No ha llegado a los 30 años. Es universitaria, le encanta leer y tiene dos hijos. Se hizo musulmana hace más de un lustro y lleva el hiyab (velo islámico) con orgullo desde entonces.
Aunque me pide permanecer en el anonimato y no ser fotografiada, explica que en el Islam encontró una manera de ser valorada por la persona que es y no por el aspecto que tiene. Es un hecho que la comunidad musulmana está creciendo en Cuba y toda América Latina, pero “hay a quienes les cuesta más que a otros ser aceptado”.
Si bien entre las mujeres de la Isla ha habido un acercamiento al Islam a través de parejas árabes, paquistanís, etc., de amigos, de conocidos o de experiencias espirituales, la joven natural de La Habana (a quien me referiré en lo adelante como “A”) aclara que sus historias son disímiles.
De acuerdo con “A”, “hay de todo en las reacciones de la gente. Hay a quienes cuando se han convertido los han expulsado de sus casas. Es triste. Yo misma a veces sentí la incomprensión de amistades, pero mi familia me ha apoyado mucho siempre y ha respetado mi decisión.
“Hay mujeres que nos cubrimos, a pesar de los inconvenientes sociales y del calor, y otras que no lo hacen porque a veces es complicado que te acepten con hiyab, más fuera de La Habana. Hay muchas que abiertamente dicen que no se sienten preparadas para ponérselo, pero en la comunidad cubana no se excluyen, todas se aceptan.
“Llevar el velo es un acto religioso, pero también de valentía. Se trata de vestir como manda el Corán, mas hay quienes no lo entienden porque creen que el velo o la religión son de ignorantes. A veces caminas por la calle y hay gente que te pregunta si eres terrorista, unos en tono de burla, otros preocupados. Otros se acercan a preguntar y hablan hasta con admiración”, confiesa.
A tenor con la opinión especializada, el Islam fue introducido en la Isla por estudiantes musulmanes que llegaron a Cuba principalmente en los años 70 y 80 de países como Paquistán, pero no fue hasta el 2007 que el gobierno reconoció oficialmente la Liga Islámica de Cuba.
En palabras de la católica Lisbeth, “hay quienes aseguran que hoy hay más de diez veces la cantidad de musulmanes que había en los noventa, pero el legado todavía es corto. Aunque en el Período Especial ya había musulmanes que profesaban su fe, había que hacerlo prácticamente a escondidas, como lo hacíamos nosotros. Creo que el Islam ha ido creciendo en la medida en que el gobierno se ha ido abriendo a la pluralidad religiosa”.
A pesar de que aún es discreta la cantidad de musulmanes en un país con poco más de 11,3 millones de habitantes, ha ido en aumento desde que se creó la Liga Islámica, hace alrededor de dos décadas. Datos citados por esa organización indican que actualmente hay en Cuba cerca de 7.000 personas entradas al Islam, la mayoría de las cuales lo ha hecho por conversión (no por herencia familiar) y son hombres.
—¿Qué has encontrado en el Islam que antes no tenías? — le pregunto a “A”.
—El Islam te cambia, te orienta, te conecta con un propósito que va más allá de la vida inmediata. Te llena de paz y te ayuda a aceptar tu destino, a estar agradecido con lo que experimentas, sea bueno o malo. Es una religión con una dimensión profundamente espiritual, no sólo práctica.
“Tiene una filosofía que tiene que ver mucho con quién eres y dónde estás, con el sentido de que todos estamos en el lugar y la situación que estamos por una razón, porque Allah nos puso ahí y nos dio a cada uno diferentes facilidades y cualidades.
“Se trata de que confíes en Allah. Podrás hacer mucho si dejas de autocondenarte, reclamarte y exigirte ser perfecta. La religión no es para perfectos. Puedes encontrar personas que no conecten con esta parte del Islam, pero para mí es muy importante”, destaca con firmeza.
Un punto a favor de los musulmanes fue la apertura en junio de 2015 de la mezquita Abdallah, ubicada en el Centro Histórico de La Habana, adonde asisten cada viernes un centenar de cubanos y extranjeros. Desde la óptica de “A”, saber que ese sitio existe ayuda porque la gente va y pregunta.
