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Un villaclareño, Elvys Espinosa y un habanero, Alejandro “Alex” Díaz –ambos residente en Florida, Estados Unidos- se han movilizado para socorrer a Roberto Jiménez Abreu, el carga bates más intrépido y astuto de la pelota cubana, en la que antes jugó como tercera base de equipos en su natal Villa Clara y bateando hasta para 333 de promedio.
Habituados al ruido mediático preponderante de que al enemigo ni agua, como ocurre en el fútbol o el boxeo, por ejemplo. Espinosa, que tiene un grupo sobre béisbol, La nación naranja, supo de que el mítico carga bates vive como jubilado pobre, como millones en Cuba, y abrió una colecta pública, en la que fue secundado por el habanero Díaz y otros seguidores de las bolas y los strikes.
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Entre cubanos exiliados de varias provincias cubanas y amantes del béisbol, consiguieron reunir una suma notable para la empobrecida economía isleña y uno de ellos fue el encargado de llevarla hasta Santa Clara, junto a una camiseta y una nota cariñosa para el carga bates que sacaba de quicio a los rivales de Villa Clara, incluido el público que asistía a los estadios a animar a los equipos contrarios.
El colega Héctor Reyes Reyes, emigrado en Colombia y que lo trató personalmente, describe, en una crónica, a Jiménez Abreu como alguien hiperquinético, con una cabeza privilegiada para la estrategia beisbolera, chiquitico, fibroso, con voz de pito y explosivo como Víctor Mesa.
Gestos como el de Elvys Espinosa y Alex Díaz son los que Cuba reclama a voz en cuello, como gritaba el ahora jubilado carga bates cuando se ponía a desconcentrar a pitchers y bateadores contrarios, moviéndose como una ardilla en los aledaños del home, pasando la seña buena a los bateadores o escuchando como Armandito voceaba: ¡Árbitro, saca al carga bates de ahí, que ese feo asusta a los niños!, sin conseguir descentrar a Roberto Jiménez Abreu, que luego le dedicaba algún regalo sonoro al mítico Armandito el tintorero, la voz más alta del Latinoamericano.
Alex Díaz, que tiene memoria de elefante, recuerda al carga bates villareño bajando de la guagua Skoda que transportaba al equipo de la provincia en la Selectiva y, mientras los fanáticos se agolpaban en torno a figuras legendarias como Antonio Muñoz y Pedro José “Cheíto” Rodríguez; aquel hombrecito se echaba el saco de bates al hombro y entraba al Latino rugiente y rugiendo.
Fue precisamente Cheíto Rodríguez quien consolidó en toda Cuba la fama de Roberto Jiménez Abreu, cuando en una final contra Pinar del Río, con un Rogelio García intratable en la Lomita, el slugger cienfueguero se encaró con su carga bates y amigo: Misifú, recoge los bates que se acabó esto. Y se acabó con un jonrón que aún duele al ciclón de Ovas, casi tanto como el de Agustín Marquetti.
Misifú, un ídolo popular en Santa Clara y de la Cuba pelotera, pasó a retiro por decisión de los burócratas provincianos; pese a que no se cansaba de repetir que él se jubilaría cuando el manco echara dedos. Ahora, muchos dedos cubanos se han juntado para socorrer a un hombre que carga en sí el decoro y la sabiduría de muchos peloteros.
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