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El fantasma de un segundo período especial gana espacio en el imaginario colectivo como pesadilla que encuentra su fundamento en la actual crisis de desabastecimiento que se vive a lo largo y ancho del país.
Primero fue la harina de trigo, y con ella la producción nacional de pan, luego una larga lista de ausentes en la que el pollo, el aceite, los huevos, la pasta dental y hasta la sal, se encuentran entre los productos más deficitarios.
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Nada se explica por parte del gobierno, la única alusión oficial directa nos llegó hace unos días con la “indicación” del presidente cubano Miguel Díaz-Canel a sus ministros para que quedara solucionada de inmediato la actual escasez que se aprecia en el oriente cubano de aceite, huevo, pollo y harina. Lo curioso es que el mandatario asuma que solo en esa región del país se manifiesta el desabastecimiento.
“Ya que tanto le gustan los recorridos, hace falta que dé un recorrido sorpresa por las shoppings a ver si se entera de cómo anda la cosa”, le escuché decir por estos días a una placeteña que enseguida añadió: “aunque cuando el viene de visita se asfalta hasta la calle por donde va a pasar”.
En el centro del país desde hace semanas se viene sufriendo la carencia de esos alimentos, y si bien algunas tiendas recaudadoras son abastecidas, las cantidades son mínimas o los formatos no siempre están al alcance de la mayoría.
Por otra parte, en el departamento de alimentos congelados de la TRD Siboney, una de las mayores de la ciudad, este miércoles solo se ofertaba pechuga de pollo en su formato de 10.90 CUC; lo demás eran frutas tan exóticas como el kiwi, la frambuesa y el melocotón.
“Eso parece una burla” señaló un cliente con evidente molestia ante la inexistencia de otros alimentos. “Lo que tienen que traer es salchichas, picadillo o hamburguesas, porque ni huevos hay”, añadió.
Otra señora, luego de acercarse a la tablilla de ofertas y preguntar extrañada por aquellos alimentos de los que jamás en su vida había oído hablar comentó con un mohín: "¿Tú crees que yo puedo soltar mi jubilación completa por un paquete de pechugas de pollo?”
La tienda panamericana El Encanto de la ciudad de Santa Clara, es una de las pocas con suministro de sal de cocina, aunque solo de la marca importada Lobos, producida por la compañía salina chilena. Si bien un sobre del producto se cotiza a 0.5 USD en el mercado internacional, en la mencionada entidad comercial villaclareña su precio es de 4.20 CUC (105 CUP) la unidad. No resulta extraño que muchos se preguntan qué hace Cuba comprando sal cuando somos una isla y nos encontramos rodeados de mar.
Hace rato las shoppings dejaron de ser las tiendas donde solo una minoría del pueblo —aquella con mayor solvencia económica o familiares en el extranjero—, podía comprar. Esos comercios no dejaron de ser exclusivos solo porque hubiese mejorado la economía doméstica en Cuba, sino que se convirtieron en ‘las tiendas del cubano’ justo cuando las bodegas o tiendas de víveres perdieron su indiscutido protagonismo de las cuatro décadas anteriores.
En la misma medida en que cada año la libreta de abastecimiento pierde más hojas, más se posicionan las shoppings como la única alternativa para la inmensa mayoría de los cubanos. Es allí donde únicamente se pueden comprar un litro de aceite, leche en polvo, detergente, desodorantes, ciertos cárnicos y una larga lista de artículos de primera necesidad.
Sin embargo, y curiosamente, esos negocios siguen fieles a su esencia recaudatoria bajo el supuesto de favorecer los programas sociales de la revolución, pero con gravámenes realmente excesivos.
Siendo así, el mismo pueblo que debe pagar precios onerosos es el que, en teoría, se favorece con la puñalada recaudatoria. Dicho a modo de pregunta: ¿Hasta qué punto son “gratuitas” algunas bondades del sistema como la educación y la salud si se sostienen en buena medida con esas tazas de hasta el 200% que el mismo pueblo debe pagar?
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