La reciente prohibición a los cruceros norteamericanos de viajar a La Habana ha dejado "vacío" el casco histórico de la capital cubana.
"Estamos aquí parados como ven, todos estos vehículos, que (...) en un día normal, estuvieran casi todos trabajando", explica Esteban Estrada, un chofer de 37 años que alquila a los turistas un auto clásico de 1934.
Pero su vehículo no es el único que no tiene clientes, ya que cerca de la Catedral de La Habana hay una treintena de clásicos estadounidenses.
Durante cinco años se ha dedicado a pasear a los turistas por los sitios más emblemáticos de la ciudad: el Malecón, la Plaza de la Revolución o el Capitolio. Ahora está prácticamente sin trabajo.
"Las plazas están vacías, es muy triste. (Donald) Trump acaba con nosotros, acabó con Cuba, es un loco. El mejor turismo es el americano: se portan muy bien, son amistosos", lamenta Yoel Montano, de 44 años.
Este cubano dejó hace dos años su trabajo en un campo de tabaco para trabajar en La Habana, pero ahora su auto está parado a la sombra de un árbol en el casco antiguo.
"El gobierno cubano tiene que hacer algo"
El 5 de junio, algunos chóferes de estos autos clásicos despidieron sobre el Malecón al último crucero estadounidense. Con la medida de la administración estadounidense desaparecía una de sus principales fuentes de ingresos.
"Normalmente, el turismo europeo viene en época de invierno, por lo tanto, lo que nos mantenía trabajando era el turismo americano, el turismo de crucero", lamenta Estrada.
"El gobierno tiene que hacer algo", dice Héctor, que conduce un Chevrolet rosado de 1950.
La falta de clientes le lleva a replantearse su futuro, puesto que los gastos se mantienen. Entre licencia, gasolina, seguro y aparcamiento calcula un coste de unos 30 dólares diarios.
"Me doy un mes, un mes y medio, y si sigue así, devuelvo la licencia", señala.
Atrás quedan los tiempos en que antes de empezar a trabajar, una agencia de viajes le llamaba para reservar un tour de tres horas por La Habana. Actualmente tiene que ir en búsqueda de turistas.
Algunos de sus colegas dicen que las autoridades cubanas, sorprendidas por las sanciones, "no tienen plan B".
En la misma línea se expresa Eddy Basulto, de 42 años y propietario de la cafetería "Al Pirata", ubicada en una de las adoquinadas calles de La Habana Vieja. "Los turistas americanos dan mucha propina y esto hace que nuestros trabajadores se esfuercen más", afirma.
"Hemos perdido un 60% de las ventas. Cuando nos tocaba un crucero (...), lograba tener (...) tres veces las mesas llenas con desayuno, y entrabas al día con una energía espectacular", relata.
Foto de portada: AFP / Yamil Lage
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