Una mochila y un par de zapatos nuevos para el curso escolar le han costado 43 CUC a una madre en Cuba, donde el salario medio según las últimas cifras oficiales roza los 30 CUC (740 CUP).
Su caso, recogido por el oficialista Juventud Rebelde en un artículo titulado “Avituallar el saber”, es el de muchos padres que deben hacer frente a los preparativos para el recién comenzado curso escolar
“La madre revisaba una y otra vez los zapatos tenis que al precio de 23.00 CUC acababa de comprar a su hijo adolescente” comienza la nota.
“La mochila me costó 20.00 CUC y al tercer día del curso ya tenía el zíper roto” continúa.
Cerca de 90 dólares «entre zapatos, medias y mochila» se dejó otra madre, cuyo testimonio se complementa con más detalles “la mayor va a empezar el preuniversitario y estudia en Viñales. Allí no puede ir con cualquier par de tenis, tienen que ser los que se usan” deslizándose de esta manera la idea de que pagar esos precios es una elección que responde a tendencias.
Para el artículo se trata de “retos, anhelos, preocupaciones y hasta motivos de estrés de la familia a las puertas de un período lectivo”, cuando en realidad forman parte de los costos de la enseñanza en Cuba y la gran carga que para las familias supone que sus hijos asistan a la escuela.
Lo que no dice este artículo, pero sí lo han recogido otros, es cómo la bandera de gratuidad de la enseñanza en Cuba esconde bajo el tapete los regalos a los maestros y las asunciones en no pocas ocasiones de reparaciones y mantenimientos de las instalaciones.
Tampoco repara en el hecho de las diferenciaciones que impone la dualidad monetaria ni la demencial desproporción de estos precios con respecto a los salarios que paga el propio gobierno cubano.
Ni qué decir de compararlos con los de un país como España donde -sin dualidad monetaria, con escuelas públicas y un salario mínimo interprofesional son 735,9 euros- pueden adquirirse mochilas por menos de 15 euros y con zípers que sí rebasan el tercer día de curso sin romperse.
Pasa muy de puntillas el texto sobre el asunto de los uniformes: “conseguir la talla adecuada es un ensayo de lo que vendrá después” y omite cómo muchos padres deben adquirirlos a través de cuentapropistas que los importan desde Miami, donde se venden precisamente por las carencias que existen en la Isla.
Recalca, en cambio el texto de JR, que el país “pone el 23 por ciento de su presupuesto estatal en función de garantizar la educación gratuita y de calidad en los diferentes niveles de enseñanza” y cataloga cada curso escolar como “una fiesta, que antes de llegar a los centros escolares, se gesta en el hogar”.
Esa denominada fiesta hogareña -calvario dirían sus protagonistas- para dejar todo listo para el curso incluye según el artículo: “felpas combinadas con el uniforme, el portaminas y la cartuchera con motivos femeninos” -según el testimonio de un padre.
Como si solo se tratase de una cuestión de calidad o de gustos personales y posibilidades de elegir, el artículo refiere que “la educación de nuestros hijos es un asunto que trasciende la escuela para involucrar a la sociedad toda y en el que la industria y los mercados nacionales acumulan una vieja deuda por la imposibilidad de garantizar oportunamente opciones llamativas y de calidad” en lugar de hablar sin tales vaguedades de la imposibilidad real de muchas familias de hacerse con lo más elemental y del gran cisma que uno de los paradigmas de éxito del sistema cubano, la educación, hace en la sociedad.
“Junto a la nueva escuela o aula, muchas de ellas remozadas, junto al maestro que el Estado asegura, cada madre y padre quiere que su hijo estrene la satisfacción de saberse bonito, motivado por las bondades del saber, y para ello no escatima gestiones, esfuerzos y hasta sacrificios” añade la nota en esta línea de argumentación.
El tan socorrido 'en dependencia de sus posibilidades' -”en los que van implícitos, además de las reales necesidades, hasta modas, tendencias y estereotipos” según complementa la nota- se ha convertido en comodín que oculta las grandes diferencias sociales y la ausencia real de posibilidades de muchas familias cubanas para hacerse con artículos de primera necesidad o de segundas y terceras.
Lo que se denomina “la otra cara del asunto” o se cataloga de “modesto capital” de quienes no pueden acceder a los productos que se venden en las tiendas en divisas y deben adquirirlos en las tiendas en moneda nacional -con su poca oferta y su baja calidad- debería tratarse, en realidad, como la principal cara del asunto y debería ser el tema de debate central cuando de inicio de curso se hablase.
"Avituar el saber" con sus medias verdades, sus señalamientos superficiales y sus loas de antaño termina siendo una vez más un "camuflar la realidad" que endulza y vende un incio de curso escolar que dista mucho del que han vivido muchas familias cubanas.
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