Techos con goteras, losas sueltas, tomacorrientes que cuelgan y baños sin herrajes o desconectados a las redes hidrosanitarias...
No resulta nada extraño que las obras constructivas en Cuba se inauguren sin haberse terminado, y mucho menos que esas chapucerías sirvan como homenaje a figuras históricas o para recordar fechas señaladas. Entonces, con la pintura fresca todavía se hace un “emotivo acto”, suenan las canciones de Silvio, un dirigente sindical agradece a la revolución por tan bonito regalo, se entregan diplomas de reconocimiento, y una semana después el local ya se cae a pedazos.
Tres años tardó el proceso reconstructivo y de restauración de la estación de Ferrocarriles de Santa Clara, hasta que por fin volvió a abrir sus puertas con bombo y platillo el 28 de enero de 2017, en saludo al día del trabajador ferroviario, y coincidiendo con el aniversario del natalicio de José Martí. Sin embargo, 2 años después de tan publicitada reinauguración, el visitante menos avezado puede notar que los trabajos nunca se concluyeron.
Según daba a conocer el semanario provincial Vanguardia, a propósito de la reapertura, el costo de la obra superaba los dos millones de pesos y en ella se habían respetado los valores patrimoniales y la estructura original del inmueble que data de 1925.
Entre las novedades del recién restaurado edificio estaban los servicios sanitarios de la estación, que a partir de ese momento dispondrían de “un sistema hidrosanitario de última generación que incluye un baño para personas con discapacidad”, informaba Vanguardia.
“La inversión incluyó una cisterna y ocho tanques elevados para asegurar el agua al edificio. Solo falta la realización de pruebas a las redes hidráulicas internas para su apertura final”, continuaba el rotativo villaclareño.
Hubiera sido realmente difícil probar las redes hidráulicas del edificio en aquellas condiciones que son las mismas de hoy, dos años después. Los lavamanos nunca han contado con agua corriente, y ni siquiera se les colocaron las llaves, siguen adosados a las paredes como testimonio perdurable de aquel simulacro constructivo.
Al parecer ninguno de los dirigentes o ministros que pasaron por allí pudieron notar las chapucerías que reinaban en el lugar. Solo algunas luminarias se llegaron a instalar, y los tomacorrientes aún cuelgan de sus cables, mientras que el piso permanece anegado en orine, y es preciso colocar cartones para no mojarse los pies. Solo uno de los bebederos dispone de manipulador para abrir el grifo.
Si bien se dijo que los techos y paredes habían sido intervenidos meticulosamente por especialistas del Fondo Cubano de Bienes Culturales, ya hoy es preciso colocar cubetas y recipientes en el piso del amplio salón de espera a fin de colectar el agua de las goteras, mientras que las grietas y filtraciones afean las paredes del local.
“Es un robo. Un atraco a mano armada. Luego de años de trabajos constructivos mira cómo reinauguraron esto, ya hasta las paredes están filtradas y manchadas. Se están riendo del pueblo, porque al final es el dinero del pueblo. Esta reconstrucción le costó dos millones de pesos al pueblo de Santa Clara” opinó uno de los pasajeros que aguarda su tren en la casi centenaria y reconstruida estación.
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