La acogida del fugitivo de la justicia y multimillonario norteamericano John MacAfee por el gobierno cubano refuerza su papel de santuario para prófugos elegidos, como ya ocurrió con el fallecido Robert Vesco y debilita moralmente a la nación que sufrió impotente la huida de torturadores y personeros del batistato hacia Estados Unidos.
La prédica castrista, siempre teñida de apelaciones casi teológicas a la moralidad y la ética, queda en entredicho por casos como el de MacAfee, un huésped incómodo por mucho dinero que gaste en la isla y por la ventaja proporcional que ofrece al gobierno de conservarlo como rehén para una hipotética negociación con la administración Trump.
A diferencia del low profile de Robert Vesco, que vivió en Cuba desde 1978 hasta 2007, huyendo de la justicia estadounidense por delitos fiscales; MacAfee tiene un perfil público y no elude los twittazos como uno reciente ofreciéndose como asesor en criptomonedas al ejecutivo cubano, tras el anuncio cortina de humo del Ministro de Economía Alejandro Gil Fernández que ya no sabe que inventar para cuadrar las cuentas.
Díaz-Canel debía asumir el caso MacAfee como un tema serio porque compromete su credibilidad y la de su gobierno ante un adversario complicado como Donald Trump y no tolerar que el asunto sea manejado únicamente por los militares, especialmente, los que anden sacando tajada de la presencia del fugitivo en aguas cubanas, a bordo de su yate, acompañado por siete personas y dos perros.
El sobredimensionamiento del peso de los militares cubanos, antes el MININT, ahora las FAR, en toda la vida cubana ha creado más inconvenientes que ventajas a la nación y el affaire MacAfee no debe ser dejado en manos de los guardias, sino ser visto como un problema para un gobierno que se autoproclama respetuoso de la legalidad y lamenta públicamente los casos de fugitivos cubanos acogidos en suelo norteamericano; salvo que Díaz-Canel quiera ser tan mediocre y oportunista como dice el discurso oficial que son los estadounidenses.
La presencia de fugitivos norteamericanos en suelo cubano siempre ha sido parte del litigio bilateral desde 1959, pero las circunstancias han cambiado dramáticamente para Cuba por su incapacidad de generar un modelo económico independiente que favorezca la creación de riqueza y bienestar.
Los miembros de los Panteras Negras y otros protegidos norteamericanos en suelo cubano obedecen a una lógica de Guerra Fría, pero como mismo Raúl Castro ordenó que Edward Snowden no subiera a un avión en Moscú para volar a La Habana, Díaz-Canel podría invitar a MacAfee a zarpar con rumbo desconocido; aunque lo ético sería detenerlo y entregarlo a las autoridades norteamericanas y no reservarlo para un momento puntual.
En la encrucijada actual, mientras menos ocurrencias se produzcan frente a Estados Unidos mejor será para la mayoría de los cubanos empobrecidos y que soportan apagones, escasez de comida, agua potable, ropa y artículos de aseo personal; mientras la nomenklatura y su guara van tirando con las rentas que dejan los negocios y huéspedes como John MacAfee, un símbolo del capitalismo financiero al que el Buró Político del Partido Comunista dice combatir por tierra, mar y aire.
Las dictaduras comunistas de Europa del Este no cayeron por planes de la CIA ni acciones de la OTAN, sino presas de sus propias contradicciones al imponer el comunismo espartano a sus pueblos, mientras las vanguardias iluminadas leninistas anidaban en dachas con amantes jóvenes.
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