido la nacionalidad francesa a Mariela Castro Espín, que no la necesita porque puede ser italiana por matrimonio o simplemente acogerse a los derechos por antepasados franceses, los Guillois.
La presencia de Martin Bouygues en el funeral de Fidel Castro Ruz, al que asistió acompañado por el General de Brigada Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, Presidente de GAESA y ex yerno de Raúl Castro Ruz, dio visos de verosimilitud al rumor intencionado de empresarios españoles cabreados.
El enfado empresarial era compartido parcialmente por el gobierno y la diplomacia española, que recordaba las veces en que España había sido solidaria con Cuba, en especial tras el paso de huracanes que han causados grandes destrozos en la isla.
Bouygues y Francia han aprovechado la coyuntura para hacerse fuerte en la isla, donde el consorcio francés ha instalado su cuartel general en el Miramar Bussines Center (oeste habanero), donde trabajan dos centenares de empleados entre franceses, extranjeros y algunos cubanos; pero fueron ellos los buscados por La Habana y no al revés.
Los analistas cubanos siguen con especial atención la actualidad política española y, con mayor interés, a partir de la victoria de Donald Trump y la crisis venezolana, por la importancia táctica y estratégica que adquiría el bloque europeo para Cuba en esa encrucijada.
Pero los datos provenientes de Madrid, por diferentes vías, y desde la victoria de José Luis Rodríguez Zapatero (2004) no eran alentadores. Aún La Habana celebra discretamente el gol que le metieron al “optimista antropológico”, como se hacía llamar el mandatario español con la expulsión de la mayoría de los presos de la Primavera Negra y sus familiares.
En aquellos años, la preocupación de La Habana era menor porque el ALBA estaba en su apogeo y Washington estaba afrontando el reto del terrorismo de origen islámico. Obama fue un alivio para el tardocastrismo, pero España seguía dando muestras de debilidad, aún cuando Rajoy ganase por mayoría absoluta en 2011, pero el canciller Margallo aguó la fiesta bilateral con una salida de tono inexplicable en un diplomático.
El auge de los nacionalismos periféricos, con particular incidencia en Cataluña, Baleares y Levante, los extraños movimientos autonomistas españoles aprobando estatutos que se pretendían miniconstituciones y la renuncia al Español, usando el incorrecto término de Castellano, acabaron por encender las alarmas en La Habana, que ordenó a sus Centros de Inteligencia recabaran información sobre el enfoque de los países donde operaban sobre la situación española.
Las conclusiones eran demoledoras, La Habana constató que por causas diferentes y hasta contrapuestas, actores geoestratégicos, apostaba por una España débil. USA, por ejemplo, tendría muy fácil renegociar las condiciones de la presencia de sus bases militares en la península con gobiernos provinciales que con un Estado, teniendo además la baza de que Marruecos está muy interesado en que las bases de Rota (Cádiz) y Morón de la Frontera (Sevilla) se muden al otro lado del Mediterráneo.
Rusia necesita a una España débil, que junto a la inestabilidad griega e italiana, abre un boquete al sur de la Unión Europea y persuade a Merkel que Moscú puede ser un aliado táctico si deciden crecer hacia el Este, levantando previamente las sanciones económicas por la toma de Crimea.
China se sabe abocada a una guerra comercial con USA más escaramuzas a cuenta de Corea del Norte, y su ancestral desconfianza de los rusos, que es mutua; más cuando su influencia en África se ha visto mermada por el avance del islamismo, qué mejor que una Europa en problemas para aliarse tácticamente.
La única incógnita cubana radicaba en la postura de Israel frente a los problemas españoles, que quedó despejada al saber que Madrid no mudaba su embajada en Tel Aviv a Jerusalén como pedía el gobierno israelí, que todavía conserva las afrentas de la expulsión de los sefardíes (1492) y los coqueteos de Rodríguez Zapatero con los palestinos.
El Mossad (servicio secreto) israelí tendría una unidad especial dedicada a Cataluña y habría facilitado a España datos de una supuesta interferencia rusa en las elecciones catalanas para favorecer a los nacionalismos; porque Tel Aviv recela de esa amalgama de siglas con ideología tan dispares que conforman el nacionalismo catalán.
“España ha vuelto –políticamente- a 1977”, dijo a CiberCuba un experto en la relaciones israelíes-españolas, que mantiene vínculos de bajo perfil pero sólidos con Israel, y “esa circunstancia nos inquieta… bueno, quiero decir, inquieta allá, así que no te extrañes que los cubanos anden intranquilos, con tanto estruendo”, remató.
Ante estas circunstancias, Cuba no tenía más alternativa que buscar alternativas políticas y económicas fiables, sobre todo, en medio de un proceso de transición ordenado de dinosaurios conservadores a cincuentones inquietos que no han vivido el miedo que sintieron Fidel y Raúl Castro con la desaparición de la URSS y las reticencias de Raúl a repetir esquema con Hugo Chávez.
Cuba restableció entonces relaciones diplomáticas con Marruecos con Embajador concurrente en… París, y no en España, pese a que son Estados fronterizos. Ha tanteado acercamientos con Corea del Sur, que están a la espera del acuerdo Washington-Pyongyang y tiene en agenda recuperar vínculos diplomáticos con Israel, pues económico ya existen con una discreta presencia de capital judío en algunas áreas cubanas.
La Habana no se encuentra cómoda ante los problemas de España, y ha asumido un perfil bajo manteniendo distancia prudente de Podemos y de los nacionalismos periféricos, exceptos sus viejos vínculos con el Partido Nacionalista Vasco (PNV) y Coalición Canaria y las relaciones que mantiene con autonomías como Andalucía, Aragón y Asturias, donde ayuntamientos, diputaciones y grupos de solidaridad reman a favor de cooperación humanitaria.
La dinámica política española ha obligado a La Habana a desplazar su atención a Francia porque el tardocastrismo recela de los caos y desbarajustes, como los provocados por la Perestroika y la Primavera Árabe y los más viejos sentirán nostalgia de los turrones Monerris y del franquismo, que tuvo un “comportamiento ejemplar” con Cuba, según Fidel Castro.
Pero Castro y Franco fueron personajes de la Guerra Fría; ahora se impone el pragmatismo multilateral y La Habana, equidistante de todos los bloques y preocupada con Trump y Maduro, tiene que hilar muy fino en sus relaciones internacionales y evitar cualquier error que comprometa su seguridad, imprescindible para Díaz-Canel, que aún no puede sentarse a dialogar con la oposición interna y el exilio y sugerirles que hagan lobby a favor de un respiro que facilite la travesía, a cambio de sentarlos en la Asamblea Nacional y debatir la agenda Cuba XXI.
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