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Para nadie es un secreto que casi todo lo que malcomemos los de la isla viene del exterior. Pero, ¿qué pasa cuando de fuera no llega nada, o casi nada? Sencillo. El caos se apodera del ambiente. Se imponen la escasez y la desolación, o lo que es lo mismo (en buen cubano): una “tremenda peladera”.
Es así como, en las calles capitalinas, se habla cada vez más del nombre con el que unos ingeniosos bromistas bautizaron al 2019. “¿Sabes cómo se llama este año?”, se preguntan unos a otros. “El año del bollo* triste. ¿Por qué? Porque no hay ni pi…”, se responden, con las mismas ganas de reír que de llorar.
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“Salir de compras en Cuba siempre ha sido difícil, por lo menos desde que tengo uso de razón”, dice el mecánico retirado Tony. “Pero la verdad es que lo que se está viendo este año solo puedo compararlo con el Período Especial, que parece que ya regresó.
“Uno mira las tablillas de las carnicerías y es como si por allí hubiera pasado un huracán. Ni siquiera se ven los picadillos y hamburguesas que hace algún tiempo estaban 'a pululu' en las neveras”, plantea el villareño de 67 años.
De acuerdo con el informático Esteban, “ha habido que apretarse el cinturón, y si tienes niños o ancianos en la casa, la situación es doblemente jodida. A veces se pierden hasta los productos de primera necesidad como el aceite o el detergente.
“Hace unos días tuve que comprar un poco de manteca de cerdo porque el único aceite que había en las tiendas de Boyeros era de oliva y costaba más de 13 CUC el pomo de dos litros. Para mí es imposible comprarlo porque su precio es casi la mitad de mi salario”, asegura el también profesor de la enseñanza secundaria.
Al respecto, explica el taxista Aramís de 43 años que “por más que en los periódicos y el noticiero dicen otra cosa, por más que el nuevo presidente se empecina en hablar de avances, todo va de mal en peor.
“Al amigo que me vendía las piernas de cerdo a precio estatal no le entra mercancía desde hace unos tres meses. Al que me traía la carne de res ‘por la izquierda’ lo metieron preso. En la pescadería nada más encuentro croquetas y pescado de río, lleno de espinas y con sabor a tierra. Cualquiera pensaría que acabamos de salir de una guerra”, añade apesadumbrado.
En palabras del zapatero Joan, de 36 años, “yo quisiera poder entrar un día, un solo día, en uno de esos mercados llenos de comida que veo en las películas. Por lo menos para verles el precio a los productos, aunque no tenga el dinero para comprarlos.
“El problema es que estoy cansado de ver estantes vacíos y tenderos aburridos de no tener casi nada que vender. Y todavía hay quienes dicen que en 3ra y 70, y 5ta y 42 hay de todo. ¿Será posible que yo, que vivo en Quivicán, tenga que viajar 50 kilómetros para comprar pollo o papel sanitario?”, se pregunta.
Por otro lado, resalta el arrendatario Miguel que “solo hay que ir a las tiendas en divisas para darse cuenta de cuán mal estamos. Todo es importado. ¿Cómo podemos aspirar al desarrollo económico si no somos capaces de producir, ni para exportar y ni mucho menos para el consumo nacional?
“Con la tasa de crecimiento que hubo en 2018 y la propuesta de 1,5 para el 2019, podemos decir que estamos en recesión, simple y llanamente. Para que nosotros, con la situación económica tan penosa que tenemos percibamos ‘alguito de mejoras’ en nuestros bolsillos, platos, etc., cuando menos debemos lograr entre un 3 y un 4% de crecimiento anual.
“1,5% es un número que encierra a un país que ya tocó fondo. 1,5% es para economías desarrolladas donde un 0,1% es un incremento significativo. No creo que Cuba pueda tener ningún crecimiento en su economía mientras esta siga absolutamente burocratizada. Así, ni siquiera el trabajo por cuenta propia podrá generar mejoras”, afirma el trabajador privado de 48 años.
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