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La decisión del presidente Donald Trump de incrementar las sanciones contra Cuba constituye un “error estratégico con repercusiones a largo plazo para la seguridad nacional de EE.UU.”, afirmó una exfuncionaria de la administración Obama en la revista norteamericana Foreign Policy (FP).
Rebecca Bill Chavez, exasesora en el área de Defensa, recuerda que más restricciones no solo alejarán a EE.UU. de sus aliados de Occidente, perjudicarán los intereses empresariales norteamericanos y estrangularán al incipiente sector privado de la economía cubana, sino que estimularán precisamente la competencia entre las grandes potencias globales.
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El presidente y sus asesores están “empujando a Cuba a los brazos de China y Rusia, al tiempo que incrementan el riesgo de una crisis humanitaria, pues crean las condiciones para una migración masiva desde una Isla a solo 90 kilómetros de las costas de la Florida”.
Según señala, las circunstancias económicas por las que atraviesa Cuba ya habían empezado a agravarse a raíz de los apuros del régimen venezolano. En este contexto, el “superembargo [de la actual administración norteamericana] no acelerará una transición democrática en Cuba; por el contrario, ayudará a China y Rusia a alcanzar sus declarados objetivos políticos de expandir su influencia en las Américas”.
China, apunta, está “más que dispuesta” a situarse como prestamista de la Isla, tal como lo hizo con los gobiernos de Maduro, Kirchner y Correa, y de hecho, ya es el más importante acreedor y socio comercial de Cuba, a lo que se suma el hecho de que el presidente Miguel Díaz-Canel firmó en noviembre pasado la adscripción de Cuba a la iniciativa Belt and Road, la nueva “Ruta de la Seda” con la que China busca ampliar su influencia económico-comercial en el resto del mundo.
Respecto a Rusia, Bill Chavez recuerda que la empresa petrolera Rosneft ya está dando pasos para suplir con crudo ruso la caída de los suministros desde Venezuela, y ha incrementado sus exportaciones a la Isla. Al mismo tiempo, Moscú ha desembolsado un préstamo de 43 millones de dólares a La Habana para la compra de armamento ruso.
“Si el objetivo de EE.UU. es una transición democrática en Cuba, no debe crear deliberadamente las condiciones para que el país caiga bajo la influencia de los dos competidores estratégicos más importantes de EE.UU., dos países autoritarios que han demostrado su deseo de minar la democracia liberal en todo el mundo”, concluye.
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