17 jul.(Gustavo Gac-Artigas)- Amanece en el mundo. Cuando en Francia se preparan a celebrar el Día de la Bastilla, día de liberación, en los Estados Unidos una nube negra, un manto de vergüenza cubre el país. El presidente Donald Trump desató la jauría, el ICE (Immigration and Customs Enforcement por sus siglas en inglés) saldrá a la caza de inmigrantes sin papeles en Atlanta, Baltimore, Chicago, Denver, Houston, Los Ángeles, Miami, New York y San Francisco. Nueve ciudades serán teatro de la cacería durante cinco días.
La orden presidencial, carta bajo la manga de una campaña electoral para hacerse reelegir, juega con el miedo, la prepotencia, la discriminación, juega con lo inhumano, y mancha de vergüenza a los Estados Unidos.
Juega el presidente con el miedo, el miedo de niños, de ancianos, de madres, de padres, de jóvenes que no sabrán quién toca a sus puertas, si al salir de casa no terminarán en una cárcel y con orden de deportación, si su sueño de una vida mejor se destruirá, por lo que América, para Trump, es para él y otros como él.
De 10 millones o más de inmigrantes sin papeles, algo más de un millón tienen orden de expulsión, la gran mayoría por haberse atrevido a soñar, no por ser delincuentes, no por drogas, sino por haber querido un futuro mejor, como usted, como yo, en el respeto del otro, como los primeros que llegaron.
En algunas de las ciudades blanco de la cacería las autoridades se negarán a ayudar a los miembros de ICE, se negarán a abrir sus prisiones para que encierren a niños, mujeres, hombres, víctimas de esta persecución. Iglesias y Centros Comunitarios servirán de santuario, los pechos de gente honesta servirán de escudo contra la ignominia.
Este domingo 14 de julio, cuando el presidente toma de rehenes a las familias de inmigrantes sin papeles, un manto de vergüenza cubre a los Estados Unidos a menos que, a menos que las voces se levanten como no se levantaron ayer, como no se levantaron hace seis meses por lo que electoralmente era contraproducente, como no se levantaron en gobiernos anteriores para buscar una solución, para defender al débil, para abrazar al desvalido, para proteger la niñez y hacer que el manto de vergüenza cubra solamente la Casa Blanca y el actual gobernante y no al pueblo norteamericano a quien, estoy seguro, no representa.
Al finalizar, resuenan en mis oídos hoy como ayer los versos de Neruda en Joaquín Murieta:
Ya parte el galgo terrible
ya parte la cabalgata
a matar niños morenos
Ay qué haremos, ay qué haremos.
Ay qué haremos para que la vergüenza no caiga sobre nosotros.
Gustavo Gac-Artigas: escritor y director de teatro chileno, miembro correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE) / Las Tribunas expresan la opinión de los autores, sin que EFE comparta necesariamente sus puntos de vista.
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