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Es holandés, tiene 80 años y está jubilado. Se llama Martin Hoffman (Ámsterdam, 1938) y ha ido a Cuba unas 45 veces. Casi siempre a Holguín, una ciudad que conoció junto a su hija, como turista, en 1998, y a la que regresa siempre como parte del proyecto solidario Cuba Care, que él mismo coordina.
En todos estos años ha donado más de 100.000 espejuelos a ópticas de la provincia; también ha llevado ayuda para casas de niños desamparados; el hospital Lenin, al que donó riñones artificiales y sillas de ruedas; y el pediátrico provincial, al que llevó un aparato de ultrasonidos doppler, según recoge Cubadebate.
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Para evitar que su labor solidaria acabe con él, Martin Hoffman ha llevado a sus tres nietos a Cuba. Quiere que conozcan las casas de niños sin amparo y se solidaricen con la gente de la Isla.
Para él, Cuba es su segunda patria y lo que más admira de los cubanos es que lo comparten todo y esto, en su opinión, los hace "únicos en el mundo".
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