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Orlando Marques Montes de Oca es cubano, de Santa Clara, y lleva en Trinidad y Tobago un año y once meses. Salió de Cuba el 24 de marzo de 2017 con destino a Puerto España a través de Panamá. En el aeropuerto panameño lo interceptaron las autoridades migratorias, le quitaron el pasaporte y el pasaje a Trinidad por unas dos horas y 40 minutos. "Me llevaron para una oficina y me dijeron que podía ser deportado para Cuba", cuenta vía WhatsApp a CiberCuba.
Tuvo suerte y finalmente pudo continuar su viaje hacia Trinidad, uno de los pocos países que no piden visado a los cubanos y con pasajes en avión a precios asequibles, comparado con lo que hay en el mercado. "Casi todos decidimos venir acá porque se puede llegar con el poco dinerito que uno puede recaudar para viajar. Pero entrar aquí también es difícil si no tienes una reserva de hotel y le enseñas los dólares a inmigración en el aeropuerto. Si no es así puedes estar segura de que no entras. Cuando llegas te hacen una pequeña entrevista aunque sea un país libre de visado", explica ese refugiado cubano.
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Cuando salió de Cuba, a Orlando no se le pasó por la cabeza que su vida iba a ser una odisea."Mis primeros meses en Trinidad fueron mucho más duros porque a los 15 días sufri la amarga experiencia de ser asaltado por la propia Policía de este país. Me encontraba en la renta un domingo viendo el televisor. Ellos allanaron el local con el propósito de decomisar armas y drogas y lo que estaban buscando era dinero. Te meten cañona y no te dejan ni mover. Te revisan toda la casa y el poco dinero que pude pasar de Cuba para este país, la Policía se lo llevó. Gracias a Dios, en ese tiempo ya yo había ido a la Living Water Community y había inscrito las solicitudes de asilo. Al ver ellos esos papeles se retiraron inmediatamente, pero ya me habían robado todo el dinero".
Un calvario "que me tocó vivir"
Orlando reconoce que no lo tiene fácil en Trinidad y Tobago. "Mi vida aquí ha sido un calvario. Una odisea que no quiero que nadie en el mundo pase, pero que a mí me tocó vivir. Me encuentro solo, sin familia en Trinidad y Tobago, pero tengo este gran grupo de hermanos que nos hemos unido como una gran familia", dice en alusión a los 72 cubanos con los que convive en un platanal que les ha cedido una buena samaritana trinitaria para que no duerman en la calle.
"La situación mía actual es precaria, igual a la de los 72 hermanos, parte de los 78 (cubanos varados en Trinidad y Tobago) que estuvimos presos. Vivimos a la intemperie, en un platanal, gracias a una señora que nos ofreció el lugar acá, pero estamos rodeados de aguas albañales. Las condiciones del baño son pésimas. Es una letrina con un tanque que nosotros construimos. No tenemos luz eléctrica. Aparte de eso, el agua no es continua, es dos o tres horas y llega dentro de tanques".
"El día a día aquí es difícil o sumamente difícil porque estamos a la expectativa de muchos comentarios que dicen que viene la Policía a recogernos. Aquí estamos, esperando a la buena de Dios, que alguien nos ayude y se conduela para poder salir de esta situación. No regresaremos a Cuba y estamos dispuestos a hacerlo todo", insiste.
Orlando y el grupo de cubanos que viven en Trinidad y Tobago no se explican cómo es posible que teniendo muchos el estatus de refugiados vivan con miedo a la deportación.
Ellos saben que sólo por ser solicitantes de asilo tienen derecho a medicinas y en Trinidad y Tobago les niegan todo y además los persiguen.
Seis dólares por un cigarro en la cárcel
Orlando sabe que muchas personas creen que los cubanos están como están en Trinidad y Tobago porque no quieren trabajar. "Éso no es cierto. Nosotros estamos dispuestos a trabajar. Estamos dispuestos a tener un futuro mejor, a que algún país nos acoja y nos reinserte en la sociedad como seres humanos que somos".
Él se limita a contar lo que vivieron tras protestar frente a la sede de Acnur el 4 de noviembre del año pasado. Fueron detenidos por entorpecer el tráfico. "Esa experiencia fue muy difícil. Muy, muy, dura. Nosotros sólo estábamos exigendo nuestros derechos porque recibimos correos de la ONU diciéndonos que nuestra ayuda iba a ser retirada. Esa ayuda sólo se la quitaron a los cubanos, no a los venezolanos. Y si no tenemos esa ayuda y no tenemos permiso de trabajo; si nos cogen trabajando en la calle y nos multan con hasta 8.100 dólares trinitarios, de qué manera vamos a vivir el poco tiempo que queremos estar aquí en este país. Esto es un lugar de tránsito. Ellos lo que te tramitan es el estatus de refugiado, pero te envían, te reasientan en un tercer país", explica Orlando.
Tras el juicio por protestar él fue encerrado, junto a otros 78 cubanos, en una prisión de máxima seguridad con personas condenadas a cadena perpetua o sobre las que pesaban 50 años y hasta 100 años de cárcel. "Los conocimos. Tuvimos la oportunidad de hablar con ellos. En esa prisión hay corrupción y un cigarro cuesta cerca de 6 dólares. Allí usted ve a los guardias jugando con los presos. Para qué contar".
En el grupo de esos 78 cubanos había algunos que habían estado presos una vez anterior, también por protestar. "A ellos la ONU los engañó. Les dijo que les iba a dar ayudas y al final, a los dos o tres meses les dijeron que ya no podían ayudarlos y los volvieron a echar a la calle".
Cuado Orlando salió de prisión, los cubanos contactaron con una persona que les brindó una almacén para vivir un tiempo, con la condición de que debían marcharse el 31 de enero. "A mediados del mes pasado el señor nos envía un abogado y nos dice que sólo pueden quedarse los que tienen estatus de refugiado, pero al final echaron también a hermanos que tienen estatus de refugio; que son opositores reconocidos, pero que como eran una piedra en el zapato para el encargado en el almacén no les aceptaron a ellos quedarse, aunque ellos también decidieron continuar la lucha con nosotros".
A Cuba no
Pese a todas las malas experiencias, él tiene claro que no va a regresar a Cuba. "No, yo no puedo regresar. Soy parte de una familia que está en contra del Gobierno e incluso un tío mío desde 1980 está en Estados Unidos como exiliado político. Se lo llevaron desde la prisión", dice.
Para salir de la Isla, Orlando hizo preparativos "bastante secretos y rápidos". Según explica, la Policía cubana lo citaba semanalmente en la estación para interrogarlo o para tenerlo ahí durante horas, hasta que lo dejaban regresar a su casa.
"Mi familia está al tanto de todo. Mi mamá, mi hermano, mi papá, mis dos hijos, uno de 16 años y otro de 14, asmático grado 3... Ellos me apoyan con mucho sentimiento y mucho dolor porque saben que la distancia va a ser por largo tiempo. Pero no importa. Ellos están conscientes de eso y saben el paso que di. Aunque con mucha tristeza y mucho dolor en su corazón, mi familia me apoya".
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