El director de cine cubano, Ernesto Daranas, ha publicado un extenso y profundo artículo donde reflexiona sobre el Proyecto de Constitución de Cuba y cuestiona "la estructura actual del Estado y los modelos de participación existentes" actualmente, además de lanzar una importante cantidad de preguntas vinculadas con la economía y la política en la Isla.
Se pregunta, por ejemplo, por qué "los cubanos no gozan de los mismos derechos que los inversores extranjeros", así como "la desigualdad de derechos y deberes entre la iniciativa estatal y la privada".
A propósito de eso recuerda que “la complementación de esas iniciativas estatales y privadas, nacionales y extranjeras, conforman un motor económico generador de oportunidades, desarrollo y empleos” que los legisladores parecieran estar pasando por alto.
Llama la atención hacia la tendencia a regularizar y a limitar “el ya estrecho marco de acción de los emprendedores cubanos"; y pregunta: "¿lo que procede es la centralización y un mayor poder para el Estado o un diseño nacional más abierto, democrático y participativo? ¿No es el pueblo quien debe proponer y decidir acerca de todo esto?".
Sobre el proceso de consulta popular, considera que se trata de un procedimiento masivo que no resulta vinculante ni garantiza que “un grupo de demandas esenciales vayan a ser atendidas".
En opinión del director de filmes como Los dioses rotos, Conducta y Sergio y Serguei, "nuestro desarrollo no puede quedar eternamente supeditado a la posibilidad de que se levante el 'bloqueo', a los vaivenes de la inversión extranjera, al aliado de turno, al número de turistas, al ciclón de cada año, ni a la volátil situación internacional".
"¿Lo que procede es la centralización y un mayor poder para el Estado o un diseño nacional más abierto, democrático y participativo? ¿No es el pueblo quien debe proponer y decidir acerca de todo esto?", añade.
En otro momento de su proteica reflexión, enfatiza que una de las más evidentes consecuencias del estancamiento económico en Cuba es la incontenible “fuga de capital humano”, principalmente de jóvenes y profesionales formados en el país, y precisa que lo ideal sería encontrar la forma en que ese talento que emigra de manera masiva "produzca más ingresos aportando directamente al desarrollo nacional" desde dentro.
“¿Hasta dónde las restricciones que determinan esta grave anomalía han afectado nuestra calidad de vida, restando valor al esfuerzo propio como fuente del bien común, generando corrupción, desmotivación e ineficiencia a todos los niveles?", añade.
Critica, además, que "exista una Ley de Inversión extranjera y que la propia Constitución de la República limite la posibilidad de los cubanos de llegar hasta donde su capacidad y esfuerzo les permita".
"¿Acaso no aportarían infraestructura y riqueza al Estado, integrándose como actores económicos a ese socialismo próspero y sostenible al que se aspira? ¿Cuál es la lógica tras esta diferenciación entre cubanos y extranjeros? ¿No se oponen a ella nuestros derechos como cubanos, la autoestima nacional y la propia diversidad de opciones económicas y de modos de propiedad que ofrece el socialismo?", se pregunta.
Daranas considera que "el pueblo es el gran inversor de los recursos que administra el Estado y la razón de ser del mismo", y agrega que "en consecuencia, le corresponde a él proponer y decidir el modelo económico a seguir, la pertinencia o no de un partido único, la pretendida irrevocabilidad del socialismo y cualquier otra definición de principios referida al Estado que lo representa".
Propone "el diseño de un modelo electoral basado en el voto directo a todos los niveles" hasta la elección misma del Presidente, en el cual "los candidatos serían aquellos ciudadanos más capaces y dispuestos para resolver los problemas de su comunidad y de la nación".
Para Daranas, "un proceso de esta naturaleza permitiría un Estado menos burocrático, libre de estructuras con atribuciones paralelas, con una clara vocación de servicio a los electores y donde la vanguardia del pueblo estaría legítimamente conformada por esos ciudadanos más capaces para aportar riqueza, cultura, valores, soluciones sociales y conocimiento a la nación".
Sobre los cubanos residentes en el extranjero, lamenta que puedan participar en la “consulta constitucional”, pero que en cambio no puedan votar ni invertir en la Isla.
Afirma que los cubanos deben ser iguales todos y que sus "derechos y deberes no pueden verse limitados, manipulados o favorecidos, por intereses coyunturales de ningún tipo, ni deben ser delegados por la Constitución al remitirlos a otra ley posterior".
Sobre la censura y el "enunciado de que 'las formas de expresión en el arte son libres' (Artículo 95)", considera que "no recoge la verdadera y completa libertad de creación como derecho inalienable".
"Una nueva Constitución debe garantizar la libre circulación de las ideas como requisito básico para una sociedad más justa, participativa, con pleno acceso a la información y a la toma de decisiones, así como a un periodismo y una cultura enfocados en las verdaderas necesidades, sueños e inquietudes de la gente, capaz de exponer sus dificultades, cuestionar a los responsables, propiciando un seguimiento constante de sus problemas reales", destaca.
Una nueva Constitución es una gran oportunidad de cambiar muchas cosas "aportando nuevas reglas de juego que permitan un verdadero espacio de realización a nuestras aspiraciones y sueños", concluye.
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