A Maruchy Sánchez le llaman «la reina santiaguera del abanico cubano», no porque le sobre el dinero pues su diminuto “polsky” delata no ser una de las personas millonarias que viven hoy en la isla, pero tampoco le dicen así porque sea la mayor coleccionista de este tipo de objeto en la nación. La “realeza” le nace a ella del corazón, de su historia personal llena de pasajes que le marcaron, y de ser una profesional enamorada de su oficio.
A pesar de tener desde pequeña una discapacidad tras un accidente sufrido a los dos años y medio de edad, en el que casi pierde uno de sus ojos, ella ha llevado la confección de tan significativo accesorio a un nivel insospechado y ha convertido el oficio, además, en la pasión de su vida. De ese amor saben muchas personas dentro y fuera de Cuba.
Por eso es una reina, una que increíblemente es artesana autodidacta devenida maestra en el arte de confeccionar los abanicos de baraja, hechos con maderas preciosas cubanas.
Pero tal amor, más allá de una estrategia de marketing, le hizo regalar sendos abanicos a las reinas de España, Sofía Margarita Victoria Federica y su actual majestad Letizia Ortiz, en franca recordación al origen de su familia y porque, además, tuvo el deseo de hacerlo, convirtiéndose en una de las personas cubanas que han tenido y logrado tal gesto.
Las cartas de agradecimiento atestiguan su iniciativa.
“Hay personas y personalidades que han tocado mi alma de tal manera que han provocado que les dedique obras de artes inspiradas en ellas” asegura María del Carmen Sánchez Hernández, que artísticamente firma como Maruchy Sánchez, y agrega “yo vengo de raíces española, mis abuelos y bisabuelos son españoles, y siempre he sentido mucho amor por ese país europeo, por eso, en agradecimiento a mis antepasados, a su memoria, decidí hacer ese primer abanico a la reina Sofía, en el año 2006. Conservo la carta de agradecimiento del Palacio de la Zarzuela”.
La peculiaridad de esta pieza, a pesar de ser bastante sencilla, es que está confeccionada de majagua azul, madera preciosa cubana pero una muy diferente a la que habitualmente trabajan los artesanos. Esta tenía unas tonalidades entre morada y violeta, también verde azuloso, “el árbol de donde se extrajo la madera había caído en un campo en la zona de Alto Songo, donde me tuve que meter con algunos trabajadores, cortar lo que había caído del árbol, seleccionar las partes que usaría… el abanico termina arriba en corazones, como si fuera una corona, y está entrelazado por una cinta verde esmeralda”.
Un sobrino de un amigo personal era médico de los reyes de España y devino cómplice de tal atrevimiento que, gracias a Dios, no tuyo consecuencias en la vida personal y profesional de Maruchy, pues similares osadías en otros tiempos podían dejar secuelas en las personas, estigmas que eran difícil de borrar. Este no fue el caso.
Reciente también regaló otro abanico a su majestad Letizia Ortiz, esta vez por mediación del periodista Antonio Mora. “Este fue elaborado en madera de cedro, calado en la parte superior, mientras que en la inferior logré hacer una fusión la catedral, de Santiago de Cuba, y de Asturias me inspiré en el puente romano de Cangas de Onís, porque la reina Letizia es de Asturias. La idea del diseño del abanico fue de Antonio Mora. Esto se fusiona en un ambiente de naturaleza”.
Ambos regalos a la realeza española son sólo los últimos dos ejemplos de inspiraciones de Maruchy Sánchez, pero tal iniciativa comenzó muchos años atrás con obsequios a Rosita Fornés y Alicia Alonso.
En el año 2002, esta artesana se entera de la visita de Rosita Fornés a Santiago de Cuba. Lamentablemente en esa ocasión no le fue posible entregarle a ella una de sus piezas, no obstante, comenzó la elaboración de esta: un abanico que cuando estuviera cerrado, fuera una rosa tallada, y abierto se asemejara a un ramo de estas hermosas flores.
Esa fue la primera vez que le dio forma a una de sus creaciones mediante la técnica del tallado, y hoy logra formas como margaritas, caballitos de mar, guitarras, etc.
“Este abanico de Rosita Fornés fue hecho en majagua azul. En diciembre de 2002 le entrego el abanico a nuestra vedette a través del diseñador de modas José Luis Rankin, y ella en ese momento me dijo una frase que nunca voy a olvidar “en mi vida me han hecho muchos regalos, pero nunca una cosa como esta”, y me dijo que lo conservaría en un lugar especial en su casa”, acota Maruchy.
En el caso de Alicia Alonso, al año siguiente, también le dedicó otro abanico, pero esta vez en forma de bailarina, “también a través de José Luis Rankin, le entrego a ella el abanico, y nuestra Prima Ballerina Assoluta me dijo “cuida mucho tu vista”, se enteró en ese momento del accidente que sufrí cuando pequeña, y entonces me volvió a hablar sobre el único ojo que tenía y me dijo “el que tienes, cuídalo mucho, significativas estas palabras, sobre todo viniendo de ella”, explica.
