Para más de un cubano, el hecho de que la baja disponibilidad de algunos productos alimenticios en bodegas y mercados estatales de la isla empeore según transcurre el 2019, es la más grande evidencia de que “la cosa viene fea y pinta para largo”.
De acuerdo con el ingeniero industrial Sergio, “lo ideal sería poder generar lo suficiente para satisfacer las demandas, pero ocurre que somos muy buenos distribuyendo y muy malos produciendo. Mientras no aprendamos a sembrar, debemos repartir mejor lo que tenemos. Se dice que la crisis es temporal, pero no cuánto durará. Que paren de meter el cuentecito de que la situación es coyuntural. En esto estaremos varios años.
“En los términos de venta normada, controlada o regulada está implícita nuestra incapacidad para producir alimentos. Falta mucha información acerca de cada uno de los productos que hoy están perdidos o limitados. No existe razón que justifique la peladera que hay en la cocina del cubano. Necesitamos decisores dispuestos a hacer lo que sea para garantizarnos la comida.
“Creo que la distribución de cada producto debe hacerse en las bodegas porque es la forma más justa de que todos podamos adquirirlos. Los más afectados somos los que trabajamos con un horario cerrado y nunca podemos comprar nada en los mercados en divisa porque las mejores mercancías se expenden en horario laboral”, asegura el trabajador estatal de 41 años.
En tanto el Ministerio de Comercio Interior (Mincin) insiste en que no incorporará más productos a la Canasta Familiar Normada, que abarca a 11 millones 138 mil 625 consumidores y 19 bienes alimenticios y cuatro no alimenticios, sino que regulará la venta en instalaciones minoristas, la población se mantiene alarmada porque “ahora mismo ni con dinero se encuentra qué comer”.
Si bien durante el mes de junio continuará topada la cantidad de arroz, frijoles, pollo, pescado y harina de trigo que puede adquirir cada habitante del país, así como de detergente líquido, crema dental y jabones de lavar y de tocador, los casos más críticos serán los del huevo, el chícharo y las salchichas.
A tenor con la ama de casa Mariana, de 33 años, “estamos bien jodidos si nos van a vender un paquete de salchichas cada tres meses. No entiendo por qué tan reducida la asignación de perros. Un núcleo de tres personas solo recibirá un paquete en el trimestre y a 24 pesos, sin subsidio. ¿Cuánto cuesta comprar esos paquetes en el exterior o hacerlos aquí? Solo centavos. Creo que aun comprándolos y pagando su transportación, podrían venderlos mucho más baratos.
“Además, darán hasta diez onzas de chícharo y diez huevos (tal vez un poquito más) por consumidor para todo el mes. ¿Entonces, de qué justicia estamos hablando? Deberían considerar vendernos más de esos productos controlados. Que comercialicen todo lo que tienen en la bodega para que los cubanos, seamos asalariados o no, podamos acceder a todos los alimentos que hay en el país. Hay que prepararse porque lo peor no ha llegado”, agrega la joven madre de dos niñas.
Por otro lado, el Mincin ha dicho que se ha buscado “acercar a la población la oferta que anteriormente se comercializaba en los mercados” para evitar las indisciplinas que genera la venta.
En palabras del cuentapropista matancero Maikel, las autoridades “han intentado sin éxito convencernos de que el escenario es menos serio de lo que pensábamos. Por eso es necesario normar todos los productos por la libreta, por núcleos familiares; no subsidiarlos, sino venderlos al precio que están en la red minorista. En tiempos tan críticos, todo lo que escasea debiera ser dado por la libreta, porque dudo que se arregle la escasez antes del 2030.
“Asimismo, las cantidades previstas para la venta a los trabajadores por cuenta propia son ínfimas por lo que para subsistir tendremos que seguir acudiendo al mercado minorista y eso afectará a la población. ¿Cómo se mantendrán abiertas las licencias de vendedor de alimentos, si solo nos darán unos pocos de kilogramos de comida al mes a través de las libretas?”, explica el propietario de una cafetería en Cárdenas.
Emilia, secretaria de una pequeña empresa estatal, opina que “los trabajadores no tenemos tiempo ni podemos pasarnos el día entero haciendo colas para esperar que lleguen los productos. Eso lo pueden hacer las personas que no trabajan, que tienen buena salud. Y en muchos casos hacen la cola para vender los turnos o los productos cuando los compran.
“No sugiero subsidiar nada, sino que ofrezcan los productos de primera necesidad de una forma más equitativa y ordenada. Las bodegas existen, tienen sus dependientes y en muchos casos están sin mucho contenido de trabajo pues no tienen productos para vender y donde la comercialización es liberada casi corre la sangre cuando uno va a comprar algo.
“No solo necesitamos más bienestar, sino más orden. La criticada libreta, gústele a quién le guste, es un mecanismo regulatorio que nos da la posibilidad a todos de obtener algunos productos necesarios e indispensables”, añade la empleada de 63 años.
Sin embargo, el taxista Eugenio, de 58 años, considera que “poner todos los productos por la libreta no es la solución. ¿Qué come aquella familia que por razones objetivas y burocráticas no cuenta con una libreta? Estamos intentando administrar crisis, no ir a las causas del problema.
“La libreta debiera activarse solo en momentos de crisis o mantenerla como una vía alternativa para obtener alimentos. ¿Cómo van a controlar los productos ‘regulados’ si nunca han podido controlar el robo de productos ‘normados’? Mientras más sea el déficit de comida, más van a enriquecerse los bodegueros y dependientes del comercio”, destaca el chofer profesional.
Un usuario del sitio web oficialista Cubadebate afirma que “la libreta se acaba cuando nuestras producciones nacionales que nada tienen que ver con el bloqueo externo y sí con el interno, sean tan altas como para que alcancen para engordar a los cerdos".
"La libreta se acaba cuando se produzca más y se importe menos. La libreta se acaba cuando los trabajadores que culminan su jornada laboral después de las cinco de la tarde, tengan transporte para llegar temprano a casa y de paso pasar por el mercado y que existan los productos que se necesitan para la casa. En fin, aún falta mucho para que la libreta se acabe”, concluye.
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