El joven y reconocido cineasta Carlos Lechuga (La Habana 1983) llamó a crear una plataforma abierta y democrática para el cine cubano que permita a todos los realizadores la posibilidad de filmar.
Lechuga hizo públicos sus deseos para el desarrollo del cine insular en un mensaje publicado en su perfil de Facebook a raíz de las celebraciones de fin de año.
“Aprovecho la alegría para compartir mis deseos (muy poco originales y demasiado repetidos en los últimos años) para el cine cubano en 2019: quiero que la posibilidad de filmar, de acceder a autorizaciones y permisos de rodaje, de obtener apoyos y fondos nacionales, y de distribuir el cine hecho en Cuba, sea pareja, democrática, abierta, transparente y clara para TODOS los que hacemos cine aquí. Sin privilegios, sin prejuicios, sin otras preferencias o criterios que no priorizan la calidad artística de los proyectos. TODOS debemos tener los mismos derechos”, escribió el cineasta.
Graduado de dirección en el Instituto Superior de Arte y de la especialidad de guion en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (EICTV), el cineasta alcanzó reconocimiento internacional por su película Santa y Andrés que fue censurada en la isla.
El filme, estrenado en 2016, se desarrolla en la Cuba rural y gira en torno a un escritor homosexual disidente que era mantenido bajo vigilancia por su orientación sexual e ideológica. Finalmente el intelectual entabla una estrecha amistad con la campesina a la que le asignaron la orden de vigilarlo.
Santa y Andrés fue sacada hace dos años del programa Festival del Nuevo Cine Latinoamericano bajo los argumentos de que “desconoce que muchos errores cometidos en el campo de la cultura han sido rectificados”, según los organizadores.
Una parte de la crítica ha visto en la cinta un llamado a la reconciliación entre los que fueron blanco de la defenestración y quienes los condenaron al ostracismo.
La cinta ha sido exhibida en los festivales de cine de San Sebastián, Zurich, Chicago, Miami, Cartagena, entre otros.
El realizador también ha dirigido obras como Melaza (2012), su ópera prima, que refleja cómo un pueblo perdió toda la vitalidad y esperanza tras el cierre del central azucarero donde trabajaban la mayoría de sus habitantes.
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