La escritora Nadine Gordimer, Premio Nobel de Literatura, las cantantes Miriam Makeba, Miriam Ramos, Rosario Flores, Beatriz Márquez y Sonia Silvestre, el trompetista Hugh Masekela, los locutores cubanos Irma Shelton, Rosalía Arnáez, Bárbara Sánchez Novoa y Julio Acanda, entre otras muchas personalidades de la isla caribeña y otras naciones, tienen abanicos creados por esta sencilla artesana santiaguera.
En 2013 se cumplió un viejo sueño de Maruchy: una pequeña tienda en la calle Heredia de Santiago de Cuba donde se mostrara, de forma permanente, los abanicos creados por ella y su esposo.
En una de las paredes de la esquinera tienda resalta un abanico de inmensas dimensiones: casi tres metros de largo, realizado en maderas preciosas cubanas y pintado por Maruchy, donde se recrean paisajes de la campiña mezclados con detalles personales de su vida.
“Cuando preguntan si lo vendo les digo que escucho proposiciones, pero hasta ahora ninguna me ha convencido. Sí han querido comprarlo, pero qué va, es que es difícil repetirlo, y si lo intentara lo que quisiera sería superarlo”.
El abanico de casi tres metros de largo es especial, le exigió tanto físicamente que le llevó al borde de la muerte. Le provocó una tendinitis que le obligó a recibir tratamientos, y en uno de estos le pasó una bacteria al cuerpo. Casi pierde la vida.
Maruchy no hace bocetos de sus piezas. Tiene la revelación del diseño y así lo va plasmando en la madera. Esa técnica, quizás poco convencional para algunos, asegura que cada pieza sea prácticamente única. Fue así con su enrome abanico de casi tres metros, de tipo baraja, y también con los más pequeños. Siempre es así.
“Primeramente lo hice pirograbado. Así se presentó en el programa Para no salir de casa, conducido por Julio Acanda y Sara. Después le incorporé un trabajo de marquetería en los patrones del abanico, que son las varillas exteriores, con diversas maderas preciosas, y lo pinté con acrílico. Participó en FIART”, acotó.
Pero la vida no siempre fue amable con ella. La necesidad material impulsó a Maruchy Sánchez a la serranía santiaguera a buscar cuanta madera requería para hacer sus abanicos, sin embargo, fue el deseo que emergía de su pecho de expresar cuánto sentía, lo que la convirtió en artista.
En los duros años del período especial esta mujer subía todos los días a la Gran Piedra a vender sus creaciones, en aquel entonces vivir del turismo era un lujo reservado para pocos. Pero tal esfuerzo le cobró su precio, pues no pocas veces llegaba a la cima casi desmayada con hipoglicemia.
Convirtió centenarias puertas y ventanas, obtenidas en donaciones y rescatadas de la basura, en finos abanicos… y a pesar de todo, siempre agradece a Dios cuanto es y ha logrado.
Las áreas boscosas cercanas a la ciudad de Santiago de Cuba le han visto entrar y salir con piezas de madera, cargando, arrastrando, picando… esta mujer ha llenado sus manos de callos con tal de hacer de todo para llevar las suaves piezas a varillas convertidas en abanicos.
Ella, como todos los artesanos cubanos, sabe lo que es pasar trabajo, el tortuoso camino de hacer que entiendan su arte, y no hay traba que no haya sorteado… desde su accidente, pasando por el hecho de que sus padres, pensando en su bienestar, hicieron que no entrara en la academia de artes plásticas, hasta quien sabe cuántos sin sabores…
Del señor Omar Machirán aprendió el secreto del abanico, el que me confesó siempre que no lo revelara. Aunque tampoco es difícil arrancarle esas enseñanzas, pues varios aprendices han obtenido de ella el privilegio de ser su profesora artesana.
Esta hermosa mujer solo tiene un lema: “dame un dremel y moveré el mundo”.
En su casa, en el Centro Histórico de la urbe, conserva una pequeña riqueza que asegura es única: posee abanicos firmados por diversas personalidades del mundo. Cada uno es un tesoro que resguarda celosamente pues ha logrado combinar pasión con admiración: las piezas que tanto adora hacer tienen la firma de personas a las que reverencia.
Pero Maruchy no conoce, tampoco le preocupa saber, cuál es el abanico más grande del mundo. Ella se impone sus propios retos. De esa osadía hizo en Cuba la primera pieza de ese tipo en cristal, al menos que ella tenga conocimientos, y le dio el orgullo de que se conserve en la sala de arte del museo Emilio Bacardí. Tal proeza, considera, es dejar un legado para el futuro.
Y posiblemente su abanico de casi tres metros de largo ostente el Record Guinness a la pieza más grande hecha en madera y de tipo de baraja. Quien sabe, a lo mejor sería una futura nota periodística...
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