Desde hace dos años se prepara un expediente para incluir la cocina cubana en la lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, una categoría que ya recibieron la tumba francesa, la rumba y el punto cubano, los cuales cumplen con los requerimientos de la Unesco en cuanto a devenir patrimonio cultural inmaterial «tradicional, contemporáneo y viviente a un mismo tiempo; integrador, representativo; y basado en la comunidad».
De este modo, un grupo de especialistas intentan demostrar cómo se verifica todo ello en distintas regiones del país, y además argumentan sobre el modo en que la cocina cubana se vincula con la cultura, a partir del modo en que se preparan los alimentos, el aporte a un conocimiento que se trasmite de generación en generación, y los rituales sociales establecidos alrededor de la comida.
Recientemente se celebró el taller Gastrocult, en el hotel Iberostar Grand Packard, que trató de aportar nuevas evidencias para que nuestra cocina sea distinguida por la Unesco en tanto comprende tradiciones vivas heredadas de nuestros antepasados y transmitidas a nuestros descendientes.
Porque nadie puede negar que la yuca, el boniato, el maíz, la calabaza y el quimbombó proceden en línea directa de los conucos taínos, junto con frutas como la Guayaba y el pimiento, llamado ají por nuestros aborígenes. Los españoles adoptaron todos estos elementos y los transformaron en platos como el casabe o el ajiaco. Los conquistadores introdujeron también las legumbres, el arroz, y el ganado vacuno y porcino. Los africanos también nos legaron una considerable lista de productos y platos.
En el taller Gastrocult participaron algunos de los mejores chefs de la Isla, y en ese marco, la Federación Culinaria de Cuba afirmó que han identificado 30 platos emblemáticos del país y diez platos típicos de cada provincia, aunque no son estos los que nos distinguen sino la comida criolla y el mestizaje que evidencia en platos típicos como el lechón asado, la yuca con mojo, el arroz congrí, los plátanos a puñetazo o tostones, el ajiaco, el sándwich cubano o la ropa vieja, entre muchos otros.
Porque la riqueza de nuestra cocina consiste en su capacidad de agrupar influencias aborígenes, españolas, africanas y chinas e integrarlas en diferentes platos. Gastrocult trata de defender estos valores de la cocina cubana como patrimonio inmaterial de la nación.
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