La tarde cae sobre la mística ciudad de Santiago de Cuba. Es fin de semana y el bullicio del ir y venir de camiones cargados de piezas metálicas recuerda que el sábado apenas está iniciando.
Con tal ajetreo también llegan el montaje de quioscos, tarimas, asadores al carbón, bullones con agua hirviendo, restaurantes en calle, cafeterías móviles…, la misma ciudad que una vez se preciaba de ser de las más limpias de la isla, se convierte en un caos para dar paso a la diversión, pero eso sí, con altos valores estéticos y culturales, o eso decían.
Es fin de semana y las famosas noches culturales santiagueras se enseñorean en la urbe, marcando límite de tiempo entre la cotidianidad diurna y la nocturna.
Es durante este jolgorio, que ya tiene más de 15 años de antigüedad, que los restaurantes de lujo de la ciudad dejan atrás el aparentemente aburrido espacio de sus instalaciones para posicionarse en medio de calles, las mismas que solo minutos antes vieron pasar miles de personas, perros callejeros y carros.
A la vista de todos se descongelan los pollos. Las enormes cajas son lanzadas hacia el pavimento de la calle. Se desprenden los trozos y se separa del hielo. En una mesa improvisada se deshuesan las piezas, se adoban, se cocinan, se sirven los platos… aparentemente el ritual de un chef de restaurante, cocinando en medio de la calle, aporta atractivos culturales a la noche.
Es este el único día de la semana que las instituciones del estado abren hasta entrada la noche. Aunque no tengan ningún cliente que atender, te recibe un pequeño grupo de música cuando asistes al mercado agropecuario y te tocan un emblemático tema de la trova tradicional mientras pagas altos precios las frutas y los vegetales, quizás para que uno no piense tanto en dinero y más en el circo.
En un escenario improvisado, en un parque de la urbe, tiene lugar una pequeña actividad cultural comunitaria. Una pantalla proyectada hacia una pared visualiza un emblemático vídeo de Willy Chirino: el tema «Ya vienen llegando» hace bailar a las personas. Remata el audiovisual el logo del canal 41 que se aloja en una de las esquinas. Minutos después un grupo de fantasía toma por asalto la improvisada pasarela y una voz de una mujer dice: “porque Cuba es un país de mulatas bonitas, tabaco y ron”… llegan más valores culturales a la noche.
Los vecinos de 4ta y Garzón
Los habitantes de este pequeño espacio dentro de la ciudad de Santiago de Cuba cumplen al pie de la letra un pequeño ritual todos los fines de semana: asedian a los oficiales de guardia de las empresas y organismos vinculados a la realización de las noches santiagueras, para expresar, una vez más, sus quejas e insatisfacciones con este jolgorio popular.
“La delegada de la circunscripción ya no tiene respuesta para nosotros, ya no sabe qué decir, solo escucha nuestras quejas y no puede hacer nada más, sube nuestras quejas pero nadie hace nada. Ya hemos mandado cartas a todos los lugares… y nada”, comenta una vecina.
El sonido poco amable del desmonte de las vigas metálicas y del montaje de los quioscos, violenta el sueño de los vecinos de esta comunidad. El horario de la madrugada se transforma en una jornada vespertina.
“Al principio hacían un espectáculo que era entretenido y lograba sacar a las personas de sus casas. Luego se transformó en una cosa rutinaria, hacían todos los sábados lo mismo. Más tarde era un grupo folclórico que tocaba tres canciones y se iba. La verdad es que ya preferimos cerrar las ventanas y rezar para que termine pronto”, asegura.
Una de las cosas que más molesta a esta comunidad, y que también sucede en otras, es que se sienten violentados el fin de semana y en sus propias casas.
“Uno siente el humo que te penetra hasta la piel, el bajo de la música y de los tambores hace bailar los vasos, y lo peor es que cuando uno se fija bien los trabajadores no tienen baño, ¿dónde crees que hacen sus necesidades? En cualquier recoveco o planta. Todos nuestros jardines se “la han visto” a los cocineros… y tampoco se pueden lavar las manos, es mejor ni pensar. A cualquiera que me pregunta le digo que no compren nada”, sentencia.
Música, comida, baile… ¿se puede pedir algo más?
Desde la Plaza Juvenil Ferreiro hasta La Alameda se desarrolla la llamada Noche Cultural Santiaguera.
“La primera vez que se hizo, hace más de 15 años, recuerdo que a las 10 de la noche no había cerveza. Era cuando Misael Enamorado era el primer secretario del PCC en la provincia. La segunda, anotaron bien lo que pasó y sí hubo mucha cerveza. Antes se hacía la calle del ovejo, del pan, de los arroces, se hacían actividades bailables, se vendían artesanías… ahora solo parece maquillaje para vender bebidas y comidas”, comenta un santiaguero bastante joven y trasnochador.
La verdad es que hoy, salvo unos pocos espacios, casi ninguno logra captar la atención de las personas, menos hablar de promover “valores culturales”. A la sombra de uno de los edificios 18 plantas de Garzón se realiza, por mucho, una de las actividades más atractivas.
“Le llaman El espacio de la década. En una pantalla proyectan vídeos musicales de las décadas de los 60 o 70, es de lo más sabroso escuchar esos temas de cuando uno era joven. Me gusta cuando ponen cosas de The Beatles, Los Pasteles Verdes, Nino Bravo, Fórmula V… uno compra su cervecita y se sienta ahí a escuchar… es un ambiente agradable”, opina Melba, una mujer ya entradita en años.
Muy cerca de ahí se realiza la Pasarela Arte y Moda, una opción donde supuestamente la juventud observa novedosos diseños de creadores de la provincia y de compañías como Santiago Tropical y el Proyecto Quitrín, aunque lo cierto es que los conjuntos o son traídos de un mundo estético paralelo o tienen un precio más alejado aún. Quién sabe…
Más adelante, en Plaza de Marte, se cierran las calles aledañas y se convierte el espacio público en un gran carnaval. Venta de cerveza, dulces, comida, música grabada… convierten este lugar en la joya de las Noches Culturales Santiagueras.
“Y las colas y el gentío ni te cuento… el ir y venir es insoportable, pero a los jóvenes les gusta, es un lugar donde pueden bailar y es gratis, en una ciudad donde cada día abren más lugares, pero en CUC, estos espacios son oasis”, comenta una madre.
El trap suena y los jóvenes enloquecen. Aquí la juventud se vuelve loca con cualquier género extranjero, pero jamás con los que nacieron en la llamada tierra caliente. El vino puede ser agrio, dulce, seco, que nunca atrapará a los bisoños.
Sin embargo, cuando uno avanza por el Corredor Patrimonial Las Enramadas descubre quizás las muestras más culturales y genuinas de la noche.
Los músicos callejeros, los trovadores, toman las calles y aunque piden dinero para regañar su arte, se adecuan más a la esencia de la fiebre del sábado en la noche.
“Los extranjeros son los que más disfrutan lo que hacemos”, comenta en una pausa uno de estos músicos y agrega “a los santiagueros no les gusta la trova, es música de viejos, dicen los jóvenes, pero con nosotros se baila más sabroso que con un bafle en Plaza de Marte poniendo reguetón, pero se le da más importancia a ese espacio y no a nosotros, que realmente somos parte de la historia cultural de la ciudad… en fin, el mar”.
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