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Las noticias de voraces incendios que consumen vastas áreas de la floresta amazónica brasileña impactan al mundo hace dos semanas, disparando las alarmas sobre presunta mala gestión y descontrol sobre este patrimonio natural planetario.
Las imágenes de las llamas que arrasan el importante ecosistema desataron la indignación de las redes sociales y provocan una movilización generalizada de la opinión pública y la clase política para detener lo que la exministra del medio ambiente de Brasil, la política y ecologista Marina Silva, llegó a calificar de “Holocausto de la Amazonia”.
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Entre el 22 y el 26 de agosto los focos de incendios en el país sudamericano sumaban 1 659, en su mayoría en estados de la cuenca amazónica, según los datos de monitorización del Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (INPE).
En lo que va de año, ya suman más de 80 000 incendios forestales, de acuerdo a los números del INPE, que contabiliza en tiempo real los focos de calor detectados por sus satélites.
El presidente Jair Bolsonaro ha tenido dificultades para lidiar con la crisis, principalmente en la esfera política. Para muchos, sus desatinadas declaraciones antimedioambientales, que se remontan a los tiempos de la campaña electoral, y las polémicas medidas adoptadas desde su arribo al poder, pueden estar entre las causas de los incendios forestales reportados recientemente.
Sin embargo, el incremento de los incendios de los últimos días, en comparación con el año pasado, está lejos de ubicar al actual mandatario como el depredador de la región amazónica, al menos si nos atenemos a las estadísticas de la última década.
El maltrato a la floresta-pulmón no es reciente y ya vivió días peores, principalmente en los años de gobierno del expresidente Luis Inacio Lula da Silva, entre 2003 a 2010.
La era Lula es, de lejos, el período más crítico desde 1998, año en que comenzaron a llevarse las estadísticas de incendios forestales. En los ocho años de presidencia del exsindicalista, se produjeron nada menos que 2 413 773 incendios en todo el territorio verde del gigante sudamericano.
Ya desde 2003, año de estreno de Lula en la presidencia, la cantidad de incendios saltó a la cifra récord de 341.239, más del doble de la media anual de 165 mil de los cinco años anteriores.
En 2004 y 2005, los números del desastre ambiental continuaron en aumento, llegando a 380.446 y 362.566 incendios, en cada uno de esos años, de acuerdo al INPE.
En 2006, cuando Lula buscó la reelección, los incendios forestales cayeron hasta 249 184, pero todavía quedando en niveles jamás alcanzados en los años de presidencia de su antecesor, el expresidente Fernando Henrique Cardoso, ni más tarde durante el gobierno de su sucesora política, la expresidenta Dilma Rousseff.
Reelecto para el período de 2017 a 2010, Lula abrió ese cuatrienio con un récord vigente hasta la fecha: 393.915 florestas en llamas durante el 2007, lo equivalente a 1 079 incendios diarios.
Lula entregó el poder a Dilma Rousseff en enero de 2011 con casi 320 mil incendios producidos en 2010, un número que cayó por la mitad al cabo de doce meses del arribo de la exmandataria al Palacio de Planalto.
Estadísticamente, cuando faltan cuatro meses para el final del primer año de gobierno de Bolsonaro, y muy a pesar de sus políticas que debilitan el papel de las instituciones de protección medioambiental, los 80 mil focos de incendios hasta la fecha difícilmente rozarán las astronómicas marcas de la era Lula. Quizá no alcancen siquiera los números menores registrados durante el gobierno Dilma.
Esperemos que no, por el bien del planeta.
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