No obstante, un lugar de congregación adecuado no constituye la única demanda de la comunidad. Los musulmanes aún requieren de la existencia de un cementerio propio y de espacios donde abastecerse de carne halal (de animal sacrificado en nombre de Allah), vestuario adecuado, alfombras de rezo o suficiente literatura.
Tal como puntualiza “A”, “el principal obstáculo está en la comida, que debe ser halal, pero no hay mucha. El carnero es caro; la vaca, imposible. El pollo es lo que más aparece y los perritos halal ya no existen. Pollo y perritos halal venían mucho de Brasil, pero desde que Jair Bolsonaro ha ido tomando medidas contra el gobierno de Cuba ha ido a peor”.
Asimismo, Yasser, de 34 años y residente en Centro Habana, confirma que “una de las mayores dificultades que tenemos en Cuba es la de la alimentación porque no podemos ingerir nada que contenga cerdo y otras carnes como la de res y de pollo, e incluso el huevo, se pierden a cada rato del mercado o aparecen a altos precios. Además, hay pocos restaurantes donde se sirva comida halal.
“Yo llegué al Islam por curiosidad, atraído por las lecturas del Corán y los rezos, y terminé identificado con este mundo. Casi todos los que he conocido hasta ahora son estudiantes o diplomáticos. Los musulmanes extranjeros apoyan mucho lo que ocurre en la isla. Por eso hay muchos jóvenes entre los musulmanes cubanos y un alto número de ellos antes pertenecían al cristianismo o a algún otro credo radicado en el país.
“Aquí he encontrado una hermandad, un sentido de pertenencia que nunca había sentido por nada ni nadie. No obstante, hay discriminación y desconfianza en diversos círculos. Somos tan pocos que apenas tenemos visibilidad y, como en otras religiones, existe mucha gente que pretende ser algo que en realidad no es, que se dicen musulmanes, pero no respetan la palabra de Mahoma”, acota el convertido al Islam en 2017.
Por otro lado, Yamila comparte que se convirtió porque se enamoró de un funcionario extranjero. “Hubo quien me tildó entonces de oportunista, pero decidí darle un vuelco radical a mi vida, incluso contra la voluntad de mis padres. He tenido que pasar por encima de muchos prejuicios, pero así encontré mucha paz. No tenemos nada que ver con la violencia.
“No pocos me han mirado con recelo y sé que otros temen hablarme o acercárseme. He sentido que comentan a mis espaldas: ‘¡Qué ridículo es ir vestido así!’. La incomprensión social aún es grande porque cuesta creer que uno profesa la fe islámica por convicción.
“En Cuba han querido hacer un individuo único y creo que convertirme al Islam ha sido una manera de tener más libertad, de ser más yo misma, de hacer que la gente no me vea como un objeto sexual. Creo que el ir detrás de un velo me hace diferente, aunque a veces la gente me vea como una loca o una payasa”, apunta la trabajadora por cuenta propia, quien también se negó a ser captada por la cámara.
En opinión de esta hiyabi (musulmana que siempre usa el velo en público), “resulta llamativo que se conviertan lo mismo mujeres católicas, que pertenecientes a la religión yoruba, que ateas, como lo era yo, a pesar de estar en un país donde tradicionalmente la mujer ha seguido cánones más occidentales”.
Turquía, Arabia Saudita e Irán son algunos de los países que más impulsan la expansión de esa comunidad en Cuba, a través del interés por construir otras mezquitas, el apoyo con ropa y comida tradicionales, especialmente durante Ramadán, y la distribución del Corán en idioma español.
“A veces es incómodo pensar que lo que necesitamos para ser musulmanas debe ser donado por otros, pero no nos damos por vencidas. Estamos ganando espacio en la isla para demostrar que somos mujeres activas y que podemos salir adelante con esfuerzo propio. Estamos dejando claro que es posible ser musulmana sin dejar de ser cubana”, dice Yamila con una mirada aguda.
En tanto La Habana, Villa Clara, Camagüey y Santiago de Cuba aparecen entre las provincias con mayor número de musulmanes en la isla, la Organización Islámica para América Latina y el Caribe plantea que la comunidad de la región acoge a más de cuatro millones de fieles al Islam, una religión monoteísta cuya fe se basa en el libro del Corán y que establece que no hay Dios más que Allah y que Mahoma es su último mensajero.
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