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Para los cubanos con menos de cuarenta años será tal vez un descubrimiento saber que en Cuba los grandes estrenos ocupaban el circuito principal de salas, a lo largo y ancho de toda la ciudad. En 1979, salió en salas el primer largometraje de animación cubano Elpidio Valdés, de Juan Padrón, y se estrenó en los cines Yara, Acapulco, América, Metropolitan, Florida, Carral, IX Festival, Regla y Continental.
Elpidio Valdés, el largometraje, se convirtió en una de las películas cubanas más populares de todos los tiempos, junto con El hombre de Maisinicú (1973), El brigadista (1977), Patty Candela (1976) y Retrato de Teresa (1979), por solo mencionar algunas de sus contemporáneas muy taquilleras.
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Revisemos, a continuación, algunas de las razones para tan extraordinario y prolongado éxito:
1. Finalmente aparecía un héroe de aventuras a la cubana, en la misma línea histórico-nacionalista cultivada por los franceses Astérix y Obélix, y por muchos otros héroes de la animación.
2. El personaje devino rápidamente en símbolo de la idiosincrasia y la voluntad independentista de los cubanos. Porque se prodiga el humor en la mejor clave del choteo cubano, el colorido, la gracia criolla.
3. El filme materializaba en pantalla un profundo estudio de la época y de las circunstancias en que se libraron las guerras de independencia. De modo que se relacionaba, sin tanta grandilocuencia o prosopopeya, con el cine histórico cubano de los años sesenta y setenta.
4. Elpidio Valdés es un criollo, tal vez oriental por su acento, cuyo heroísmo patriótico no estaba reñido con su carácter desinhibido, locuaz, chistoso, fresco e incluso pícaro.
5. El heroico mambí, llevado al cine, representa la culminación de un proceso de acercamiento entre los creadores del ICAIC y el público que se verificó a finales de los años setenta, a partir de la utilización de una serie de códigos consabidamente populares. Ese acercamiento tuvo su plenitud en los años ochenta, cuando el ICAIC estuvo bajo la dirección de Julio García Espinosa.
6. El filme heredaba una larga historia profesional de su autor, Juan Padrón como dibujante, historietista y animador, y además constituyó el primer escalón hacia la consagración definitiva de un creador que cuenta con otras obras maestras como Vampiros en La Habana.
7. A Juan Padrón y su Elpidio Valdés se debe, en buena parte, el hecho de que pueda hablarse de una Escuela Cubana del dibujo animado. Una escuela que “tiene características que la distinguen entre las otras en cuanto el color, el ritmo y la banda sonora”.
8. La historia del valiente y simpático mambí demuestra las decenas de horas que empleó su creador investigando en archivos sobre las guerras de independencia, el vestuario de la época, los tiempos y espacios del siglo XIX cubano.
9. Las mejores razones para el éxito de Elpidio las explica Juan Padrón: “Había que mantener el interés del público durante una hora, hacer chistes, emocionar, divertir, dar un mensaje, tenía que tener fluidez… diseñé alrededor de mil escenas; se realizaron más de quinientas acuarelas para los fondos. Se animaron, entintaron y colorearon, filmaron, descartaron, arreglaron y sudaron más de 90 mil dibujos”.
10. Para comprender la historia de la Isla, o las construcciones mentales del inconsciente colectivo cubano acerca de cómo fuimos, o quisimos ser, es obligatorio el acercamiento a Elpidio Valdés y Vampiros en La Habana.
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