Acaba de morirse en Miami, a los 76 años, uno de los pioneros en la lucha por los Derechos Humanos en Cuba, Ricardo Bofill Pagés, un profesor de Filosofía, al que el castrismo tildó de “fullero” en una inusitada y errónea cobertura periodística que lo hizo popular en la isla, donde apenas era conocido hasta el día en que Fidel Castro no pudo contenerse y soltó toda su rabia contra él.
El periódico Granma y la TV cubana dedicaron varios días a atacar a Bofill con ese estilo made in URSS de aniquilación moral del disidente; pero no lo consiguió porque los cubanos supieron, a partir de aquella ofensiva revolucionaria, que había un grupo de hombres y mujeres, aislados, perseguidos y vituperados, pero que luchaban por los derechos de todos.
Bofill tuvo la visión y valentía de fundar el Comité Cubano Pro Derechos Humanos (CCPDH) en fecha tan precoz como el 28 de enero de 1976, cuando el castrismo gozaba de predicamento mundial y apoyo mayoritario de los cubanos porque aún no se había descubierto la guerra en Angola ni había ocurrido la estampida de Mariel.
El principal aporte de Ricardo Bofill al pensamiento político cubano fue diseñar y asumir una estrategia de resistencia pacífica frente a la dictadura, cuando aún los familiares de las víctimas lloraban con el recuerdo de sus fusilados en La Cabaña y muertos en El Escambray.
“Hay que acabar en Cuba con la tradición del ojo por ojo, diente por diente”, repetía Bofill a todo el que quisiera escucharle; pero esa postura apenas encontró eco en las autoridades y tuvo que soportar, estando preso una visita del entonces todopoderoso Ministro del Interior, José Abrantes Fernández que, tras quitarse sus relucientes gafas Ray-Ban, le dijo: tú no sabes en el lío que te has metido.
Un alarde innecesario del ministro con más poder dentro del Gobierno frente a un hombre preso y apaleado dialécticamente en la prensa oficialista; aquella insensatez de Abrantes no la pudo superar del todo Bofill quien, a la detención del Ministro del Interior y condena a 20 años de cárcel, expresó: Abrantes, tú no sabes en el lío en que te has metido.
Adolfo Rivero Caro, Elizardo Sánchez Santa Cruz, Marta Frayde, que prestó su casa para acoger el CPDH, Edmigio López y Enrique Hernández Méndez promovieron y crearon la primera entidad defensora de los Derechos Humanos en Cuba, pese a que todos habían participado en la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista, desde las filas del Partido Socialista Popular (PSP) y la Ortodoxia.
Tras la arremetida del castrismo, los cubanos maltratados comenzaron a buscar a “la gente de los Derechos Humanos” y acudían a casa de Marta Frayde y luego a la de Tania Díaz Castro para entregar denuncias de atropellos del régimen, que respondió el desafío con condenas de cárcel para los principales responsables del CCPDH, en 1980.
La cárcel no era novedad para Bofill, pues ya había estado preso, desde 1967 hasta 1972, tras ser enjuiciado en el proceso conocido como la “microfracción” con el que Castro aniquiló al grupo de comunistas que se oponían a su control total del poder, acusándolos de connivencia con Moscú y de propaganda enemiga.
Bofill, tras salir por segunda vez de la cárcel, en 1985, organizó la exposición Arte Libre, que puso en jaque al Gobierno cubano y siguió denunciando al régimen ante organismos internacionales, a través de sus vínculos con diplomáticos y periodistas extranjeros acreditados en La Habana. La dictadura se hartó y buscó una salida al exilio del luchador democrático, que acabó viajando a la entonces RFA (República Federal de Alemania), tras estar refugiado en la Embajada de Francia en La Habana; luego vivió un tiempo en España y acabó en Estados Unidos, donde ha fallecido.
Un oficial retirado de la Contrainteligencia (CI), que controló al grupo, evoca a aquellos cubanos como “personas decentes, aunque equivocados ideológicamente” y recuerda a Ricardo Bofill Pagés como “un tipo inteligente, que asumió el blanco y negro como forma de vestir y aprendió pronto a proteger la documentación” que pretendía llevar a embajadas y periodistas extranjeros.
Al principio –rememora el antiguo oficial castrista– era más o menos fácil interceptarlo y retirarle la documentación, echarle una charla y dejarlo ir; pero él se percató del método y empezó a mandar la documentación a embajadores y corresponsales extranjeros por otras vías, así que nosotros ya ocupábamos una copia o dos, pero no podíamos impedir que las denuncias llegaran a su destino.
“Quizá eso motivó que el jefe (Fidel Castro) tomara la decisión de encarcelarlo; pero se hizo mal y tarde porque ya Bofill era conocido y reconocido por toda Cuba como el flaco de gafas, con camisa blanca, pantalón negro y maletica donde creíamos que llevaba lo que nos interesaba”.
En el exilio, Bofill nunca abandonó su lucha por la democratización de Cuba, haciendo énfasis en “un diálogo nacional sin exclusiones”.
“Te puedo decir que era un hombre hábil y dialogante, su tono de voz quizá no le acompañaba en su proyección pública; pero conversábamos desde el respeto, aún cuando yo lo tenía que presionar porque la jefatura andaba inquieta con eso de los Derechos Humanos. A lo mejor, si le hubieran hecho caso a algunos de sus planteamientos, Cuba sería diferente, no sé. Y que en paz descanse”, concluyó el ex oficial de la CI que, asegura, lo atendió “lo mejor que me dejaron, aunque yo asumo mi responsabilidad en todo lo que hice con él y con otros”.
¿Qué opinas?
COMENTARArchivado en:
Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.