La retirada unilateral e inmediata del contingente médico cubano en Brasil es una pataleta al más puro estilo castrista de reaccionar como amor despechado ante una pataleta anterior del presidente electo Jair Bolsonaro que –nada más ganar- anunció el fin del programa bilateral, aunque luego matizó.
Los principales perjudicados serán los pobres de Brasil porque la mayoría de los médicos cubanos prestan asistencia en lugares donde sus colegas nativos no trabajan, el gobierno de la isla porque dejará de ingresar una suma notable y los médicos a punto de ser repatriados porque perderán su condición de gusañeros para volver a ser súbditos sin pacotilla y a lidiar con la escasez crónica y las asamblea de reafirmación de la nada.
La Habana debe temerse una estampida de médicos cubanos, apoyados en la idea lanzada por Bolsonaro de que revaliden sus títulos y vivan con sus familias en Brasil, así que –consecuente con la práctica castrista- devolverá a sus rehenes al delirio colectivo.
La precaución habanera es un rezago castrista que basó su dominación sobre la sociedad en tres pilares: el miedo, el desconocimiento del mundo real y la combinación de una rebaja de expectativas materiales (tildadas como debilidades pequeñoburguesas) con migajas selectivas que iba repartiendo de la subguara para abajo.
En este caso, los súbditos –además de víctimas- son corresponsables de su situación al aceptar una reglas de juego feudales que conceden al gobierno cubano el 75% del botín por su trabajo y aunque no faltarán voces que intenten afear a La Habana su doble discurso de solidaridad cobrando, lo realista y lo que Cuba demanda con urgencia es cobrar y de cuantas más fuentes de ingresos, mejor.
El capital humano que formó la revolución debe venderse bien y caro a todo aquel que requiera sus cualificados servicios y, con ese dinero, paliar parte de la deuda interna contraída con la población que sigue resignada a que llueva café en el campo; pues nadie sensato entiende que un país con gente valiosa viva tan mal y ni siquiera pueda recoger la basura de La Habana con normalidad.
La exportación de servicios médicos ha creado otra zanja interna al descuidarse los servicios médicos a la población, que ya sonríe cuando oye hablar de potencia médica, un eslogan propagandístico que –como casi toda acción gubernamental- hizo más desamparados a los pobres cubanos.
La exportación de servicios médicos ha creado otra zanja interna al descuidarse los servicios médicos a la población, que ya sonríe cuando oye hablar de potencia médica
Bolsonaro se precipitó con ese anuncio bronco sobre los médicos cubanos porque puso en guardia al Buró Político del PCC; cuando podía haber tanteado a los médicos con discreción y luego haber negociado con La Habana un nuevo acuerdo que mejorara las condiciones salariales de los médicos y, de paso, apuntarse el tanto de proveer buenos servicios médicos a los pobres de su país.
Brasil es un actor con peso específico en la geopolítica regional y así lo advirtió el ministro Malmierca al asegurar que no dialogar con Bolsonaro sería totalitario, lección que no aplica para hablar con los cubanos que no comparten los puntos de vista de su gobierno.
Pero esta vez parece imponerse la facción dura que –alejada de todo pragmatismo y a salvo de la pobreza cotidiana que padece una mayoría de cubanos- ha decidido cortar por lo sano y traerse los médicos a casa antes que ceder ante Bolsonaro, para el que la prensa pagada por el régimen tendrá reservado los mejores epítetos del viejo arsenal castrista.
Hace unos días, el teólogo Fray Betto hizo un análisis lúcido sobre las causas de la victoria democrática de Bolsonaro y los numerosos y graves errores de la izquierda brasileña, donde el autor milita con fe cristiana y Bobó de camarones; pero el ruido de Odebrecht saboteará cualquier autocrítica sensata de los herederos de Lula.
La Habana comienza a revivir la época de aislamiento regional, instigado por Estados Unidos y que padeció durante muchos años
La Habana comienza a revivir la época de aislamiento regional, instigado por Estados Unidos y que padeció durante muchos años, pero con la ayuda generosa y ¿desinteresada? de la URSS y tampoco cuenta ya con el botarate de Hugo Chávez repartiendo talones para cimentar la IV Internacional que sucumbió en las urnas regionales, mientras Venezuela agoniza.
Quizá ahora los más lúcidos jerarcas cubanos lamenten el apendejamiento de Raúl Castro ante el embullo Obama, que fue una oportunidad de oro perdida para relanzar a Cuba e intentar hacer felices a los cubanos, especialmente a los que soñaron con tocar el cielo y ahora duermen sobre colchones desvencijados con pesadillas angustiosas.
Éramos pocos y parió Bolsonaro, a ver qué hace ahora el MINSAP con tanto médico encabronado porque no pudo completar el ajuar made in capitalismo y regresando a la patria con el escudo de la ¿dignidad?
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